La España desleal

Madrid

No es la primera vez que lo planteo, pero esta pandemia con todo lo que lleva aparejado nos ha colocado frente al espejo como país. Quiero decir, como diseño de país. España es un estado de autonomías, profundamente descentralizado, al menos sobre el papel, pero que tiene que lidiar con -al menos- dos corrientes opuestas: territorios donde una parte de la población desearía más autonomía, incluso la independencia; y otros donde el sentimiento es a la inversa: se defiende un proceso de recentralización. O sea, nos hemos acercado a un modelo federal, pero tampoco acabamos de serlo del todo. Y esta contradicción se nos ha mostrado en toda su crudeza con motivo de esta crisis.

El gran problema es que se trata de una crisis de salud pública, o sea que no estamos en un debate intelectual, teórico, sino que las decisiones- todas- tienen consecuencias inmediatas. Y muy serias. La cosa es: ¿no podríamos -o no deberíamos- prescindir de las ataduras que supone este modelo imperfecto o indefinido que tenemos y primar la eficacia de las medidas?

Quiero decir, esta no es una cuestión de quién manda más, o de quién decide antes las cosas, sino de pura eficacia. A lo mejor el desconfinamiento tiene que hacerse por barrios, o de repente hay órdenes que afectan a comarcas de provincias distintas, o de autonomías distintas. Yo creo que da igual ¿no?

El problema, me temo -y ese es un virus que hace tiempo se introdujo en nuestro sistema político- el problema es que la lealtad entre instituciones está bajo mínimos. Y eso no hay país que lo resista, tenga el modelo que tenga.