La obscenidad de Cosidó
El constitucionalismo consagra la separación de poderes, no la sumisión de los jueces a la Gürtel. Eso no es constitucionalismo. Es inmoralidad.
La obscenidad de Cosidó
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Cuando surge un problema candente, lo achacamos al sistema.
Cuando la política se convierte en un lodazal, criticamos a la clase política en general.
Cuando una sentencia concreta nos parece escandalosa, tendemos a poner en la picota al sistema judicial.
Más información
Si es posible, somos equidistantes. Si no lo es, nos refugiamos en la ambigüedad. Y evitamos sobre todo incomodar al poderoso.
A todos los poderosos. El problema es que son muchos .
Hacemos todo lo que sea necesario para ser abstractos. Para evitar la concreción. Porque bajar al detalle, recitar el nombre del responsable de un desaguisado, analizar el porqué de su error… todo eso cansa. Cuando no genera problemas. Pero nos largamos en desbandada, si hay problemas. Todos somos muy valientes, preferentemente de boquilla.
La manipulación es más que un problema de la clase dirigente. Es el problema de algunos que practican la desvergüenza. Como Ignacio Cosidó, que avalaba el nombramiento de Manuel Marchena como presidente del Supremo porque así el Partido Popular seguiría controlando “por detrás la Sala Segunda” del Supremo. O sea, la que juzga a los líderes secesionistas. Esto no es el constitucionalismo. El constitucionalismo consagra la separación de poderes, no la sumisión de los jueces a la Gürtel. Eso no es constitucionalismo. Es inmoralidad.
Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas y colaborador habitual de la Cadena SER, donde publica...