El combustible
"He escuchado eso -el exterminio como solución- cientos de veces, casi siempre de boca de personas partidarias de la paz y de la convivencia armónica con el medio ambiente. Me pregunto si quienes dicen esto se sienten parte de la lacra que supuestamente somos"

'El combustible', por Leila Guerriero
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Buenos Aires
Acabo de ver en la tele a una señora repetir eso que siempre se ha escuchado mucho pero que ahora, en este mundo pandémico, se escucha más: que el ser humano es una lacra y que, si nuestra especie desapareciera, en tres días todo estaría regenerado, y las aguas, los bosques, los animales recobrarían su esplendor. He escuchado eso -el exterminio como solución- cientos de veces, casi siempre de boca de personas partidarias de la paz y de la convivencia armónica con el medio ambiente. Me pregunto si quienes dicen esto se sienten parte de la lacra que supuestamente somos; si son portadores de algún salvoconducto que, en caso de que se produjera, los eximiría de la aniquilación; o si tienen la generosidad tan encendida que son capaces de anhelar un planeta sano, pero sin ellos. Últimamente pienso mucho en los años de los que venimos, todo el siglo veinte y los comienzos del veintiuno. Han dado monstruos, claro. Pero también unas cuantas vacunas memorables contra pestes como la polio, cosas como los transplantes de órganos y el by pass, Le Corbusier, Cartier-Bresson, Glenn Gould, Lorrie Moore, los Rolling Stones, Scott Fitzgerald, Jackson Pollock, Paul T. Anderson, Amy Winhouse, Ella Fitzgerald, Hugo Pratt, Art Spiegelman, Juan Rulfo, Manuel Chaves Nogales, Kieslowski, Bergman, Almodóvar. Todos ellos nacieron en estos siglos que, parece, son un embrión inseminado por el diablo. El combustible que los hizo –el aire que respiraron, el agua que bebieron, las cosas que comieron, las guerras que contemplaron- es el mismo que nos trajo hasta estos años brutales. Yo no amo a mis semejantes como a mí misma, pero no los odio ni quiero que se extingan. En cualquier caso, somos animales desorientados, y los mejores de la especie intentan encontrar sentido a lo que parece no tenerlo. A veces con el arte, a veces con la ciencia, a veces levantando un ruedo de manera extraordinaria. O escribiendo cosas como esta: ·”Estas mañanas con suelos fríos y ventanas calientes y luz despiadada, con la certidumbre en el alma de que ese día no será atravesado sino más bien escalado verticalmente y que cuando al final vaya a dormir será otra vez como si cayera desde algún sitio alto y escarpado”. No sé ustedes, pero yo no me atrevería a decir que David Foster Wallace, el señor que escribió esa frase, hizo de este mundo un lugar peor. Se extinguió por mano propia en septiembre de 2008, después de múltiples intentos, nobles y hasta humildes, de entender la tristeza y el vacío que, a lo mejor, es lo que de verdad nos aniquila.




