Podcast especial Miguel Hernández | Doce días de libertad
El caso del poeta fue a la vez por la vía civil y por la militar. El primero lo dejó marchar antes de que el segundo acabase con él
Miguel Hernández: memoria, dos procesos contra un poeta (Episodio 3) | Doce días de libertad
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Madrid
El juez de la prensa ya le había pasado declaración y ahí se interesó en saber si el poeta fue comisario político o si sabía de la muerte de comisario franquista. Ambas cosas las negó Miguel Hernández. Además, el juez se interesó también en el nombre de tres personas solventes que garantizasen lo que él declaraba. El poeta dio tres nombres: José María de Cossío, de la editorial Espasa, de Juan Bellod, que estaba en las JONS de Valencia y sugirió que pidieran informes en el pueblo de Cox (Alicante).
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22 días después de la declaración, la instrucción ya estaba terminada. El fiscal pidió pena de muerte y a Miguel Hernández le iban a hacer un Consejo de guerra.
El siete de octubre acudieron el presidente del Consejo de guerra, tres magistrados y el vocal. El acta resultante no es como las demás, pues, finalmente, no hubo Consejo. A Miguel Hernández lo ponen en libertad.
Los historiadores leen, entre lenguaje burocrático, el enfado del juez Martínez Gargallo, a la postre escritor y humorista en el pasado, pero que pasó a dar indicaciones a la Guardia Civil para saber quién ha liberado a Miguel Hernández.
¿Quién dejó ir al intelectual si han pedido para él la muerte?
Según un papel, con firma del director de la Prisión Provincial de Torrijos, Miguel Hernández fue liberado por decisión del Director de Seguridad. Es decir, hubo orden de un cargo de Gobierno a quien también pide explicaciones Martínez Gargallo. Responde por escrito que él preguntó al Gobernador Civil, quien preguntó al Coronel de Orden Público que fue quien finalmente dio la orden. Nadie quiere asumir la decisión por la que pregunta un juez militar.
El Director de Seguridad cuenta que ordenó a un agente que investigase sobre Hernández y descubrió que el poeta pasó gran parte de su vida en Cox, que se casó con una hija de un Guardia Civil, que se trasladó a Madrid para trabajar en la Casa Calpe, donde este agente fue a preguntar. Allí, el escritor José María Cossío dijo que Hernández “tuvo una conducta intachable y que jamás le escuchó hablar de política”.
“Todo lo que se va recogiendo alrededor de esa documentación es positiva. Estos testimonios hablan bien de Miguel Hernández”, explica José Luis Ferris, poeta y autor de Miguel Hernández: pasiones, cárcel y muerte del poeta.
El caso del poeta fue a la vez por la vía civil y por la militar. El primero lo dejó marchar antes de que el segundo acabase con él.
La decisión de volver a su pueblo
El 15 de septiembre de 1939, Miguel Hernández está en libertad. Pudiendo huir a Sudamérica, el poeta regresa a Orihuela. “Otro en su lugar se hubiera largado cuanto antes salvando su vida. Miguel era así. Con su carácter, lo que hizo fue volver con su mujer y su hijo pensando que ya había pagado con ese tiempo en la cárcel toda su condena”, señala Ferris, quien incide en que ocurrió “todo lo contrario”.
Al cabo de doce días, Hernández será detenido de nuevo. “Estaba casi convencido de que ya no tenían que ir por él”, añade el poeta y biógrafo, y recalca que “imprudentemente” se paseaba por Orihuela, poniéndose en el blanco de “muchísima gente que le quería mal”.
Todo lo que sucede tras en Orihuela entre septiembre y noviembre en 1939 está en el procedimiento sumarísimo 4487, también recopilado a papel. Ahí se leen las últimas horas del poeta junto a los suyos. “Fue visto por unos personajes de la Orihuela de entonces que dijeron que se la tenían jurada y se quedaron sorprendidos de ver a Hernández libre”.