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"Perdí el control con el 'realfooding' y no podía frenarlo. Pesaba 35 kilos y medía 1'68"

Dos jóvenes relatan a la SER cómo la 'comida real' acabó convirtiéndose en una obsesión que derivó en una mala relación con la comida y serios problemas de salud

"Perdí el control con el 'realfooding' y no podía frenarlo. Pesaba 35 kilos y medía 1'68"

"Perdí el control con el 'realfooding' y no podía frenarlo. Pesaba 35 kilos y medía 1'68"

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Madrid

Ana y José Ángel llevaban años queriendo cambiar su estilo de vida, su físico, su alimentación, querían verse mejor. Fue entonces cuando, a través de redes sociales, descubrieron el 'realfooding': un movimiento basado en la 'comida real' o 'realfood', es decir, aquellos alimentos mínimamente procesados o cuyo procesamiento no empeora su calidad, como frutas o verduras, y que rechaza aquellos conocidos como ultraprocesados. Lo que en un principio era una manera de mejorar su autoestima acabó cruzando la fina línea que separa un estilo de vida saludable de una mala relación con la comida. Se prohibieron alimentos, se obsesionaron con el deporte e, incluso, se enfrentaron a problemas de salud como la amenorrea (falta de menstruación) o la depresión.

La obsesión por la 'comida real' se ha convertido en un problema que afecta cada día a más jóvenes en España. Quienes, a través de las redes sociales, están expuestos continuamente a cientos de mensajes y vídeos sobre recetas saludables, consejos para mejorar la alimentación o recomendaciones de alimentos naturales o poco procesados que les incitan, en ocasiones, a entrar en un bucle del que no pueden salir. Comienza entonces la ansiedad a la hora de enfrentarse a la comida.

Muchos pasan horas en los pasillos de los supermercados estudiando en profundidad cuáles son los componentes de los alimentos que van a consumir o planificando qué comerán en cada momento del día. Su dieta se vuelve restrictiva: nada de producción industrial ni artificial. Todo pasa a girar en torno a la comida, afectándoles, incluso, psicológica y socialmente. Se ven con el deber moral de distinguir entre alimentos buenos y malos, y se sienten mal si comen algo que no está planificado. Se castigan. Se aíslan de su entorno.

La psicóloga Marian del Álamo explica que hay que controlar las líneas rojas como el rechazo a ciertos alimentos, el sentimiento de culpa por comer algo insano o la fijación con los componentes de los productos. Estas son señales que alertan de que se está convirtiendo en un problema. El más distintivo, según la psicóloga, es la culpa.

Si la situación se intensifica y no se controla con los expertos pertinentes, como nutricionistas, psiquiatras y psicólogos, puede derivar en un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) o la reaparición de los mismos. Como, por ejemplo, la ortorexia: la obsesión patológica e irracional por comer sano y por la calidad de los alimentos.

A finales de 2020, más de 400.000 personas sufrían, o habían sufrido, este tipo de trastornos relacionados con el físico y la alimentación, pues se incrementaron durante la pandemia de Covid-19. El 90% de las afectadas eran mujeres jóvenes, según los datos de la Confederación Salud España, aunque cada vez más chicos como José Ángel se ven afectados.

Nutricionistas como Aitor Sánchez y Alejandra Benito explican que la comida debe ser un disfrute. Resaltan que hay que evitar las restricciones y afirman que, para mantener una buena relación con la alimentación, se debe escuchar al cuerpo y mantener una dieta flexible y variada.

Lydia Ramón Espinosa de los Monteros

Lydia Ramón Espinosa de los Monteros

Graduada en Periodismo por la Universidad de Valencia y Máster en Periodismo por la Escuela UAM - EL...

 
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