El nadador del desierto
Su pasión por el desierto oriental del Sahara le llevó a pasar en él la mayor parte de su vida. Lászlo Ede, más conocido como Ladislaus Eduard de Almasy fue un explorador incansable de Egipto y Libia, un obligado espía al servicio de los alemanes y, además de todo ello, la inevitable inspiración de novelas románticas
SER Historia: Laszlo Almasy (16/06/2019)
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Madrid
Para nosotros fue quizás un soñador y un verdadero pionero, para los beduinos, Abu Ramla, el Padre de la Arena.
Descubridor de sueños de arena
En la escueta mención que sirve de entradilla al artículo y que habla de una ciudad encontrada por el conde Almásy en un antiguo manuscrito anónimo egipcio de la Edad Media, que llevaba por título El libro de las perlas sepultadas, le puso sobre la pista de un hallazgo que hubiera querido para sí cualquier explorador del desierto. No obstante, él fue el único que dio credibilidad a un texto que para muchos no era más que una fantasía inspirada en otros testimonios más antiguos de época clásica. Lo mismo sucedía con la famosa “ciudad de latón” que aparece descrita en uno de los cuentos de Las mil y una noches, y que solamente podía identificarse con el perdido oasis egipcio de Zarzura. La búsqueda de este enclave se convirtió en una auténtica obsesión para Almásy. No se equivocó con el antiguo texto. Muy cerca de Jilf al Kabir la expedición de Almásy halló aquél mítico lugar. Sin embargo, la vida de Almásy estuvo plagada de innumerables hechos insólitos, que solamente pudo haber conocido alguien al que los propios beduinos como uno más.
Precisamente fue en uno de estos wadis de Jilf al Kabir, en donde Almasy descubrió el lugar que él llamó Wadi Sura, “el valle de las imágenes”. Allí apareció la cueva que contenía las famosas pinturas de los nadadores, circunstancia que demostraba que aquel lugar, hoy totalmente desértico y carente de vida, fue hace miles de años el hábitat natural de pueblos primitivos que tenían por costumbre bañarse en los lagos de la región. La presencia de cazadores en las pinturas junto con jirafas, por ejemplo, apoyaban esta hipótesis. Además el equipo de Almasy descubrió numerosas herramientas así como una piedra grande de forma oval aparecida en la mayor de las cuevas y que tenía grabados unos ojos y unos labios. Los egiptólogos que la examinaron en El Cairo afirmaron que se trataba de la más primitiva de las llamadas “paletas” aparecidas siglos después en la época predinástica de la historia de Egipto.