Internacional
Reportaje:

La 'Primavera marroquí' acaba con el invierno del silencio

La sociedad marroquí ha perdido el miedo a hablar

Marruecos no ha tenido ni su avenida Habid Burguiba, como en Túnez, ni su plaza Tahrir, como en Egipto. Sin embargo, aunque de lejos, estos meses de primavera árabe también han dejado en el reino alauí un cierto olor a jazmín. Por el contrario, los mínimos cambios liderados por Mohamed VI han supuesto que este aroma no haya perfumado tanto el sistema político como el ámbito social.

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"Se ha roto el muro del silencio; la gente ya no tiene miedo a criticar en público el poder establecido", afirma Ali Anouzla, director del diario on line independiente, Lakome.com. Antes "la mayoría de la gente no tenía la oportunidad de opinar abiertamente, lo hacía en Facebook, pero no en la vida real", sostiene Fatima Mernissi, una de las sociólogas más prestigiosas del país y premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2003. "Ahora sí se hace y es ahí donde está llegando el cambio". Éste es el principal avance, el más claro e importante que muchos marroquíes ven como resultado de estos meses de protestas en Marruecos que comenzaron aquel 20 de febrero de 2011.

A imagen de las revueltas de otros países árabes, un grupo de jóvenes apoyado por organizaciones de defensa de los derechos humanos constituyeron en Marruecos a principios de 2011 el Movimiento del 20 de febrero. Desde entonces han hecho salir a la calle a miles de marroquíes que han exigido avances democráticos, centrados, sobre todo, en la disolución del Parlamento y del Gobierno, el fin de la corrupción y, en definitiva, la instauración de una verdadera monarquía parlamentaria. Este fenómeno, inédito hasta el momento en Marruecos, obligó a Mohamed VI a dar un paso estratégico. El monarca alauí propuso el pasado 9 de marzo una reforma de la Constitución. Aprobada el 1 de julio por una abrumadora mayoría según las cifras oficiales, la nueva Carta Magna no dibuja, por el contrario, grandes cambios en el sistema político. Por ello, los avances democráticos acontecidos y conseguidos en Marruecos durante estos meses están en la calle.

"Hemos cambiado la percepción de una parte de la población", afirma Aba Dila, miembro de la coordinación del Movimiento del 20 de febrero en Rabat, "hemos introducido una pregunta en la mente de todos los marroquíes", continúa orgulloso. Sin embargo subraya, realista, "es el comienzo de un proceso muy largo, y puede que ni nosotros veamos el cambio sino otros que vengan después". Aba Dila no es precisamente uno de los jóvenes estandarte que pueden verse ni en las portadas de los periódicos marroquíes ni en las pancartas de los detractores del Movimiento del 20 de febrero. Tiene 43 años, es informático y dispone de una gran experiencia de lucha social a sus espaldas. Sus palabras y comentarios en Facebook dejan ver una ilusión por el cambio que un tiempo atrás parecía aparcada. Las miles de personas que han conseguido sacar a la calle durante estos meses para compartir sus reivindicaciones políticas y sociales hacen que sonría, esperanzado. Sin embargo, su joven espíritu atrapado en un cuerpo de hombre de mediana edad empuja al inconformista que lleva dentro. "Hemos abierto la caja de pandora", asegura, "pero nuestros derechos no han cambiado; yo todavía no soy libre".

Pese a que reconoce que en la actualidad el debate se ha instalado en la calle, subraya también que "sigue habiendo temas tabú". Preguntado por cuáles son, rechaza responder porque "precisamente por eso son algo tabú". Aba Dila califica de "fascismo" la situación que continúa viviendo Marruecos. "Nos siguen en los cafés y por la calle; en vez de dejar que el debate se abra, nos quieren hacer callar, no mediante la palabra, sino a través de la violencia". Además, afirma que el intercambio de opiniones que ha surgido "no es sano" porque "no es un debate sobre el cambio, sino sobre estar a favor o en contra del rey". Para Aba Dila, no se tiene que tratar de esto, sino de "un debate sobre un proceso de cambio, sobre qué es lo que queremos, qué libertad, qué justicia y qué proyecto de convivencia necesitamos".

Mernissi destaca que "el cambio está ahí", ya que "todo el mundo está creándose una identidad y esta situación hace inteligente al individuo, porque se tiene que reinventar a él mismo, nadie le va a decir cómo hacerlo".

¿Pero está todo el mundo dispuesto a reinventarse? ¿O de momento es algo minoritario? Las principales críticas que ha recibido el Movimiento del 20 de febrero desde su creación residen en el hecho de que no representan a la verdadera sociedad marroquí. Les han tachado de niños ricos, de traidores e incluso de estar pagados por el Frente Polisario. "Gandhi no era mayoritario en la India, y en España, en 1956, las primeras manifestaciones obreras y estudiantiles tampoco eran mayoritarias; y en 1976, con Franco muerto, los reformistas tampoco lo eran", recuerda Aba Dila, quien recalca que, por el momento "no se trata de ser representativos", sino de "continuar liberando mentalidades".

Éste es el objetivo inmediato del Movimiento del 20 de febrero y sus adeptos, entre los que se encuentran organizaciones como la Asociación Marroquí de Derechos Humanos, o la islamista, ilegalizada pero tolerada, "Justicia y Caridad". Es, por lo tanto, un grupo heterogéneo, pero con el deseo claro de que este cambio social palpable que ha experimentado Marruecos en los últimos meses se transforme en un verdadero cambio político que, para ellos, la nueva Constitución no ha traído consigo. "Todos los poderes acaban recayendo en manos de una sola persona, que es el rey; los elegidos en las urnas son responsables sin tener autoridad", subraya Aba Dila, "por lo que continuamos viviendo en un país dictatorial".

"Dentro de 6 meses, el Marruecos que conocemos ya no será el mismo", señala Mernissi. Es lo que pretende el Movimiento del 20 de febrero, que desea alcanzar "la verdadera libertad", afirma Aba Dila. Sin embargo, "la libertad es un proceso; comienza por ser un valor, se traduce en un derecho, se convierte en ley y después en una práctica". La carrera es larga. Y lo que parece claro es que todo el mundo está de acuerdo en que el cambio debe llegar de manera pacífica. Los marroquíes no quieren una revolución a la tunecina, egipcia, libia o siria. De momento, gracias a sus protestas no violentas, han roto el muro del silencio, pero "todo esto", concluye Aba Dila, "no ha hecho más que empezar".

 
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