El caso de Mari Luz ha puesto en la palestra de los medios un tema que nunca debió de desaparecer, los abusos sexuales en la infancia. En la mayoría de los casos estos se producen en el entorno familiar de los pequeños. Niños y niñas sin distinción deben aprender a ser adultos cuando apenas levantan un palmo del suelo. Recogemos el testimonio de una madre que descubrió como abusaban de su hija Con tan sólo año y medio, Laura empezó a manifestar los primeros síntomas de abusos sexuales. Su Madre, Carmen acababa de separarse, y la niña visitaba frecuentemente a su padre. Según relata la madre, la niña, de tan solo año y medio, empezó a dormir mal, y sus juegos con los peluches eran «raros», no paraba de desnudarles, y tras esto les propinaba una contundente paliza. Con estos síntomas, el pediatra tampoco sabía bien lo que le ocurría a Laura, por eso su madre acude a una psicóloga que termina haciendo un peritaje de la niña y de su entorno. Los resultados indicaron que algo grave ocurría cuando la pequeña estaba con su padre. Y mientras, el tiempo pasaba desgraciadamente para Laura. Según fue creciendo la niña, empezó a hacerse tocamientos, y a tener los genitales inflamados. Palabras tales como «polla» o «puta» empezaron a formar parte del escueto vocabulario de la menor, junto con frases como «mete dedo». Tras observar un sangrado en la vagina, Carmen, su madre, no se lo piensa, y decide llevarla al hospital. A partir de ahí un equipo de Psicólogos y pediatras se ponen en funcionamiento. Evaluaron a la niña durante tres meses, y el Informe fue contundente. El hospital del Niño Jesús cree observar «abusos sexuales» y decide comunicárselo a las autoridades. Con este informe se abren diligencias previas de investigación, y empieza una nueva fase para aportar pruebas. Videos de la niña y sus «juegos obscenos» con los muñecos, su actitud en la guardería, forman parte del sumario. Se paralizan las visitas con el padre, pero para sorpresa de Carmen, el procedimiento judicial se archiva, sin que se produzca juicio alguno. Hoy Laura tiene 7 años y se niega ir a ver a su padre. Seis años después Carmen se pregunta de que manera se puede resarcir a una niña por todo el daño sufrido. Cuando la víctima se siente culpable Pero las victimas no son solo chicas. En los niños las secuelas son tan graves como en las niñas. Javier hoy tiene 25 años. Hace sólo tres, no lo hubiera podido contar. Gran parte de su infancia y adolescencia ha estado marcada por el sentimiento de culpabilidad. Tenía 5 años, cuando su vecino, amigo de la familia, empezó a «intentar ganárselo». Una vez conseguida la confianza de la familia, empezaron los abusos. De «tocamientos» pasó a sexo oral e incluso intentó penetrarle. La siguiente fase fue la de la «negación». Intentar olvidar lo ocurrido. Recuerdos que era «mejor no tener presentes». Cuando todo volvió a la memoria a los veinte años, llegó el momento de contarlo a sus padres y las preguntas de estos «¿cómo no nos dimos cuenta de nada?, ¿cómo no pudimos protegerte?». Aunque no ha conseguido olvidar aquellos hechos, el tratamiento psicológico que ha seguido durante años, ha conseguido que la pena y la angustia se verbalicen, y de esta manera superarlo. Javier ha tomado consciencia de que él, la víctima, no tiene nadad de lo que avergonzarse.