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Ciencia y tecnología

Las cosas que hemos perdido y las que hemos ganado desde que llegó internet

Las cartas, los VHS o el aburrimiento son algunas de las cosas que hemos perdido por culpa de internet, según la editora del New York Times Pamela Paul. Pero, ¿qué hemos ganado? En La Ventana hemos hablado con el sociólogo Iago Moreno para encontrar la respuesta

La Ventana a las 16h | ¿Qué hemos perdido y qué hemos ganado con la tecnología?

La Ventana a las 16h | ¿Qué hemos perdido y qué hemos ganado con la tecnología?

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Madrid

En España casi no se envían cartas. Antes, hace cuarenta años, cada hogar recibía de media unas 300 misivas al año, algo impensable hoy en día. Tampoco se compran enciclopedias nuevas, ni se alquilan películas en un videoclub. Todo esto echa de menos Pamela Paul, editora del segmento literario del New York Times, que acaba de publicar el libro ‘100 cosas que hemos perdido con la tecnología’.

Paul lamenta en su ensayo (hasta ahora solo disponible en inglés) que internet nos haya robado los momentos contemplativos, el aburrimiento, necesario para el desarrollo de nuestra creatividad, entre otras cosas.

Los jóvenes ya no saben aburrirse

La diferencia generacional está clara: los llamados ‘nativos digitales’, personas que han crecido en la era digital, no sienten tanto rechazo hacia las tecnologías y la hiperconectividad que impera en nuestra sociedad.

Esa nostalgia hacia un pasado desconectado no es tan acuciante, aunque existe en algunos aspectos, como ha explicado en La Ventana el sociólogo Iago Moreno, que con 23 años entra en esta categoría de nativo digital.

Desde que tenemos internet, opina, “hemos ganado cosas buenas y hemos ganado cosas malas, está claro que hemos perdido esa capacidad de desconectarnos y el sosiego que eso da, también el derecho a la pereza y al aburrimiento del que salen las mejores ideas, al final no todo es excitación y grandes momentos”.

El virus que nos (re)conectó

Como desventaja, concuerda, “hemos ganado una ansiedad digital, una sensación de no poder escapar de esa conexión permanente pero de la misma forma, al estar conectados también hemos ganado momentos mucho más bellos, sobre todo durante la pandemia”.

La pandemia por coronavirus de 2020 y su consecuente confinamiento aceleraron la digitalización en España a marchas forzadas, y también afectaron a nuestro uso personal de las tecnologías. La encuesta sobre equipamiento y uso de tecnologías de información y comunicación en los hogares del Instituto Nacional de Estadística de este mismo año las personas de entre 17 y 74 años utilizaron mayoritariamente servicios de mensajería instantánea, buscar información y hacer videollamadas, en ese orden.

“La hiperconectividad nos genera ansiedad”, señala Moreno, “pero también nos genera un sentimiento de cercanía, que desde los enamorados que viven lejos a las personas mayores en el confinamiento les produce un sentimiento positivo”.

Una vez acabados, en principio, los confinamientos, se ha abierto un debate sobre la hiperconectividad en entornos también laborales. Desde marzo del año pasado muchas personas trabajan, si no a tiempo completo, varios días a la semana desde sus casas. Cuando tu oficina está en el salón, ¿dónde está el límite entre el trabajo y el ocio?

Trabajar desde casa es trabajar 24 horas al día

“Hace unas semanas en Portugal se aprobaba una legislación que intentaba regular el que los jefes pudiesen escribir fuera del horario de trabajo a sus empleados, y me parece un tema muy interesante”, apunta Moreno.

En España todavía no existe ningún tipo de legislación así: “El problema es que no nos sentimos legitimados para ello, estas tecnologías han tomado un papel ubicuo en nuestras vidas y sin embargo cada vez que se pone sobre la mesa el regularlo parece que es un exceso totalitario, ahí tendríamos un problema”.

¿Velas o bombillas?

Para el sociólogo esta conversación intergeneracional, que es buena y necesaria, puede llegar a veces “a embarrarse y convertirse en un debate entre electricidad o velas”. La tecnología ha traído muchas cosas buenas, y aquellas que la editora del New York Times dice haber perdido pueden, en muchos casos, convivir con sus alternativas digitales.

Es posible, por ejemplo, mandar una postal a tus seres queridos cuando visitas un país nuevo, y al mismo tiempo recibir su respuesta con una llamada de teléfono de agradecimiento, o incluso un mensaje al móvil.

Mientras en el mundo se envían 65.000 millones de mensajes por WhatsApp cada día, Pamela Paul y su marido seguirán mandando cartas escritas a mano a su hija, que acaba de comenzar la universidad en otra ciudad y, como contaba la escritora en El País , su hija seguirá enfadada porque esto le obliga a tener que ir a una oficina de correos.

Paula García

Paula García

Redactora en prácticas en La Ventana desde 2021. Previamente en la Agencia Efe en Madrid y Berlín, Alemania....

 
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