'Vida oculta', poesía contra la extrema derecha
Terrence Malick crea una película bella y luminosa en medio de una de las historias más horrendas de la Segunda Guerra Mundial, la de un granjero austriaco, perdidamente enamorado de su mujer y sus hijas, que decide no colaborar con el régimen nazi y recibe el rechazo y odio de todos sus vecinos
El Cine en la SER: 'Vida oculta', poesía contra la extrema derecha (08/02/2020)
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Madrid
Obedecer es un acto político. Lo sabe Terrence Malick, el cineasta menos narrativo de cuántos existen en Hollywood, que vuelve a la Segunda Guerra Mundial después de su canto pacifista en La delgada línea roja. Lo hace en Vida oculta, una película que pasó por el Festival de Cannes y que recoge el estilo poético y reflexivo de El árbol de la vida, pero que habla de uno de los temas más actuales: cómo la intolerancia y la persecución al diferente emergen.
Nadie sabe cómo es, ni cómo habla ni si es simpático o arisco, porque Terrence Malick sólo habla con sus películas. El director nunca ha dado una entrevista, ni una rueda de prensa, y son pocas las instantáneas que circulan con su cara. Acudió a Cannes, pero no a la rueda de prensa, dejó la explicación en manos de sus actores. August Diehl y Valerie Pachner, que explicaban como el hecho de no plantarse a la extrema derecha es ser cómplice.
Tres horas ha necesitado el norteamericano para contar cómo una sociedad se repliega ante el bien o ante el mal, según le convenga. Malick crea una película bella y luminosa en medio de una de las historias más horrendas de la Segunda Guerra Mundial. Una historia real, por desgracia, de hombres que hacen el bien sin ser importantes, como reza al final la cita de George Elliot. Un granjero austriaco, perdidamente enamorado de su mujer y sus hijas, decide no colaborar con el régimen nazi. No se alista y no hace el saludo nazi a los soldados que pasean por la pequeña aldea montañosa en la que viven. Eso le genera el rechazo y el odio de todos los vecinos. Nadie quiere verse señalado. Su valentía y su rechazo al mal, es una traición para los vecinos.
Malick es experto en utilizar la cámara, sus movimientos y la pantalla para expresar sus dudas filosóficas y morales. Estudió filosofía y publicó varios ensayos sobre Heidegger, el filósofo alemán que empatizó con el nazismo y aclamó a Hitler. Sin embargo, su película parece más kantiana, en el sentido de que defiende la idea de pensar por uno mismo, de modo independiente y sin prejuicios, y ponerse en el lugar de los demás. No hay juicio al estoicismo y el empeño de un personaje obcecado con hacer el bien, con la duda sobre Dios y la religión siempre presente. Vida oculta es una película bella y su director se recrea en los trabajos de los granjeros y campesinos, en la historia de amor, en los juegos de los niños y en los rostros de los vecinos de ese pueblo con la música de James Newton Howard y con la fotografía espléndida de Jörg Widmer.
Son las escenas en esa especie de microcosmos, que representa a la Alemania de aquel periodo, las más interesantes. En ellas, Malick descubre cómo la extrema derecha y el discurso del odio logra imponerse. Hay algo de la banalidad del mal, que describía la alumna de Heidegger, Hannah Arendt, durante el juicio al funcionario nazi Eichmann. Tanto Arendt como los filósofos clásicos, Platón y Sócrates, defendían que es mejor sufrir una injusticia que padecerla y, que además, es preferible ser castigado por cometer una mala acción que salir impune de ella. Ese es el protagonista que presenta Malick, un socrático dispuesto a todo por no cometer un crimen.
Mientras, todos esos vecinos y vecinas que escupen al pasar o miran mal a la familia protagonista, no se consideran culpables del mal colectivo que fue el Holocausto, aunque con su apoyo y su silencio contribuyeran a él. Malick lo sabe y abre aquí una reflexión sobre las consecuencias de los mandatos y la rebelión. Una rebelión pacífica o estática si se quiere, pero rebelión, al fin y al cabo, contra las órdenes de Hitler. La obra es redonda, bella y muy inteligente, toda una lección para aquellos que en los tiempos de Le Pen, Vox, Trump, Bolsonaro, siguen mirando para otro lado.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...