Día 2. Salvamos el coche de la SER
Acabamos de llegar al hotel después de un día en el que ha pasado lo que ya sabíamos: Contador ha perdido un poco más de tiempo con los favoritos en la contrarreloj por equipos, aunque tampoco es nada del otro mundo. Con Andy Schleck, que es quién nos importa, la diferencia aumenta en 23 segundos y ya es de 1'37''. Si hay un ciclista que lo puede recuperar es el de Pinto. Y aún queda mucho Tour y mucha montaña para hacerlo.
Este lunes dejamos ya la provincia de la Vendée y recorremos 198 kilómetros hacia el norte de Francia. También dejamos el hotel en el que hemos estado estos días, en Les Sables d'Olonne, un pueblo pequeñito de la costa oeste francesa, de tradición pesquera y con un montón de restaurantes al borde de la ría que le encantan a Íñigo Markínez.
Y lo más importante, después de dos etapas y cuatro días aquí, es que los dos coches de la Cadena SER para este Tour siguen en la carrera. Lo digo porque el viernes hemos estado a punto de quedarnos sin uno de ellos. Después de pasarnos por la sala de prensa Markínez, Lekuona y yo a primera hora de la mañana, nos llamaron Anselmo y Cabrera, que se habían ido a ver la zona donde comenzaba este año la primera etapa. Es un sitio espectacular. Una carretera muy estrecha (le llaman Passage du Gois), de unos 3 kilómetros, que une la pequeña isla de Noirmoutier con el oeste de Francia, con el continente. Sólo puede atravesarse cuando la marea está baja, porque cuando sube el agua cubre completamente el asfalto y se corta el acceso desde ambos sentidos.
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Bueno, pues nos llaman Cabrera y Anselmo para decirnos que han encontrado un restaurante español que tiene buena pinta y que sirve paella (la comida en Francia no tiene nada que ver con la de nuestro país y encima es muy cara, así que siempre aprovechamos las buenas oportunidades). El restaurante estaba al lado del Passage du Gois, pero la carretera estaba cortada desde las 14:30. Llegamos a las 14:40, aunque en la carretera aún no había agua. "¡Qué exageraos, aquí se pasa de sobra!", dijo Markínez. Total, que pasamos con el coche hasta la isla, hacemos unas cuantas fotos, nos damos la vuelta hasta el restaurante y hacemos más fotos. Y al llegar a medio kilómetro del final...¡sorpresa! No había carretera, sólo agua y Lekuona, Markínez y yo dentro del coche. No podíamos dar la vuelta y puede que si continuábamos para adelante el coche quedara flotando en medio del mar. En esto que Íñigo acelera, Lekuona tiene que cerrar las ventanillas, el coche patina, las lunas completamente anegadas de agua, la gente mirando desde la orilla con prismáticos...Pero pasamos.
Y menos mal porque, de lo contrario, a ver cómo explicamos en Madrid que hemos perdido uno de los coches antes del comienzo del Tour. Y que el coche está flotando por el Atlántico, camino de la bahía de Santander o del puerto de Gijón. La culpa, en realidad, es de los franceses. Porque si no se podía pasar desde las 14:30, pues que pongan unas barreras como las que hay en los cruces de las vías del tren para que 'valientes-imprudentes' como nosotros no podamos cruzar, ¿no?