El alcalde de Toques desobedece al PP, asegura que no dimite y que dará su "sangre" por su pueblo

El alcalde de Toques, Jesús Ares, condenado por abuso sexual a una menor, anunció hoy que no piensa renunciar a su cargo y que está dispuesto a "entregar su sangre" por este municipio coruñés. El PP gallego le había exigido ayer su renuncia.

En la sesión plenaria en la que tanto la única representante socialista, Cruz Bández, como los dos concejales independientes solicitaron al grupo popular la dimisión del regidor, éste se negó rotundamente a hacer un pronunciamiento sobre su postura y se limitó a dar un golpe fuerte en la mesa y a decir: "El alcalde sigue".

Ares, a quien ayer el Comité Ejecutivo del PPdeG le exigió su renuncia en el cargo, adoptó la decisión de continuar como alcalde hasta que se resuelvan en la Audiencia Provincial los recursos sobre la sentencia que le condena.

El alcalde, de 71 años y que fue condenado la semana pasada por abuso sexual a una menor del municipio, hija de un amigo, hizo este anuncio durante una sesión marcada por la tensión y la división entre los vecinos, en la que algunos partidarios del regidor llegaron a agredir y expulsar de la sala de plenos a los cámaras de televisión que acudieron a cubrir el acto.

DENUNCIA DE LOS PERIODISTAS

Tras el pleno, 16 profesionales de los medios de comunicación denunciaron en el cuartel de la Guardia Civil de Melide las agresiones, insultos y daños sufridos en el material de trabajo durante la sesión plenaria.

El suceso se produjo al comienzo de la reunión, cuando el alcalde entró en la sala y comenzó a golpear la mesa presidencial mientras gritaba "¡cámaras fuera!", lo que llevó a la mayor parte del medio centenar de vecinos congregados en el consistorio, seguidores del edil, a empujar e insultar a los periodistas hasta que les expulsaron del salón.

Algunos redactores y fotógrafos se vieron envueltos en la reyerta y fueron también fuertemente empujados, aunque ningún resultó herido, y recibieron todo tipo de insultos de un grupo formado, en su mayoría, por hombres. En el salón de plenos, donde había medio centenar de personas, tan sólo unas pocas mujeres se atrevieron a gritar dimisión, mientras que los cámaras lograron grabar imágenes desde detrás de la puerta.