'Thérèse Raquin', una apasionante novela experimental
Una obra durísima, que se lee con el corazón en un puño, como si nos dejaran mirar por un agujero una realidad terrible
'Thérèse Raquin', una apasionante novela experimental
54:34
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1622020530435/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Émile Zola nació en 1840 y murió en 1902, en París. Es el patriarca del naturalismo y el impulsor de la novela experimental. Es el autor de la la monumental serie de 'Los Rougon-Macquart', que en los 31 volúmenes que comprenden las 20 novelas traza la genealogía de más de 200 personajes marcados por las tendencias hereditarias y los condicionantes del medio social en el que viven. Nosotros destacaríamos 'Nana' y 'Germinal'.
Zola actuó políticamente en varias ocasiones y, sobre todo, en el famoso asunto Dreyfus. En diciembre de 1898 publicó en L’Aurore la célebre epístola a Felix Fauré 'J’accuse' por la que fue multado, condenado a un año de cárcel y a un breve exilio.
'Thérèse Raquin' se publicó en 1868 y despertó una gran indignación entre sus contemporáneos. Es una novela durísima, que se lee con el corazón en un puño, como si nos dejaran mirar por un agujero una realidad terrible. Es apasionante.
El impulsor de la novela experimental
Como señalan, Ruiza, Fernández y Tamaro en Biografías y vidas, Émile Zola fue el impulsor de la novela experimental, es decir, de una narrativa planteada como un experimento sociológico destinado no a reflejar la realidad contemporánea (como la novela realista), sino a explicar las causas de los males sociales desde postulados positivistas (la herencia, el medio) con el fin de contribuir a su reforma y progreso.
Más información
De ahí que la novela naturalista se centrase a menudo en el examen de las lacras sociales (alcoholismo, prostitución, delincuencia) sin rehuir la sordidez, con el consiguiente escándalo para la sociedad biempensante. La influencia de sus ideas y de su praxis narrativa marcó la literatura europea durante al menos las dos décadas de auge del naturalismo, desde 1880 a 1900.
Como señala Zola en el prólogo a la segunda edición, "en 'Thérèse Raquin' pretendí estudiar temperamentos y no caracteres. En eso consiste el libro en su totalidad. Escogí personajes sometidos por completo a la soberanía de los nervios y la sangre, privados de libre arbitrio, a quienes las fatalidades de la carne conducen a rastras a cada uno de los trances de su existencia. Thérèse y Laurent son animales irracionales humanos, ni más ni menos. Intenté seguir, paso a paso, en esa animalidad, el rastro de la sorda labor de las pasiones, los impulsos del instinto, los trastornos mentales consecutivos a una crisis nerviosa. (…) No hay en todo ello ni rastros del alma, lo admito de buen grado, puesto que era mi intención que no los hubiera".
Encontrar el animal que reside en un hombre vigoroso y una mujer insatisfecha
Además Zola añade: "Mi meta era, sobre todo, una meta científica. Al crear a mis dos protagonistas, Thérèse y Laurent, me complací en plantearme determinados problemas y en resolverlos; así fue como sentí la tentación de explicar la extraña unión que puede darse entre dos temperamentos diferentes; he mostrado las hondas alteraciones de una forma de ser sanguínea al entrar en contacto con otra, nerviosa. Quien lea atentamente esta novela se dará cuenta de que cada uno de los capítulos es el estudio de un caso fisiológico peculiar. En pocas palabras, mi único deseo era buscar el animal que reside en un hombre vigoroso y una mujer insatisfecha; en no ver, incluso, sino a ese animal; en meter a esos dos seres en un drama tempestuoso y tomar escrupulosa nota de sus sensaciones y comportamientos".
"Me he limitado a realizar, en dos cuerpos vivos, la tarea analítica que realizan los cirujanos en los cadáveres. Mientras estaba escribiendo 'Thérèse Raquin', me olvidé del mundo, me sumí en la tarea de copiar la vida con precisa minuciosidad, me entregué por entero al análisis de la maquinaria humana. Y puedo asegurar que en los crueles amores de Thérèse y Laurent no había para mí nada inmoral, nada que pudiera animar a caer en desviadas pasiones. Se esfumaba la categoría humana de los modelos, de la misma forma que se esfuma una mujer desnuda para la mirada del artista ante el que se halla tendida, y este solo piensa en plasmar a esa mujer en el lienzo con formas y colores verdaderos".
Convencido de que el hombre se halla sometido inexorablemente a las leyes de la herencia y del medio en que vive, y de que su conducta moral es una simple consecuencia de su condición fisiológica, Zola intentó demostrar estas ideas "experimentando" con sus personajes como lo haría un biólogo en el laboratorio. El resultado científico de este experimento fue nulo. Sin embargo, sus obras, a pesar de su indiferencia por los valores estéticos y de su elección sistemática de tipos y de ambientes poco agradables y hasta repulsivos posee un innegable valor literario. Sobre todo por su fuerza descriptiva, con la que el autor sabe dar vida a grandes multitudes humanas: fábricas, minas, almacenes.