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La princesa Caraboo y otros impostores

La tendencia a inventarse una identidad falsa o pretender poseer conocimientos o cualidades que no son reales es tan antigua como el mundo. Las crónicas históricas están llenas de suplantadores con mejor o peor éxito

SER Historia: La princesa Caraboo (23/02/2020)

SER Historia: La princesa Caraboo (23/02/2020)

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Madrid

A menudo, estos intentan conseguir ventajas financieras o sociales a través de su impostura. Así, han sido muy comunes en la Historia los falsarios que se hicieron pasar por pretendientes al trono: numerosos hombres afirmaron ser el heredero real de Luis XVI y María Antonieta, y hubo casos tan notables como el de Perkin Warbeck en Inglaterra o el de Anna Anderson, la gran duquesa Anastasia.

El 3 de abril de 1817 en Almondsbury, una pequeña localidad cerca de Gloucestershire (Inglaterra), una joven de aspecto oriental, vestida con sari y turbante, llamó a la puerta de varias casas. Apareció totalmente desorientada, con tatuajes en el cuerpo y además hablaba una lengua desconocida, así que tuvo que expresarse con gestos para que la entendieran. Durante bastantes meses tuvo en jaque a toda esta población inglesa, lo mismo que hizo Kaspar Hauser con la ciudad alemana de Núremberg en 1828. Al final, se descubrió su auténtica personalidad y se demostró que se llamaba Mary Baker, que procedía de Devon y que lo había inventado todo. Aun así, se fue a Francia y España para seguir representado su papel. La mujer acabó casándose con un inglés, tuvo varios hijos, estuvo una temporada en Estados Unidos y falleció en Bristol en 1864, a los 73 años de edad. Y hasta ha tenido el honor de que se hiciera una película contando estas aventuras o imposturas, realizada en 1994.

No es el único caso de un suplantador o impostor que hace pasarse por una persona distinta, pero en el caso de la princesa Caraboo no estaba buscando dinero o poder sino tan solo fabular sobre un pasado exótico que encandiló a la sociedad británica durante unos meses.

Más célebre fue el caso del pastelero del Madrigal, Gabriel de Espinosa, que intentó suplantar la personalidad nada menos que del rey de Portugal don Sebastián, quien, según su versión, sobrevivió milagrosamente a la batalla de Alcazarquivir (1578). El que no sobrevivió a su impostura fue el propio Gabriel pues a Felipe II no le gustó nada esas veleidades fantasiosas que además llevaban aparejadas el ascenso al trono de Portugal. Uno de sus compinches, fue nada menos que Ana de Austria, una hija natural de don Juan de Austria,

Y, por citar un tercer caso, hubo un tal Richard Adamson que dijo ser un miembro del equipo de Carter en el descubrimiento de la tumba de Tutankhamon y que además fue de los pocos que sobrevivió a la denominada “maldición del faraón”. Toda una parodia y una burda farsa, fruto de los aires de grandeza de alguien que se atribuyó una función y una importancia que nunca tuvo.

 

 
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