Carles Francino vuelve a 'La Ventana' tras superar el coronavirus: un relato entre lágrimas e indignación
"Perdí 6 o 7 kilos, masa muscular, además perdí la voz... pero, bueno, yo he salido. En cambio, el contacto estrecho, un familiar muy próximo, murió el 12 de abril; y otro -otra- se recupera lentamente"
"Si el cariño fuera una hipoteca, yo estaría pagando plazos lo que me queda de vida"
Francino vuelve a La Ventana. / Cadena SER
Madrid
El director de La Ventana, Carles Francino, ha vuelto este lunes al programa mes y medio después de su marcha. Al principio se trataba de una medida de precaución, ya que había mantenido contacto —al aire libre y con mascarilla— con una persona que había dado positivo. Poco después comenzaron los síntomas y una prueba confirmó los temores: tenía coronavirus. Días más tarde, ingresaba en el hospital. "Han tenido que pasar 47 tardes para que él, una persona sin patologías previas, fuerte, con salud de hierro, pueda recuperarse", ha destacado Roberto Sánchez horas antes del regreso. "Ha vuelto pletórico, tiene una pinta estupenda y abraza igual de fuerte", añadía Àngels Barceló.
El pasado 26 de marzo, Roberto Sánchez, al frente del programa en su ausencia, explicaba lo sucedido y hablaba de La Ventana de la resistencia y el confinamiento: "Si normalmente estamos trabajando ahora en la redacción en torno al 40-50% del equipo, hoy a duras penas estamos el 20% y con el refuerzo de una compañera de A Vivir".
Francino, entre lágrimas de emoción
Esta tarde hemos vuelto a escuchar su voz, entre lágrimas, en la SER y ha relatado en primera persona cómo ha vivido la enfermedad que deja ya casi 79.000 fallecidos y más de 3,5 millones de contagios en España:
<p>Francino regresa a la SER tras 47 días de baja a causa del coronavirus "Si el cariño fuera una hipoteca, yo estaría pagando plazos lo que me queda de vida".</p>
"Es curioso. Llevo más de 40 años ejerciendo de periodista y como es obvio en ese tiempo he vivido muchos momentos singulares: emotivos, emocionantes, históricos, tristes, alegres… De todo, porque de todo hay en la vida, pero sinceramente no recuerdo uno tan especial como el de hoy. Y me gustaría poder transmitir lo que siento, poder compartirlo, porque la radio al final es eso: compartir. No es que yo haya vivido nada diferente a lo de miles y miles de familias, pero como tengo un pequeño altavoz… Pues a ver si contarlo, y reflexionar al respecto, sirve de algo, o le sirve a alguien.
Voy primero con los hechos. Hace 47 días me dijeron que tenía que marcharme de la radio. Había tenido contacto estrecho con un positivo y me fui a casa cabreado como una mona porque pensaba que era muy exagerado, que llevaba un año tomando precauciones, con controles muy seguidos, que soy deportista, que estoy fuerte y que a mí no me podía tocar. Craso error: porque este puñetero virus no atiende ni a deporte, ni a razones, ni a nada. De hecho, a los cinco días de dar positivo tuve que ingresar de urgencia en la Fundación Jiménez Díaz con fiebre muy alta y oxígeno muy bajo. Las pasé canutas, sobre todo durante 48 horas en las que los indicadores eran malos, incluido un ictus del que, afortunadamente, parece que no me ha quedado ninguna secuela. Perdí 6 o 7 kilos, masa muscular, además perdí la voz, no es que tenga mucha pero la poca que tengo la perdí. Pero, bueno, yo he salido. En cambio, el contacto estrecho, un familiar muy próximo, murió el 12 de abril; y otro -otra- se recupera lentamente tras pasarse casi un mes en la UCI. Además, mi mujer, y mis hijos pequeños, también sufrieron el ataque del covid, aunque con menor virulencia".
<p>La emocionada reacción de los oyentes a su vuelta entre lágrimas a la SER</p>
Tres reflexiones desde la emoción
El relato de Carles, mezclado con lágrimas y mucha emoción, ha acabado con tres reflexiones:
"Primera: ¿Es posible que nos hayamos olvidado de los sanitarios? ¿Dónde han quedado aquellos aplausos a las ocho de la tarde? Bueno, por si acaso, y dado que lo acabo de vivir en primera persona, sólo recordar que todos los homenajes, los agradecimientos… se quedan cortos. Son como un enjambre: a todas horas, en cualquier circunstancia. Neumólogos, neurólogos, intensivistas, cardiólogos, enfermeras, pruebas, análisis, controles, la atención primaria como primera barrera, como primer filtro… ¡Es que no paran! Y eso que hay momentos en los que les notas cansados, asustados también… y cabreados, desde luego. Lo cual me lleva a la segunda reflexión.
¿Cómo no van a cabrearse Laura enfermera, o Alejandro enfermero, dos de los que me atendieron a mí… cómo no van a cabrearse viendo lo que se ha visto este fin de semana? Que en la UCI del clínico de Madrid se escuchara el ruido del botellón en la calle, la verdad es que no tiene nombre. No voy a entrar en análisis políticos, ni en decodificar resultados electorales, que cada uno vote a quien le da la gana. ¡Faltaría más! Pero sólo digo una cosa: el covid ha afectado a mucha gente, a muchísima, pero a otra mucha no. Y tengo la sensación de que en ese segundo colectivo, mayoritario por suerte, las alusiones a muertos, a contagiados, a hospitalizados… pues como que ya sobran, molestan, ¿no? Sólo así se explican algunos comportamientos. Y sí, claro que determinados discursos políticos o decisiones erróneas fomentan esos comportamientos. Pero hoy no quiero entrar en eso. Y no quiero, entre otras cosas, porque la tercera reflexión… no sé si es la más importante, pero a mí me ha llegado muchísimo y a veces lo olvidamos, que es invocar la fuerza del cariño. Título de una película, ya lo sé, pero también -al menos en mi caso- una reivindicación.
Un cariño que a mi familia y a mí -sinceramente- nos ha desbordado en estas semanas tan complicadas. No sólo de los amigos más próximos, de las burbujas familiares… sino de la radio, de toda la radio, de los compañeros, de las compañeras, de un montón de oyentes, de personas que un día entrevistaste… ha sido abrumador. Si el cariño fuera una hipoteca, yo estaría pagando plazos lo que me queda de vida. Por cierto, esta mañana nos escribía una mujer, una oyente que vino a ver un programa en directo que hicimos allá por el mes de octubre en Valladolid; se llama Isadora, acudió con su marido -nos contaba- y resulta que poco después él murió de covid. Bueno, pues en ese mensaje me deseaba -me deseaba a mí- hoy toda la fuerza del mundo para el retorno.
En fin, detalles como este son las que me reafirman en que quizás deberíamos invertir más energía en las cosas importantes de la vida, las que tienen que ver con los sentimientos nobles, con cuidar a las personas a las que queremos, con intentar que este mundo sea un poquito mejor… Y no perder el tiempo en peleas absurdas y otras gilipolleces. Ya siento decir todo esto, ¿eh? Porque a ver si además del COVID me habrá picado el virus de Paulo Coelho. Pero es lo que me sale en un día como hoy. Y simplemente quería compartirlo".