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Inventario de cosas inútiles

Su casa está llena de cosas inútiles y trastos inservibles, montones de chismes que quizá deberían haber acabado en la basura y que, hoy que sufre y está desorientada, le servirán durante un rato para aliviar el peso y entretenerse siguiendo el rastro de su vida y la de los suyos

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Madrid

John Cage compuso en 1940 la obra 'Living Room', neologismo que adoptaron hace años algunas familias españolas para dar a sus vidas un aire de cosmopolitismo, mientras sus vecinos seguían llamando al mismo espacio salón o sala de estar.

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John Cage dividió la obra en cuatro movimientos y dejó escritas indicaciones a los músicos para que utilizasen como instrumentos objetos domésticos o elementos arquitectónicos: puertas, cartones, revistas, marcos, ventana,..

La pieza está escrita para un cuarteto, que también pone voz a fragmentos del poema de Gertrude Stein: 'El mundo es redondo'. Desconocemos si usted, habitante de este mundo, vive en una casa, en un piso o en un apartamento sin living room, pero entra dentro de lo probable que durante estas semanas de encierro interior y emociones colectivas, esté redescubriendo su vivienda y en ella objetos cotidianos o ya inútiles dejados y olvidados en cajones y estantes y con los que quizá lleve conviviendo durante años.

No le pediremos que haga música con ellos. Solo que se ponga en situación y escuche lo que suena a su alrededor. Ahí está usted, lavando un tomate con Fairy, sin saber por qué, perdida e inútil, mirando sin ver el reflejo de su cuerpo deformado en el grifo. El platillo de la balanza quisiera decirle algo, y la bolsa de fideos,y la lata de atún y el tarro donde guarda del laurel. Usted les da la espalda, empequeñecida hasta la fragilidad y la indefensión absoluta, ahogada por las circunstancias, sin las fuerzas que el momento exige y con ganas de llorar. Pero tiene que seguir, un día más.

Como una extraña, arrastra el duelo de todos por la vivienda dejando a su paso un lamento de sillas. Las ventanas y las cortinas no tienen ganas de ver a nadie, la tristeza ha doblegado a las flores rojas del anturio, el sofá quiere estar a solas, el elefante de jade verde se ahoga de desconsuelo y el equipo de música ya no puede silbar. Y se queda quieta, sin saber qué hacer, varada en algún lugar inhóspito de la casa con un paño húmedo en la mano esperando un soplo de viento que la saque de ahí.

Y entonces, necesitamos un “entonces” para poder rescatarla de esta angustia. Entonces, empujada por la costumbre instaurada estos días, pasa el trapo sobre una cajonera de metacrilato traslúcido y el perfil de una sombra le empuja a abrirla.

Dentro encuentra montones de trastos cubiertos de polvo, viejos e inútiles, arrinconados por el paso del tiempo, pero colmados de recuerdos y emotividad. Vamos, permítase un respiro y haga inventario. Un plumier de hojalata, un zapato rojo del pie izquierdo, un campesino vietnamita de madera, un collar de cuentas de plástico rojas, una comba, una bola de sonajero, unos calentadores negros, un poster de Don Johnson (sí Don Johnson), un álbum de cromos sueltos de la serie 'V', una yogurtera, una muñequera de tachuelas, un saquito de lavanda, un casete de Peret, una perforadora de folios, un collar de macarrones, unas gafas de pasta Rayban estilo Audrey Hepburn, un pintalabios Russian Red, unos pantalones bombachos, un juego de tazas de peltre blanco, una lija de uñas, una cámara polaroid, una bolsa de piedras de la isla de Pag (Croacia), un frasco de Channel regalo de un novio de amores apresurados, un abanico de puntillas, dos biberones, un hipopótamo de peluche del que salen misteriosas psicofonías, cuentas para hacer pulseras guardadas en una lata de gasas hidrófilas esterilizadas, el mando de un televisor Philips, un Playmobil sin cráneo, cuentas de cristal, un silbato que no silba, una carrete de fotos sin revelar.

Son pequeñas cosas que con los años han aprendido a decir su nombre, y que vuelven a usted apenas lo que dura un relámpago antes de volver a sus escondites en armarios y cajones.

Pero siga. La llaves de su primer piso de alquiler, un móvil Nokia de los 90, un joyero de color amatista, una picadora manual, una botellita de Licor 43 detalle/regalo de la boda de un primo, un gorro de ducha, un bote de polvos de talco, un puzle de Hello Kitty, una piedra volcánica del Teide, una flauta dulce Hohner, una pastilla de jabón con forma de pato, una foto con amigos en los recreativos, la carcasa de un reloj de agua del ColaCao, una caja de alcayatas de acero 14x20 milímetros, una bombilla de linterna, un ambientador de varilla con perfume a granada, un juego de tazas y platillos de café de Duralex en color verde, una pulsera de tachuelas.

Podría seguir, su casa está llena de cosas inútiles y trastos inservibles, montones de chismes que quizá deberían haber acabado en la basura y que, hoy que sufre y está desorientada, le servirán durante un rato para aliviar el peso y entretenerse siguiendo el rastro de su vida y la de los suyos.

Cuídese.

Severino Donate

Severino Donate

Llegó a la SER en 1989. Ahora hace reportajes.

 
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