Viejos rockeros, nuevos conciertos
Loquillo levanta el telón del WiZink Center de Madrid ante más de 1.700 personas, un 10% de la capacidad del recinto, en un concierto benéfico a favor del Banco de Alimentos de Madrid
Madrid
Hace unos meses ni el mejor de los gurús se atrevería a poner fecha a la vuelta a los escenarios de los cantantes. Uno de los temas más famosos de Loquillo, Feo, fuerte y formal, podría encajar perfectamente con la situación que hemos vivido durante estos meses cuando dice aquello de que toda tu vida se detendrá, nada será lo mismo, nada será igual y así es.
Viejos rockeros, nuevos conciertos
05:33
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1593849129_572310/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Ayer por la noche tuvo lugar en el WiZink Center de Madrid el primer gran concierto que se celebraba después del estado de alarma. Loquillo se subió al escenario en un espectáculo solidario cuyos beneficios irán a parar al Banco de Alimentos de Madrid. Lo de “gran concierto” es algo que nos lo parece ahora, en una época en la que los parámetros de medir la asistencia han cambiado. El recinto que puede llegar a albergar hasta 17.000 personas se tuvo que conformar con 1.700 para poder mantener todas las medidas sanitarias y la distancia de seguridad.
En los conciertos de la nueva normalidad el público se convierte en mero espectador. Está prohibido moverse de la butaca que se te asigna y tampoco se puede bailar, aunque a medida que fueron llegando los grandes éxitos ésta última fue la norma más complicada de hacer cumplir. SI veías el concierto a través de las pantallas, la realización recogía unos planos en los que se veía una sala abarrotada, como en la vieja normalidad. Pero ya saben que en la televisión todo es mentira.
<p>Si te gusta un grupo o solista, compra su disco, síguelo en las redes sociales, ayúdale en la difusión de sus eventos, pero, sobre todo, ve a sus conciertos</p>
El recinto, visto desde arriba, parecía una gran clase de zumba. En la platea había filas y filas de asientos perfectamente alineados donde el público movía los brazos. Con lo que odiábamos las multitudes, hay que ver lo que las echamos de menos ahora. Los flashes del teléfono fueron la forma que la gente encontró para hacerse notar. Cantar a pleno pulmón tus canciones favoritas con mascarilla tampoco debe ser fácil y las voces de las 1.700 personas no eran suficientes para llenar el enorme recinto que es el WiZink, donde resonaba un extraño eco.. Con todo, en los rostros era visible la alegría por poder estar allí meses después. Un desenfreno mucho más controlado de lo que les gustaría, pero un desenfreno al fin y al cabo.
Daniel Sousa
Es redactor en EL PAÍS Audio y colabora en ‘A Vivir que son dos días’ de la Cadena SER. Ganador del...