Inglaterra vence Trinidad y Tobago (2-0) y ya está en octavos
Papeles cambiados en Nuremberg. Los 'supporters', tranquilos, sin noticias de 'hooliganismo' al menos antes y durante el encuentro; y los 'pross', los jugadores de los 'Three Lions', espesos, pérfidos, hasta los goles finales de Crouch y Gerrard.
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Pérfida en el campo, Albión en la grada. La pelota parecía la Umbro, la de la Premier. Pero el acoso inglés, sin fin, fue como los avances al paso de combate en perfecta formación durante las guerras coloniales. Hasta parecía sonar el tamborilero. Sin arrasar (palabra de moda), aunque sin pausa en busca del objetivo, el gol, la victoria, la clasificación para octavos de final. Llegó a última hora. Con Crouch, el descubrimiento de Benítez, y Gerrard, que sólo hizo una cosa, un gol colocado, perfecto.
Los trinitenses, pese a lagunas tácticas importantes y normales en una selección sin tradición, aguantaban el paso de los minutos con la dignidad del imbatido. Ya se estrelló Suecia en ese muro en la primera jornada del Grupo B.
De hecho, el dominio sin premio en el rasca y gana del encuentro apenas dio acciones para la épica. Disparos lejanos, el recurso que mejor explotan los alemanes, que no los ingleses. Y, si acaso, un remate inverosímil de Crouch a los 16 minutos (bien por el larguirucho) u otro que debía ser gol a los 43 (mal por el Maradona más alto que ha dado el fútbol). Trinidad y Tobago tuvo sus dos momentos de gloria, para sorpresa generalizada del grupo que trabaja el veterano Leo Beenhakker. Y también protagonizados por el mismo jugador, John. Ambos remates (36' y 45') sembraron ciertas dudas en las habilidades aéreas del meta Robinson.
Y Rooney
En la segunda parte, a la espera del fenómeno Rooney que hacía ejercicios de calentamiento (si tenían que echar mano de él tan pronto, mal asunto), Inglaterra mantuvo el paso. Y el veterano Yorke, el suyo. Anunciándose peligroso a la contra como en su época gloriosa en el Man United.
De Beckham, poco. En su banda derecha (donde más tiempo pasa cuando deja de grabar anuncios), aguardando un balón franco para enviarlo envenenado al corazón del área, su especialidad. Y de Owen, casi menos. Le sacó una amarilla a Gray que pudo ser al revés. Conectaron los dos antiguos compañeros del Madrid a los 57 minutos, en un centro y un cabezazo fuera. Fue el canto del cisne de Owen, reemplazado por el 'niño' de Inglaterra, el bajito, pendenciero y futbolista Rooney, portada del último 'Rolling Stone'.
También entró otro de apellido musical legendario, Lennon. Por Carragher, el sustituto de Neville. Casi le saca un penalti al árbitro por mano de un defensor. Ni con Kamikawa, el árbitro japonés, tuvo suerte el once de Eriksson, que es mucho mejor equipo de lo que aparenta.
En la recta final, los nervios entraron en escena. Y venga ansiolíticos. Y madera ofensiva de Beenhakker, que veía opciones de derrotar al gigante inglés con la entrada de Glen. Pero los momentos de victoria fueron para Crouch o Lampard. Sin éxito hasta la jugada ganadora en el 'jack-pot'. Pase de Becks medido (como sus trajes) y cabezazo salvaje de Crouch, que juega al fútbol como podía ser alero alto en la ACB. Luego sentenció Gerrard, en un triunfo con sabor a Liverpool. Kamikawa le anuló un tanto por fuera de juego a los trinitenses, que siguen a cero.
Inglaterra ya está en octavos. Ahora espera Suecia en una última jornada en la que no sufrirá. Es la grandeza de un Mundial, donde se juegan un mínimo de tres partidos y un máximo de siete. A ese número pretende llegar Inglaterra. Debe mejorar su contundencia, al límite del fracaso.