Sociedad
ATENTADOS DEL 11-M EN MADRID

"Se me ha muerto en los brazos"

Testigos de los atentados cuentan el horror vivido en las cercanías de la estación de Atocha

Madrid

"Iba en el tren con los cascos puestos, como todas las mañanas, cuando he sentido las explosiones, pensé que habíamos chocado. Entonces vi que el vagón de atrás había saltado por los aires. Estaba todo reventado, la gente ha salido huyendo por las vías y había decenas de heridos... Yo me he quedado a ayudar, a sacar a los heridos. Estaba todo reventado... los cuerpos... tenía a una chica en los brazos y la hemos perdido.... Se me ha muerto en los brazos". El que habla es Mariano, un joven de 28 años que se dirigía a su trabajo desde la localidad madrileña de Torrejón de Ardoz, en el tren de cercanías donde han explotado tres bombas a primera hora de la mañana a unos metros de la estación de Atocha.

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Nada más producirse los atentados, la policía ha establecido un amplio cordón de seguridad en toda la calle Téllez, que forma un cuadrante perpendicular a la avenida Ciudad de Barcelona y frente a la que discurren las vías del tren. Entre el ruido ensordecedor de los helicópteros y las sirenas, docenas de ambulancias hacían cola ordenadamente a lo largo de toda la calle para recoger a los heridos que, en un primer momento han sido atendidos en los antiguos cuarteles de Daoiz y Velarde, donde se está construyendo un moderno polideportivo y en el que se ha instalado un hospital de campaña. Nadie se atrevía a dar un cifra, pero semejante movilización daba una idea de las dimensiones de la catástrofe.

Sólo los servicios médicos y las fuerzas de seguridad tenían acceso a la zona de la hecatombe y, tras el cordón, se agolpaba un enjambre de vecinos, curiosos y peridistas. No se podía entrar, pero sí salir. Entre los agentes y los médicos, Mariano caminaba para escapar de todo lo que había visto durante más de dos horas. Vestido con un chándal azul y gris y con una mochila a sus espaldas, tenía toda la cara y las manos cubiertas de sangre seca. Tras cruzar el cordón, se ha derrumbado en un banco. Allí, con sus enormes ojos azules muy abiertos y fijos en el suelo, ha narrado el horror que ha vivido todavía paralizado y bajo los efectos del impacto. "No estoy herido, pero no oigo nada", repetía una y otra vez a una farmacéutica que le ofrecía su casa para que se lavara y para examinarle los tímpanos. "Estoy bien, no me importa la sangre", respondía Mariano, al que la señora ha logrado llevarse un rato después.

"Creo que han sido tres explosiones, una detrás de otra. Aunque el tren no iba lleno porque era muy temprano, ha sido una matanza y yo me he salvado por vago, por no andar unos metros más no me he montado en el vagón de atrás". Mariano cuenta que, tras la sacudida, ha visto imágenes que le recordaban al 11-S: "Había heridos y sangre por todas partes, trozos de personas, gente atrapada y gente corriendo por las vías. A los 20 minutos han llegado los primeros policías, bomberos, el SAMUR... íbamos sacando a los cuerpos y los llevábamos a las piscinas del polideportivo".