Los bólidos cósmicos, un fenómeno habitual pero raramente observado
Los meteoritos o trozos de materia extraterrestre, que se vuelven incandescentes al penetrar en la atmósfera, son un fenómeno común, aunque la mayoría de las veces estallan en las capas altas de la atmósfera y se desintegran mucho antes de caer a la Tierra y cuando caen, los suelen hacer en el mar (el 70% del planeta es agua) o en zonas deshabitadas, como ha recordado en la Cadena SER Manuel Toharia, director del Instituto de la Ciencia de Valencia.
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Los meteoritos pueden llegar a pesar 100 toneladas y, al entrar en la atmósfera, se rompen en trozos y aparecen en el cielo incandescentes, como si se tratara de luminarias que al caer a la Tierra se convierten en los denominados bólidos. El de ayer, según los expertos, podría pesar en torno a 50 toneladas.
Casi todos los bólidos son pequeños fragmentos -pueden llegar a pesar un nanogramo, o milésima de miligramo- derivados de cometas o asteroides, y es habitual observarlos a simple vista durante la noche en zonas alejadas de la iluminación urbana. Lo inusual en el caso de ayer es que el objeto fue observado por miles de testigos a plena luz del día.
POR QUÉ BRILLAN
La materia cósmica, al igual que la Tierra, se mueve en el espacio a gran velocidad, por lo que la entrada en la atmósfera de estos objetos se produce igualmente a gran velocidad: entre 10 y 20 metros por segundo. Si entran en contacto con la atmósfera se deceleran, y el rozamiento con el aire produce tal calor que la superficie del objeto se vaporiza e ioniza la atmósfera circundante, produciendo el brillo característico de estos fenómenos. Sin embargo, los meteoritos que llegan a caer al suelo se enfrían y pierden su brillo a altitudes de 5 a 25 kilómetros. Por tanto, cuando un objeto cae a tierra es improbable que siga brillando.
La penetración de un meteorito de un kilo hasta unos 40 kilómetros de altitud es suficiente para producir una onda sónica que puede oírse desde tierra como un gran trueno, y hasta puede registrarse con un sismógrafo. Muchos testigos oyeron ayer un sonido de este tipo, y algunos también dijeron haber sentido temblar la tierra.
EL METEORITO MÁS BRILLANTE
La caída en sí de un objeto de esa masa al suelo, sin embargo, es casi inapreciable a menos que se esté muy cerca del impacto. Por esta razón, es raro encontrar un meteorito de ese tamaño a menos que haya caído en una zona habitada.
El meteorito más brillante documentado históricamente cayó el 30 de junio de 1908 en Siberia central, y tenía tanto brillo como el mismísimo Sol. Su efecto fue equivalente a una explosión nuclear de 10 megatones y causó la destrucción de un área forestal de 2.000 kilómetros cuadrados. La geología ha demostrado que en el pasado se dieron impactos mucho mayores, como el que causó la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años. Los impactos catastróficos de este tipo sólo ocurren en promedio una vez cada 100 millones de años.
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Hablamos con Manuel Toharia sobre el meteorito que ayer iluminó el cielo de la península




