El tiempo que perdemos
Hasta duele que tantos políticos tengan que pasar su tiempo para que se den cuenta de cómo malgastaron el nuestro
Madrid
Ahora que lo contamos todo, alguien contó el tiempo que pasábamos esperando en la vida, haciendo cola. Eran cuatro años. Algunas esperas se alargan: 40 años ha costado que sacaran a Franco y al final lo van a sacar en campaña electoral.
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Todo está en el tiempo, que no se mide en dinero. De ahí que valga tanto. Ayer los periodistas casi plantan a Albert Rivera porque llegó a su cita con mucho retraso. La política es eso: esperar a que lleguen.
Ahora que se va y puede decir las verdades, Jean Claude Juncker ha definido el 'brexit' como una pérdida de energía y de tiempo. Podría haberlo dicho antes, mister Juncker, porque perder el tiempo es perdernos el respeto. Eso se lo dijo a Boris Johnson el portavoz de los comunes, Bercow: no gaste nuestro tiempo, le pidió, ni nos falte al respeto. Complejas, ambas cosas, para el caso de Boris Johnson: que tras el enredo interminable quiere votar el Brexit en tres días.
Ahí está el parlamento británico, atrapado en el tiempo. Lo que nos lleva, claro, a nuestra particular rueda del hámster: uno sabe que está en octubre pero no sabría decir si en el de 2019 o en el de 2017. Ese es el hecho diferencial, que tenemos el asunto político crucial en pausa.
El tiempo que perdemos
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Aparece ahí la melancolía: no solo por todo aquello que habrían podido hacer con nuestros impuestos -cuya recaudación nunca está en funciones- sino porque ahora es cuando algunos se han puesto a reconocer los errores que cometieron hace un par de años. Y hasta duele, que tengan que pasar su tiempo para que vean como malgastaron el nuestro. La política era eso: esperar a que llegaran.