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Sofía Loren, niñas ante el nazismo y una 'llorona' justiciera

La diva italiana regresa al cine con 'La vida por delante', drama que dirige su hijo y estrena Netflix

A salas llegan 'El año que dejamos de jugar', la mirada al ascenso del nazismo desde los ojos de una niña, y 'La llorana', la tercera película de Jayro Bustamante sobre el genocidio en Guatemala

El cine español propone dos documenales que cuestionan el relato oficial de dos hechos clave para España

El Cine en la SER: Sofía Loren, niñas ante el nazismo y una 'llorona' justiciera (13/11/2020)

El Cine en la SER: Sofía Loren, niñas ante el nazismo y una 'llorona' justiciera (13/11/2020)

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Madrid

Sofía Loren regresa al cine con 'La vida por delante', un drama sobre la inmigración y la marginalidad que dirige su hijo y estrena Netflix. A salas llega 'El año que dejamos jugar', una mirada a la Segunda Guerra Mundial y el nazismo a través de los ojos de una niña. El director Jayro Bustamante completa su trilogía de los insultos en Guatemala con 'La llorona', película sobre el horror del genocidio en su país. El cine español propone dos documentales, 'El año del descubrimiento', sobre la lucha obrera, y 'Palabras para un fin del mundo', trabajo que cambia el relato sobre Unamuno. Y en cine clásico celebramos los 40 años de Toro Salvaje, la película que cambió a Robert de Niro y salvó a Martin Scorsese.

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La vida por delante (Edoardo Ponti)

A sus 86 años Sofia Loren sigue siendo una de las mujeres más deslumbrantes del mundo del cine. Lo demuestra en La vida por delante, la película que dirige su hijo, Carlo Ponti, y que ha protagonizado después de diez años sin rodar una película. "Me ha encantado trabajar con mi hijo, por supuesto que sí", decía en un encuentro online organizado por Netflix.

No es la primera vez que se pone delante de las cámaras de Ponti, pues ya lo hizo en 'Between Strangers' (2002)' y en el corto 'Voce humana' (2014). La vida por delante es su primera película desde entonces. "Trabajaré todo lo que pueda, claro que sí", contestaba la actriz en este coloquio, moderado por Isabella Rossellini. En este drama, que adapta la novela de escrita en 1975 por Romain Gary, interpreta a una superviviente del Holocausto que acoge en su casa a un niño africano inmigrante, que ha perdido a sus padres. "Quería que hiciese cosas que nunca hubiera hecho, espontáneas. Creo que el resultado es que vemos una Sofia Loren familiar, con esa autenticidad y vitalidad que siempre tiene, pero con cosas nunca, más profundas de su experiencia en la vida", decía Carlo Ponti sobre el trabajo de su madre en esta película. Renato Carpentieri, Iosif Diego Pirvu, Massimiliano Rossi, Abril Zamora y Babak Karimi completan el reparto de un filme con vocación de hacer reflexionar sobre el trato a los migrantes y las duras condiciones de los niños que vienen a Europa.

Sofía Loren, niñas ante el nazismo y una &#039;llorona&#039; justiciera

Sofía Loren rompió moldes en Hollywood. Primero porque era italiana, después porque suponía una belleza completamente diferente del canón de Hollywood y después, porque venía de una familia muy pobre. "El personaje de Madame Rosa tiene la misma fragilidad que tenía mi madre", reconoce la actriz, que dice que el único modelo de mujer que ella ha seguido es, precisamente, el de su progenitora. "Cuando era pequeña, en la guerra, mi madre estaba en casa conmigo y con mi abuela, y vivimos todo tipo de desastres. Ella estaba en contra de entrar en la guerra y, aunque estuviera asustada, siempre estaba con nosotras, durante las bombas, durante la guerra, todas las noches jugábamos y olvidábamos la guerra. No era una vida agradable, pero cuando eres niño, cada caricia, cada sonrisa que te dan, te hace feliz, incluso en medio de una guerra", recordaba así su infancia.

Hija de madre soltera, creció en un ambiente pobre, en los suburbios de Nápoles en los tiempos de la II Guerra Mundial, hasta que a los 17 años fue descubierta por el productor Carlo Ponti, 22 años mayor, con quien se casó en México en 1957 y tuvo a sus hijos Carlo y Edoardo. Fue Vittorio De Sica quien primero confió en ella.

