Discrepancias en el G-8 sobre la escalada bélica en Oriente Próximo

Los jefes de Gobierno y de Estado de los siete países más industrializados del mundo (Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Japón y Canadá) y Rusia se encuentran reunidos en la ciudad rusa de San Petersburgo desde anoche, y entre sus tareas prioritarias está consensuar una declaración común sobre la escalada de violencia en Oriente Próximo.

El llamado G-8 se afana por llegar a un acuerdo, según el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov, que dice haber discutido con la secretaria de Estado norteamericana, Condolezza Rice, "posibles fórmulas" que agraden a todos. A falta de conocer cómo podría obrarse ese milagro, Lavrov ya ha avanzado una fórmula: las soluciones al conflicto deben ser "generales".

Las discrepancias entre las dos superpotencias en el intercambio abierto de hostilidades entre Israel y el grupo armado libanés Hezbolá son claras. Después de que el sábado, tras su reunión con Putin, Bush culpara de la crisis a Hezbolá en exclusiva, hoy ha insistido en que "todas las naciones tienen derecho a defenderse de los ataques terroristas". Sin embrago, sí ha deseado que haya una contención "en lo que se refiere a la población" y ha mostrado su preocupación "por la frágil democracia de Líbano".

El mensaje apaciguador ha salido más claro de la boca del presidente francés. Jacques Chirac ha hecho un llamamiento "para que se proteja a la población civil". También ha pedido que "Israel modere el uso de su fuerza" y que "Hezbolá cese sus ataques contra Israel y libere a los soldados secuestrados".