La música mueve montañas (y viceversa)

Madrid

La montaña es una gran fuente de inspiración para la música. A veces por su majestuosidad y por lo que representa frente al frenesí de la vida urbana. Porque es bella y salvaje al mismo tiempo, como explica Sandra Delaporte, cuyo último disco se llama, justamente, Las Montañas.

"La música y la montaña son mis dos pasiones fuertes. Me encanta subir picos cada vez más altos, estoy escalando mucho... La energía que transmite la montaña tiene mucho que ver con el disco. Queríamos trasladar toda esa pureza y esa belleza, pero también toda esa hostilidad", explica la vocalista madrileña, recién retornada del Kirguistán, en la sección de Fuego y Chinchetas en el A Vivir.

Hay quien, sobre todo, extrae espiritualidad de las cimas, como Foyone y Kase.O en Guerrero Psicodélico, como Extremoduro en Ama, ama, ama y ensancha el alma, o como Soleá Morente en su particular versión del ASMR para ti de Triángulo de Amor Bizarro. Pero también inspira metáforas de todo tipo, como el alpinismo emocional al que recurre McEnroe en La cara noroeste, o La Habitación Roja en Annapurna.

Las montañas también forman parte de nuestro día a día. Ahí están Senderismo de Petit Pop, el himno Ikusi Mendizaleak versionado por Leihotikan, o Guarda Forestal de Pony Bravo. Pero las montañas también han jugado un papel importante en nuestra historia. En el poema musicado El corazón helado, por ejemplo, Nacho Vegas recrea la vida de dos maquis tras la Guerra Civil.

Pero la montaña también es tragedia y solidaridad. Una buena muestra es la historia que ha inspirado Asia (Canción para Iñaki Ochoa de Olza), de los navarros Kokoshca. Un tema que rinde tributo a las catedrales de roca y a quienes no están dispuestos a vivir renunciando a esa pasión.

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