&#039;La vida por delante&#039; | Entrevista a Abril Zamora

El año que dejamos de jugar (Caroline Link)

Decir adiós y renunciar al lugar que te ha visto crecer es algo que nadie haría por elección propia, sino por obligación, por un motivo de peso. Y más aún, cuando no sabes si algún día podrás volver. 'El año que dejamos de jugar' es una despedida constante, la de una niña de nueve años que se ve obligada a madurar demasiado rápido. Una familia alemana de origen judío que huye de su país ante el inminente ascenso al poder de Hitler es el inicio de partida de este film dirigido por la oscarizada Caroline Link, que retrata una Segunda Guerra Mundial sin sangre ni violencia, sino vista por los hijos de aquellos que se tuvieron que exiliar.

La joven actriz suiza Riva Krymalowski se adentra en la piel de esta Anna que, sin entender qué está ocurriendo en Europa, debe dejar atrás a sus amigos, su idioma y su querido conejo de peluche rosa para seguir a su familia a lugares como Suiza, París o Londres, donde intentarán sobrevivir después de haberlo perdido todo.

La película está basada en el éxito juvenil 'Cuando Hitler robó el conejo rosa', escrito por Judith Kerr, la auténtica Anna, que relató en 1971 en esta casi autobiografía cómo ella y su familia huyeron del nazismo en busca de un nuevo hogar. La guerra no solo les quitó su casa, sino su idioma y costumbres. Tuvieron que adaptarse a las tradiciones de los diferentes países que fueron habitando, siempre acompañados del miedo a no volver a sentirse en casa nunca más. El nazismo en Europa acabó con millones de vidas de personas inocentes, pero también se quedó con la infancia de muchísimos niños que, como Anna, nunca más volvieron a ver a su peluche favorito.

Sofía Loren, niñas ante el nazismo y una &#039;llorona&#039; justiciera

La llorona (Jayro Bustamante)

En La Llorona, Jayro Bustamante rescata un personaje del folklore mexicano y de otros países de Latinoamérica y que ha aparecido ya varias veces en el cine, incluso en el norteamericano, la última en un film de la franquicia de Expediente Warren. Es una mujer que, según la leyenda, asesinó a sus propios hijos y vaga entre la realidad y el más allá, para llevarse a los niños que se han portado mal. "Yo quería cambiar el concepto de La Llorona desde que decidí trabajar con ella porque tiene un significado misógino terrible. Es una mujer abandonada por un hombre; se pone a llorar y mata a sus hijos. Queríamos hacer una Llorona justiciera, pero quería cambiarla totalmente, aunque hay algunos elementos muy lindos en La Llorona como el agua", afirma el director.

La película comienza con el juicio al general Enrique Monteverde, un mando de las fuerzas armadas guatemaltecas responsable de haber asesinado a miles de indígenas. Un genocidio que el general se niega a admitir. Sin embargo, por las noches, los remordimientos surgen en forma de pesadillas y sus víctimas parecen cobrar vida.

Con 'La Llorona' Jayro Bustamante cierra su trilogía sobre El insulto. En Ixcanul se centraba en el racismo; en Temblores, que vimos hace unos meses, en la homosexualidad, una opción sexual que en Guatemala es un verdadero estigma. La Llorona gira alrededor de la palabra comunista porque en muchos sectores sociales y políticos de Guatemala, según explica Jayro Bustamante, todo aquel que defiende los derechos humanos es acusado de ser comunista. "Un comunista en los años 50 y 60, incluso hasta los 80 era un enemigo del Estado. Y se sigue utilizando el insulto para hablar de todo aquel enemigo del Estado. Y cuando entiendes que el enemigo del Estado en Guatemala es aquél que defiende los Derechos Humanos entonces puedes entender que sucediese un genocidio. Eso es lo grave de ese insulto. Si al final solo fuesen puras ideologías políticas, no importaría, pero cuando ya estás insultando a alguien que defiende los intereses generales, eso se vuelve una cosa muy loca", dice Jayro Bustamante.

