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Transición española

Arturo Ruiz, una muerte que merece ser rescatada del olvido

La familia del estudiante asesinado en 1977 aún espera la verdad sobre el crimen

El 23 de enero de 1977 el joven granadino Arturo Ruiz era asesinado por guerrilleros de Cristo Rey, un comando ultraderechista, cuando participaba en una manifestación en el centro de Madrid / Cadena SER

El 23 de enero de 1977 el joven granadino Arturo Ruiz era asesinado por guerrilleros de Cristo Rey, un comando ultraderechista, cuando participaba en una manifestación en el centro de Madrid

Madrid

“El dolor me ha acompañado siempre, ha sido tan grande que he estado años sin pronunciar el nombre de mi hermano.” Son palabras de Manuel Ruiz, hermano de Arturo Ruiz, un estudiante granadino asesinado el 23 de enero de 1977 en Madrid a manos de pistoleros fascistas. “Ahora que estoy jubilado he decidido reivindicar su memoria. Se lo debo a mis padres”, explica con determinación.

Fue una fría mañana de domingo. Arturo, al igual que otros muchos jóvenes de su edad, había acudido a una manifestación pacífica para reivindicar la amnistía de los presos políticos de la dictadura franquista. Tenía 19 años. Compaginaba sus estudios de bachillerato con el oficio de albañil. Era un joven como otro cualquiera, tenía inquietudes políticas (militaba en la Joven Guardia Roja, el ala juvenil del PTE), le gustaba mucho la montaña, tocaba la guitarra y, sobre todo, tenía unas ganas enormes de vivir. Aquella mañana la muerte le estaba esperando en la esquina de la calle Silva con la calle Estrella, en pleno centro de Madrid. Dos tiros en la espalda al grito de “¡Viva Cristo Rey!” le arrebataron la vida y todas sus ilusiones.

Más de 40 años reivindicando la memoria de su hermano

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El autor del crimen fue José Ignacio Fernández Guaza, miembro de un comando ultraderechista vinculado a las fuerzas de seguridad. Al día siguiente de cometer el asesinato huyó al País Vasco, días después a Francia, de allí se fugó a Argentina y después se le perdió la pista. “Una huida tan rápida no pudo llevarse a cabo más que con ayuda. Lleva más de cuarenta años desaparecido. Si sigue vivo puede que, incluso, viva en Madrid con una identidad falsa”, explica Manuel impotente. Tampoco comprende por qué le siguen ocultando datos cuando lo único que pide es justicia: “El juicio estuvo plagado de irregularidades. He pedido el rollo de sala y no me lo facilitan.” En 1997, una vez fallecidos sus padres, la familia volvió a acudir a los tribunales. Sin embargo, tras llevar a cabo unas diligencias, el juez Javier Gómez de Liaño volvió a archivar el caso. Tres años después la Audiencia Nacional certificó la prescripción del asesinato. Actualmente está intentando reabrir el caso porque se trata de un delito de lesa humanidad, un delito que nunca debiera prescribir. No pierde la esperanza.

Manuel Ruiz junto a la placa que homenajea a su hermano en la Plaza Santa María de Soledad Torres Acosta de Madrid

Manuel Ruiz junto a la placa que homenajea a su hermano en la Plaza Santa María de Soledad Torres Acosta de Madrid / Cadena SER

Manuel Ruiz junto a la placa que homenajea a su hermano en la Plaza Santa María de Soledad Torres Acosta de Madrid

Manuel Ruiz junto a la placa que homenajea a su hermano en la Plaza Santa María de Soledad Torres Acosta de Madrid / Cadena SER

Este asesinato fue el primer capítulo de una semana que hizo tambalear la Transición, la “semana negra” de enero de 1977. Al día siguiente, el día 24, falleció otra estudiante por el impacto en la cara de un bote de humo lanzado por los antidisturbios en otra manifestación en la Gran Vía madrileña. Se llamaba Mari Luz Nájera y protestaba por el crimen de Arturo. España no se había recuperado de las muertes de ambos estudiantes cuando, horas después, Madrid presenció de nuevo el terror. Esa misma noche, a las diez y media, en un despacho de la calle Atocha 55 cinco abogados laboralistas fueron asesinados a sangre fría a manos de dos pistoleros ultraderechistas. Aquella masacre eclipsó las muertes de Arturo y de Mari Luz sepultándolos al olvido durante muchos años. “Merece la pena remover todo para que no se vayan impunes. El franquismo sigue infiltrado en las instituciones. Tenemos que hablar de aquella etapa de nuestra historia para que perviva y nuestros jóvenes la conozcan”, añade Manuel.

A tan solo unos metros del lugar en el que Arturo murió tiroteado, en la plaza Soledad Torres Acosta, se levanta el respiradero de un garaje subterráneo. Sucio, descuidado. La familia de Arturo logró que el anterior equipo del Ayuntamiento de Madrid pusiera allí una placa conmemorativa. Se colgó el último día de legislatura, no sin muchas dificultades, tras la negativa de las dos comunidades de vecinos de los edificios más próximos al lugar exacto del asesinato. En la placa puede leerse “Verdad, memoria y justicia.” Por lo menos, después de más de cuarenta años, la familia ya tiene un lugar donde honrar su memoria. “La impunidad para los represores y el olvido a las víctimas están propiciados por los mismos poderes del Estado”, afirma.

Cartel de la Manifestación a la que acudió Arturo Ruiz la mañana en la que fue asesinado por la extrema derecha

Cartel de la Manifestación a la que acudió Arturo Ruiz la mañana en la que fue asesinado por la extrema derecha / Cadena SER

Cartel de la Manifestación a la que acudió Arturo Ruiz la mañana en la que fue asesinado por la extrema derecha

Cartel de la Manifestación a la que acudió Arturo Ruiz la mañana en la que fue asesinado por la extrema derecha / Cadena SER

La Transición fue una etapa de ilusiones pero también un periodo oscuro. En muchas calles, en muchas comisarías, en muchos cuarteles hubo gente que murió por manifestarse o por defender derechos civiles. Arturo no fue el único, hubo muchas más biografías que quedaron olvidadas y cuyos crímenes aún siguen impunes. Aquel 23 de enero de 1977 Manuel no solo perdió a un hermano, perdió también toda una vida. Ahora lucha por recuperarla y para que la memoria perviva.

 
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