'Miau': la novela del cesante
Es una obra divertidísima, muy moderna, llena de personajes inolvidables y escrita con una libertad absoluta
'Miau': la novela del cesante
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Benito Pérez Galdós nació en Las Palmas de Gran Canaria el 10 de mayo de 1843 y murió en Madrid el 4 de enero de 1920. Es uno de los mayores narradores de nuestra literatura. Como autor, revolucionó la narrativa española. En 'Un libro una hora' ya os hemos contado 'Marianela', 'Trafalgar', 'Doña Perfecta', 'Nazarín', 'Misericordia', 'Tristana' y hoy os traemos 'Miau'.
'Miau' se publicó en 1888, en la década maravillosa de los 80 del siglo XIX, en la que Galdós publicó 11 magníficas novelas. Es una novela divertidísima, muy moderna y habla de temas absolutamente actuales. Escrita con una libertad absoluta, está llena de personajes inolvidables.
La estructura temática de 'Miau' se refiere al "mundo absurdo" de la burocracia, mundo de la injusticia y de la arbitrariedad; la estructura narrativa sigue una pauta muy conocida y con frecuencia utilizada, la del descenso a los infiernos, prolongado aquí conforme al modelo dantesco, por el ascenso (hipotético) al Paraíso. Para entender el significado de esta pauta hay que observar la polaridad que subyace en los estratos profundos de la novela: la polaridad Mal-Bien, Infierno (real)-Paraíso (soñado).
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Poderes demoníacos, injusticia y corrupción rigen la zona negativa; en la positiva, habita un dios cuyas notas distintivas son la bondad y la impotencia. El polo negativo es tangible, según se constata en las referencias al círculo familiar y a los tenebrosos laberintos ministeriales; el positivo es producto de la imaginación de Luisito Cadalso, que desde la inocencia contempla las angustias de la desesperanza.
Luisito Cadalso contempla desde la inocencia las angustias de la desesperanza
Respecto al protagonista, desde su presentación entran en juego las imágenes, desde "tigre viejo y tísico" sucesivas metamorfosis de creciente expresividad irán revelando su genuina consistencia de víctima. Luisito tiene en el texto dos funciones complementarias: la del inocente que por su inocencia misma puede vivir en el sueño lo negado a los adultos y la de conciencia del protagonista, a quien señala el camino de la liberación.
De mano del niño entra el lector en la novela y va conociendo a las mujeres y de su mano, también, llegará hasta Dios. Es una pieza importante de la construcción. No solo observa los hechos sino que revela su sentido. Es en el sueño donde convoca a la figura divina. El desvanecimiento o letargo que le acomete la primera tarde de la novela se repite con frecuencia. Habla Dios y habla el niño que lo inventa partiendo de sus íntimos saberes; la debilidad enfermiza de la criatura aguza sus percepciones y multiplica los encuentros con el sumo interlocutor.
Bien asentadas en el espacio de la cursilería, las mujeres de la familia que, por inconsciencia, frivolidad y estupidez, amargan la vida de Villaamil, se desviven por aparentar lo que no son, perdiéndose en vagos recuerdos de un ayer en el que, durante un instante, alguien las vio o dijo verlas según ellas se imaginaban. El infiernillo doméstico hace más penosa la situación del protagonista, ni entendido ni ayudado por las mujeres.
Galdós emplea tres tipos de ironía
Al narrador de 'Miau' podemos calificarlo de parcial. Su parcialidad se manifiesta sobre todo en la presentación de los personajes y en la adjetivación, cercana en más de un caso a la negatividad barojiana que Ortega trató en 'Teoría del improperio'. El narrador de 'Miau' mira a los personajes desde lo alto, con una perspectiva irónica inevitablemente distanciadora.
Galdós recurre a tres tipos de ironía: verbal, situacional y actancial, ligados en la escritura. Metáforas degradantes y adjetivos empequeñecedores cargan la verbalización hasta la desmesura y predisponen a leer en forma invertida. La ironía de situación se proyecta sobre todo en las escenas que es parte Villaamil y en las protagonizadas por las mujeres.
La arbitrariedad del poder y la indefensión del individuo
Hay un tema de actualidad permanente en Galdós, la arbitrariedad del poder y la indefensión del individuo. Hay una preocupación galdosiana por la corrupción política, endémica en el país, y por los riesgos de un sistema de gobierno en que las ideas de justicia y libertad significaban poco y por eso decide explorar en 'Miau' una problemática que es la misma examinada por escritores como Unamuno, Ortega, Baroja y Kafka. Al adelantarse a ellos y por presentar con tan intenso dramatismo una cuestión que parece hoy más acuciante que nunca, la modernidad de Galdós resalta mejor.
La cesantía de Villaamil no fue hecho insólito sino parte de un sistema en el que la subida al poder de un partido implicaba la incorporación al presupuesto de sus amigos y paniaguados con el correlativo alejamiento del comedero de los beneficiarios de la situación política anterior. Que un funcionario fuese probo, competente y cumplidor de su deber no bastaba para eximirle de la ley general. Lo que al protagonista de la novela le cuesta trabajo aceptar no es la cesantía, sino la permanencia inexorable en ella.
Si un cierto didactismo nunca dejó de traslucirse en los textos galdosianos, es igualmente verdad que la conciencia artística del autor prima sobre otras consideraciones y consiente a la creación libertades tan notables que dan lugar a un curioso fenómeno que cabría llamar rebelión del texto. Cuando este habla por sí mismo, basta escucharle para descubrir su libertad. Escritura en libertad en la cual se entrecruzan, mediadas por el narrador, conversaciones, divagaciones solitarias de los figurantes, fantasías, sueños y quimeras. Las actuaciones se cargan de significado y las funciones actoriales se multiplican.
Este artículo contiene fragmentos de la introducción de Ricardo Gullón a la edición de Alianza Editorial