Pero 'La Llorona', además de una película política, es un film de terror. "Hicimos una investigación y nos dimos cuenta de que los guatemaltecos consumen películas de horror y de súper héroes más que de cualquier otro género. De ahí salió la idea de dirigirnos hacia el horror. Y luego, mientras trabajábamos el tema, hablamos mucho de nuestro país como una "Madre Tierra" que lloraba por sus hijos desaparecidos. Y cuando llegamos a ese concepto, la figura de la Llorona era perfecta".

Jayro Bustamante cierra ahora este tríptico sobre "El insulto", pero su cine en el futuro seguirá abordando los problemas sociales y políticos de Guatemala. "Yo no veo el cine como entretenimiento. El cine como entretenimiento a mí no me interesa. Seguramente haré alguna cosa para ganar dinero porque no lo gano con estas películas, pero mis proyectos personales sí que estarán marcados por crear un despertar, una conciencia y un pacto social y sobre todo hacer que el cine se convierta en una herramienta de aprendizaje", dice. De momento ahora estrena 'La Llorona', un film que Guatemala presenta a los premios Goya y a los Oscar.

Sofía Loren, niñas ante el nazismo y una &#039;llorona&#039; justiciera

El año del descubrimiento (Luis López Carrasco)

El cine de Luis López Carrasco busca en el pasado respuestas al presente, a la España de la crisis de 2008 que le dio un bofetón a su generación. En su primera película, 'El futuro', retrataba el ambiente festivo del 82 con la llegada de Felipe González y en su corto 'Aliens' se adentraba en la efervescencia tenebrosa de la movida madrileña. Ahora estrena 'El año del descubrimiento', una crónica apabullante de la lucha obrera desde la periferia. Un hecho poco conocido, la quema del Parlamento murciano en 1992, es el punto de encuentro para componer un documental de más de tres horas sobre los movimientos sindicales, antifranquistas y feministas que interpela al presente. Carrasco muestra los efectos de la reconversión industrial en Cartagena para retratar la cara b de ese año fundacional instaurado en el imaginario colectivo por los fastos de las Expo y los Juegos Olímpicos. Un relato monumental que cuestiona esa España triunfalista y modernizadora a través de los testimonios y conversaciones de sus protagonistas en un bar de barrio. El director juega con la pantalla partida y la ambigüedad temporal para trazar esta panorámica humana y laboral sobre las raíces de la España de la precariedad.

Entrevista | Luis López Carrasco, memoria obrera para la España de la precariedad

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Palabras para un fin del mundo (Manuel Menchón)

A Miguel de Unamuno se le atribuye una de las frases más manidas y manipuladas de la historia reciente de nuestro país. No se sabe si la pronunció aquel 12 de octubre, día de la raza como lo calificaba la derecha, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca. Y es que hay pocas certezas acerca de qué ocurrió realmente en esos días, las últimas semanas del filósofo antes de morir. Palabras para el fin del mundo ahonda en las horas previas a la muerte y los días posteriores a la misma. Y siembra muchas preguntas sobre la muerte de Unamuno. ¿Por qué no hubo autopsia? ¿Por qué las actas reflejan horas diferentes de la muerte? ¿Quién era Bartolomé Aragón, el último que habló con él antes de morir? ¿Fue Unamuno afín a las ideas falangistas o se lo apropió el régimen?

A todas estas preguntas trata de responder este documental. Su director, Manuel Menchón, ya se había acercado a la figura de Unamuno en La isla del viento, un documental sobre sus años desterrado en Canarias durante la dictadura de Primo de Rivera. Para su siguiente proyecto, quería acercarse a un momento clave, desde el punto de vista de la propaganda, en la Guerra Civil, como fue su discurso en la universidad con Carmen Polo presente y Millán Astray. Fue crucial, porque ahí empezó a gestarse la manipulación de su figura por parte de los fascistas y también a escribirse el final de Unamuno.

