Día 18. ¡Ahora o nunca Alberto!
Qué cerca están ya los Campos Elíseos. <b>Después de tres semanas en Francia puede ganar el Tour</b> alguien que todavía no se ha vestido de amarillo. <b>De hecho, estoy seguro de que será así</b>
Contador le recortó tiempo a sus rivales el martes, hoy ha vuelto a intentarlo y ha puesto nerviosos a todos en el descenso. Tanto que el líder no midió bien en una curva y entró de frente en el patio de una casa particular, como quien entra para hacer una visita. Menos mal que la valla estaba abierta, porque de lo contrario hubiera sido terrible. Las diferencias se han acortado tanto que, ahora mismo, todo el mundo da como favorito a Cadel Evans, por lo superior que puede ser el sábado en la crono de Grenoble.
Nosotros seguimos creyendo en Alberto. ¡Vamos pistolero!, le gritaremos mañana. La etapa acaba en el Galibier, cuando las piernas ya estén machacadas por los puertos anteriores y después de que, seguramente, el Saxo Bank intente imprimir un ritmo infernal a la jornada. Es la hora de los 'equipiers' de Contador, de Dani Navarro y compañía. Es la hora de que todos suden de lo lindo con las embestidas del triple campeón del Tour, del mejor ciclista del momento, del que puede ser el mejor de todos los tiempos.
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El español se enfrenta al mayor reto que ha tenido hasta ahora, aunque no lo reconozco. Después del año que ha pasado fuera de la carretera, tras haber ganado un Giro, de haberse ido al suelo tres veces y de perder más de un minuto el primer día... Después de todo, Alberto todavía está en todas las quinielas para ganar en París. No me gustaría que ganase uno de los hermanos que no ha tenido agallas para tirar en toda la carrera; no me gustaría que ganase un australiano que tampoco ha sabido tomar la iniciativa; ni un francés que se ha vestido de amarillo fruto de una escapada que cogió más tiempo del debido porque el pelotón se paró por las caídas. Me gustaría, nos gustaría, que ganase Alberto, porque es el mejor. Y que Samuel estuviese entre los tres mejores, por valiente.
Mañana no sabremos quién gana el Tour, pero sabremos quién no lo puede ganar. Será un día de descartes. Y espero que Contador descarte a varios. Salimos de Italia, de Pinerolo, sobre las 11 de la mañana. Unas horas antes nos iremos nosotros de Turín, donde dormimos, hacia la salida para saber cómo está Alberto, qué tal se ha levantado, si le viene mejor que llueva, que nieve o que se derrita el asfalto por el calor. Seguro que contaremos un final de etapa apasionante y yo ya lo estoy imaginando desde esta noche. Un ciclista que no tendrá tiempo a cargar las pistolas por cruzar lo antes posible la línea de meta para comer segundos. Eso no lo puede asegurar. Pero sí asegurará espectáculo.
El viaje de hoy ha sido muy cómodo. Hemos venido muy rápido de Pinerolo a Turín e incluso nos ha dado tiempo a ver el centro de la ciudad. Habitualmente pasamos por un montón de sitios sin tiempo a ver mucho más que el hotel y un restaurante cercano para cenar rápido. Lo de mañana será peor, porque las evacuaciones desde la alta montaña suelen ser terribles. Y será una jornada de muchos kilómetros en la carretera. Menos mal que Íñigo ya ha recuperado el cargador del móvil para el coche, porque se queda sin batería dos veces al día. Hace ya una semana, el piloto verde de su cargador de teléfono no se encendía al enchufarlo en el mechero. Se le metió en la cabeza que no funcionaba. "¡Esto no funciona niño!", le dijo a Cabrera mil veces. Tuvo loco a nuestro técnico todos estos días para que comprara otro cargador.
Al final Cabrera, ya cansado de escuchar al de Bilbao, compró el aparato. Pero al enchufarlo tampoco se encendía un piloto verde. Lo que pasaba es que no hacía falta ningún piloto. El cargador nuevo funcionaba. ¿Y el antiguo? "Ese déjalo Cabrera, lo voy a tirar porque no va". Lo que no admitió es que los dos funcionan, porque el piloto verde no existe. Pero funcionar, funcionan. Porque los hemos probado antes de subir a la habitación para poder tomarle el pelo. Espero que, de aquí al domingo, Markínez no estropee nada más.