El tablero político anda revuelto

Madrid

El tablero político anda revuelto después de que se conociera el posible acuerdo del gobierno de coalición con Bildu para el apoyo de los presupuestos. El anuncio en forma de tuit del vicepresidente segundo del Gobierno, ya saben que sacudió al PSOE por dentro y a la oposición por fuera. Los intentos para que, en el seno de los socialistas, las aguas vuelvan a su cauce se toparon con la fotografía de la enmienda antidesahucios y en la oposición los argumentos se multiplicaros.

Y todo queda resumido en unas cuantas escenas del Pleno de ayer en el Congreso. La de Pablo Casado volviendo a refugiarse en las víctimas de ETA, en esa impúdica utilización que el PP ha hecho históricamente del dolor de las víctimas y que tan bien le recriminó ayer por la tarde aquí, en La Ventana, la hija de Ernest Lluch: “Por favor no me lo revivan porque es utilizarlo de una forma grosera", dijo. ETA tiene que formar parte del pasado, añadió. Algo que para el PP es imposible, una y otra vez vuelven al terror de la banda terrorista, que lleva 10 años desactivada.

Más escenas de ayer. Pedro Sánchez evitando referirse, en sus intervenciones, a los acuerdos con Bildu, a pesar de las preguntas directas de Casado o Arrimadas. Pero en la misma escena insistiendo, a pregunta de Aitor Esteban, que el PNV es socio preferente del gobierno, por si había alguna duda o por si duele el callo que el gobierno le ha pisado al PNV tras el acuerdo con los abertzales. Por cierto que el PNV le pide al presidente del Gobierno que dé un puñetazo sobre la mesa del Consejo de Ministros porque Unidas Podemos está distorsionando las reglas del juego, las relaciones con otros partidos, en este caso el PNV.

Y una última escena. La diputada de Coalición Canaria amenazando con echarse al monte y volverse independentista, porque visto los acuerdos del gobierno con independentistas y abertzales, Ana Oramas se pregunta si Canarias tiene que resucitar al Movimiento para la Independencia de Canarias para que les hagan caso.

Pues así está el ambiente en el Congreso que hoy vota una nueva ley educativa, la ley Celaá, la octava de nuestra democracia, y que ya pueden imaginar que no será la última.