De todas las investigaciones, el documental fue creciendo hasta lo que finalmente es: un nuevo punto de inflexión sobre nuestro pasado y sobre las guerras culturales, algo muy de moda en el Congreso. Lo que hace el director es montar un documental de corte clásico, con varios narradores, la voz principal es la de la actriz Marian Álvarez, acompañada de José Sacristán, que pone voz a los escritos de Unamuno, Antonio de la Torre que pone voz al general Mola, y Víctor Clavijo al temible Millán Astray. No hay bustos parlantes, solo uno: el del nieto de Unamuno, que apoya las tesis de la película y pone voz a las memorias familiares.El resto son imágenes de archivo, muchas de ellas inéditas, como la quema de libros en distintas ciudades españolas, o la imagen de Millán Astray con Mussolini juntitos. Imágenes de los fascistas entrando en Salamanca o de muertos en las cunetas, donde la mayoría continúan tirados. El documental recorre la proclamación de la II República hasta la muerte de Unamuno en el año 36, en plena guerra, comparando la estrategia propagandística del nazismo alemán y del fascismo italiano, con la de los golpistas españoles.

Sofía Loren, niñas ante el nazismo y una &#039;llorona&#039; justiciera

En esa estrategia, la figura de Unamuno era clave. Descontento con algunas decisiones de los gobiernos republicanos, como la represión de Asturias o la quema de conventos e iglesias, llegó a decir "me duele España y me duele la república". Católico, conservador y enfadado con los republicanos, igual que Ortega, era un objetivo fácil para los falangistas. Sin embargo, el documental pone en duda que Unamuno colaborara o cediera.

Por ejemplo, el pago de 5000 pesetas, algo que aparece en la película de Amenábar sobre el filósofo, Mientras dure la guerra, y que, según la hipótesis de Menchón no era tal que así. Unamuno pagó, pero estaba arruinado, de modo que era difícil que se tratase de un pago voluntario; sino más bien de algo así como un impuesto revolucionario. Algo que copiaron del nazismo y que consistía en hacer que empresarios afines abonaran esa cantidad, que se atribuía en los libros de cuentas a personalidades e intelectuales que convenía acercar al régimen, como en este caso el autor de Niebla. Esa información se difundía en la prensa extranjera para dar la imagen de que todos los grandes hombres de España apoyaban al bando sublevado.

Volvamos al momento culmen. La muerte de Unamuno. El relato franquista es el que hemos creído hasta nuestros días. El relato ganador. El que cuenta que murió, con su zapatilla quemada en el brasero, diciendo aquello de "¡España se salvará, porque tiene que salvarse!" ¿Fueron, realmente, las últimas palabras de Unamuno? Solo hay un testigo de esa frase y de su muerte. Es Bartolomé Aragón Gómez que, hasta hoy, estaba considerado un antiguo alumno del escritor. No es cierto, nos dice la película. No existe ningún expediente académico que lo acredite, ni se ha encontrado relación epistolar entre ambos. Nadie de su entorno conocía a este señor. Aragón nació en Huelva, estudió en Pisa y allí se empapó del fascismo italiano. De vuelta a España fue un hombre cercano a Millán Astray y uno de los que trabajó en la propaganda del Régimen.

El documental presenta una serie de pruebas que cuestionan la versión oficial. Por ejemplo, las diferentes horas de la muerte o que el único testigo no firme el acta de defunción, ni acude al funeral. Tampoco hay autopsia, a pesar de que la causa de la muerte que dictamina el médico es una hemorragia bulbar y, por tanto, debería haberse realizado. No se cumplen las 24 horas para darle sepultura en la España católica. Fue el propio Bartolomé Aragón quién ecribió la versión de la muerte. Publicada el 16 de enero y que ha sido la voz oficial hasta hoy, hasta el estreno de este documental, que podría dar un giro a las investigaciones. "Se apoderaron de él hasta el final", dice con tristeza su nieto. No solo porque se llevaran su cadáver de la casa familiar y lo enterraran en un funeral propagandístico; sino porque toda su figura y su legado se han utilizado, algo que todavía ocurre hoy, para defender algunos preceptos del fascismo y la ultraderecha. Ese es el gran cambio que ofrece Palabras para el fin del mundo, romper con la imagen de que Unamuno apoyó al fascismo. El "Venceréis pero no convenceréis" se ha usado hasta la saciedad. Guárdense de hacerlo de ahora en adelante.

 
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