Un tribunal francés rechaza la demanda de eutanasia de una enferma incurable
La paciente, que no recurrira el fallo, dispuesta a acudir a Suiza, donde la eutanasia es legal
Un tribunal de Dijon rechazó hoy la demanda de la francesa Chantal Sébire, que sufre un doloroso tumor incurable, de que se le practicara la eutanasia activa, informaron fuentes judiciales. La corte ha seguido la petición de la Fiscalía, que había pedido que no se admitiera la demanda de la enferma por considerar que no podía ser tenida en cuenta "en el estado actual de la ley".
Más información
- 10 años del adiós de Ramón Sampedro
- Hallan muerta en su casa a la mujer francesa que pidió morir
- La investigación no puede determinar la causa de la muerte de Chantal
- Chantal Sèbire se suicidó con barbitúricos
- Soria descarta impulsar cualquier tipo de regulación sobre la eutanasia
- Sanidad anuncia la creación de una comisión bioética sobre la "muerte digna"
- La autopsia tampoco aclara las causas de la muerte de Chantal
- El arzobispo emérito de Pamplona reivindica la muerte de Jesús sin cuidados paliativos
Pese a no haber obtenido lo que pretendía en los tribunales, el caso de Sébire ha servido para relanzar en Francia el debate sobre la eutanasia. Sébire, una maestra de 52 años y madre de tres hijos, había acudido ante la justicia por los "atroces" dolores que le provoca su enfermedad, un poco común tumor nasal que además le ha desfigurado el rostro.
Apoyada en el carácter incurable de su mal, en el sufrimiento "intenso y permanente" que le produce y en el "rechazo a soportar la irreversible degradación de su estado", Sébire había pedido al tribunal que permitiera que un médico le prescribiera medicamentos para "terminar su vida con respeto a su dignidad", según rezaba la demanda.
La enferma rechazaba la solución que autoriza la ley francesa sobre cuidados paliativos, redactada en 2005, que autoriza a los médicos a llevar a un paciente a un coma inducido hasta que muera.
El Gobierno francés no respaldó la demanda de Sébire y el presidente, Nicolas Sarkozy, a quien la enferma se dirigió directamente para que intercediera por su caso, se limitó a enviar a su consejero de salud, que le propuso nuevos exámenes para asegurarse de que se había hecho todo lo posible con su enfermedad.