Himilce, la princesa Íbera de Cástulo
El año 220 a.C. el general cartaginés Aníbal Barca se prepara para dar el golpe definitivo a sus enemigos. Quiere llegar hasta Roma y destruirla. Pero antes necesita establecer vínculos sólidos con sus aliados en la Península
Aníbal e Himilce
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Madrid
Uno de los más poderosos es Mucro, el rey de Cástulo, una población cercana a Jaén poblada por oretanos, cuyos orígenes se remontan al Neolítico y que en los siglos VII y VI a.C. conoce un notable florecimiento. Como fruto del acuerdo alcanzado por los dos caudillos, se estableció el matrimonio entre el general y la hija del rey, la joven Himilce, en la localidad de Qart Hadasht (la futura Cartago-Nova). Se desposaron en el templo de la diosa Tanit en la primavera de ese año.
Las escasas noticias recogidas en las fuentes históricas sobre Himilceno parecen del todo fiables. Si nos atenemos a las fuentes textuales, tenemos que ceñirnos a las citas de Silio Itálico (siglo I d.C.) en su poema Púnica y de Tito Livio. Este último, en sus Anales, refiere lo siguiente: “Cástulo, ciudad de España fuerte y noble y tan adicta a los cartagineses que la esposa de Aníbal era de allí, pasó sin embargo a los romanos”. Según se desprende de estas palabras, la ciudad de Cástulo era muy relevante en aquella Hispania cartaginesa, no sólo por su oppidum o muralla fortificada que la circundaba, sino también por su enclave estratégico y por la riqueza minera de su entorno.
El poeta latino Silio Itálico (siglo I d.C.), en su libro III, dice que Himilce le dio un hijo al general cartaginés (llamado Aspar). Al poco de nacer el niño, Aníbal dejó a su familia en Gades (Cádiz) para que desde allí se trasladaran a Cartago puesto que iba a iniciarse la Segunda Guerra Púnica contra Roma. Himilce reprochó a su esposo que los abandonara para enfrentarse a las incertidumbres del futuro de la familia. Más adelante, en su libro IV, Itálico refiere un hecho dramático al contar que Hannón el Grande, el mayor rival de los Barca, exigía ante el Gran Consejo de Cartago el sacrificio del hijo de Aníbal como ofrenda a los dioses fenicios para pedir su protección contra Roma. Himilce, desesperada, imploraba el favor de los mandatarios cartagineses a la vez que enviaba un mensaje a su esposo para ponerle al corriente del cruel destino del niño. Aníbal se sumó a la petición de Himilce y consiguió que no se consumara el sacrificio de su hijo.
Y poco más sabemos de Himilce después de este episodio. Todo son incógnitas: ¿Volvió a reencontrarse con Aníbal tras la larga ausencia de éste? ¿Qué fue de su hijo? Se cree que ella y el niño murieron en Cartagena antes de la batalla de Zama en una epidemia de peste, pero no hay forma de saberlo con certeza. Es posible, como sugiere Silio Itálico, que Himilce fuera despreciada por los mandatarios cartagineses en desacuerdo con Aníbal. Ello hace plausible una antigua leyenda según la cual la princesa ibera acabaría regresando a su Cástulo natal, donde moriría poco después. Una Cástulo, por cierto, que no dudó en pasarse al bando romano cuando la suerte de la guerra parecía darle la espalda a Aníbal, tal como relata Tito Livio.