Suprema división
Prácticamente la mitad de la Sala desconfía de las razones jurídicas por las que finalmente se dio de nuevo la vuelta a la tortilla y se libró a los bancos de pagar la tasa de las hipotecas
Suprema división
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Madrid
Escuchen con atención esto que voy a leerles sobre el impuesto de las hipotecas:
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“La confianza social en la administración de Justicia es un elemento esencial para el modelo de convivencia" y esa confianza queda "gravemente quebrantada" si un cambio de jurisprudencia "extensamente argumentado" se deja sin efecto en menos de un mes "sin justificar que sea un claro desacierto”.
Esto que acabo de leerles no es la opinión de un periodista sabelotodo, ni de un perjudicado por una decisión judicial adversa. Es la opinión de un magistrado de la Sala Tercera del Tribunal Supremo sobre la sentencia, frenazo, y marcha atrás que vivimos hace solo un mes.
La publicación ahora de la sentencia final, con los votos particulares discrepantes, revela no sólo la fractura en el seno del Supremo. Revela, sobre todo, que prácticamente la mitad de la Sala desconfía de las razones jurídicas por las que finalmente se dio de nuevo la vuelta a la tortilla y se libró a los bancos de pagar la tasa.
Mejor que lo digan ellos: otro voto particular de cuatro magistrados dice que “esta es la primera vez en la historia del bicentenario Tribunal Supremo en que, de un modo indisimulado, se convierte un recurso de casación, que el pleno de la Sala Tercera estaba llamado a resolver, en otra cosa distinta y sustancialmente peor: en un desinhibido repertorio de medias verdades, desahogos verbales y argumentación poco rigurosa”.
No hay más preguntas, señoría.