El conde de Saint Germain
Una de las primeras referencias a un personaje con ese nombre procede de Londres y Viena, a mediados del siglo XVIII. El parlamentario inglés Horace Walpole hace referencia a Saint Germain en una carta donde dice que es un músico maravilloso, aunque éste no es su verdadero nombre y que no dice a nadie quién es ni donde viene. Le describen como un hombre que rondaba los 45 años, de piel morena, cabello negro y vistiendo con elegancia
SER Historia: El Conde de Saint Germain (19/04/2020)
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Madrid
En Viena se encontró con el mariscal francés de Belle Isle, curándole de ciertas dolencias que venía arrastrando hace años. Se convirtió en su mecenas y se lo llevará consigo a París, donde puso a su disposición un completo laboratorio para que realizara sus experimentos alquímicos. Además de curar al mariscal, revivió a una joven amiga de Madame de Pompadour, cuando un envenenamiento causado por setas casi la lleva a la tumba. Sin olvidarnos de su brillante conversación en la que intercalaba frases donde afirmaba que era inmortal gracias a un elixir de su propia invención. Y llegaba más lejos al decir a sus amigos que había estado presente como testigo en las bodas de Caná y que “siempre supo que Jesucristo tendría un mal final”.
A través de Madame de Pompadur conoce al rey Luis XV. Empezó a desgranar sus dotes artísticas (pintaba cuadros, tocaba el piano y el violín) y diplomáticas (hablaba más de 15 idiomas). La confianza llegó a tanto que en 1760 el monarca encomendó la misión de viajar a La Haya para negociar un empréstito destinado a financiar los gastos militares de una guerra contra Inglaterra. Allí se encontró con Casanova con el que tuvo algún que otro problema en Tournai (Bélgica) al convertir una moneda de plata en oro. Casanova manifestó sus dudas y le acusó de haber dado el cambiazo. El conde entonces contestó: “El que duda de mis conocimientos no merece hablar conmigo” y le mostró la puerta de salida. Y no menos virulentos fueron sus encontronazos con el duque de Choisel quien le acusó de servir sus propios intereses en lugar de los de la corona francesa.
En Rusia se hará llamar general Welldone, nombre extravagante que significa “bien hecho” en inglés. Lo de conde, marqués, duque o general le debía parecer poco así que en Núremberg aparecerá bajo el nombre de príncipe Rakoczy, de donde tuvo que huir en 1776. En su peregrinaje llega en 1779 a Eckenförde, en Prusia, situado en el estado de Schlewig. Convence al príncipe Carlos de Hesse-Cassel para que le contrate en su laboratorio. Una jubilación o una tapadera, hasta que el 27 de febrero de 1784 fallece, oficialmente, en la residencia del príncipe. Éste quema todos sus papeles y allí dicen que fue sepultado bajo un epitafio que dice: “Aquel que se hizo llamar conde de Saint Germain y Welldone, y sobre el que no existen otras informaciones, ha sido enterrado en esta iglesia”. ¿Murió realmente? Como se pueden imaginar, no todos están de acuerdo. Para los teósofos se ha convertido en un Maestro Ascendido que vive en el Tíbet y hay quien se hace pasar por él, como ocurrió con Richard Chanfray haciendo trasmutaciones alquímicas con la piedra filosofal en la televisión francesa y también en el programa “Directísimo” de J.M. Iñigo en 1975…