Sociedad
Reportaje:

Las opiniones más controvertidas de Ratzinger desde que se llama Benedicto XVI

El papa Benedicto XVI ha dado a conocer su opinión en temas como el aborto, la eutanasia o los matrimonios homosexuales

El papa Benedicto XVI en el pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de CompostelaEFE / LAVANDEIRA JR.

Si algo ha demostrado el Papa Benedicto XVI a lo largo de sus 6 años de mandato en El Vaticano es que no tiene ningún reparo en dar a conocer su opinión en temas como el aborto, la eutanasia o los matrimonios homosexuales, por muy controvertidas que lleguen a ser sus palabras.

En su última visita a nuestro país, Benedicto XVI cargó duramente contra España al afirmar que se había convertido en uno de los epicentros del "secularismo y la laicidad del mundo occidental", y lo relacionó con el secularismo "fuerte y agresivo de los años treinta" -es decir, de la Segunda República-.

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Tan sólo un día más tarde, durante la homilía de la misa de dedicación de la Sagrada Familia de Barcelona, Ratzinger mostró su rechazo frontal al aborto. Benedicto XVI afirmó que la Iglesia se oponía "a todas las formas de negación de la vida humana" y pidió a los Estados que la natalidad fuera "dignificada, valorada y apoyada jurídica, social y legislativamente". Son muchas ocasiones en las que el Obispo de Roma ha dejado clara su postura sobre el aborto, al que ha definido como un "mal intrínseco del que todas las personas deben tomar conciencia" así como "la injusticia más grave, porque suprime la vida humana naciente".

Para Benedicto XVI, defender la vida humana es hoy "muy difícil, ya que se ha creado una mentalidad de progresivo menosprecio de su valor, confiándolo al juicio de cada uno". Por ello, no es de extrañar que la eutanasia sea también objeto de las críticas de la Iglesia. Benedicto XVI defiende la inviolabilidad de la vida humana y afirma que la eutanasia es "uno de los síntomas más alarmantes de la cultura de la muerte que avanza en la sociedad del bienestar", que su aplicación es una "falsa solución al sufrimiento, impropia del ser humano", y que la respuesta ante el dolor es el amor.

Otro de los asuntos que parecen quitar el sueño a Joseph Ratzinger es el tema del matrimonio. Por un lado, por el gran número de divorcios, a los que, junto al aborto, calificó de "culpas graves que dañan la dignidad del ser humano y ofenden a Dios". Para Benedicto XVI el problema ya no sólo radica en el miedo que tienen los jóvenes a unirse para siempre, sino en que el matrimonio "como está establecido en la creación y del que nos habla la Biblia -hombre y mujer- está siendo progresivamente ofuscado". Los matrimonios homosexuales no son aceptados por la Iglesia católica puesto que, a ojos del Papa "son opuestos al bien común" y "desnaturalizan la esencia y el fin de la familia tradicional".

Una de las mayores polémicas desatadas por el actual Papa son aquellas controvertidas declaraciones que realizó en su primer viaje apostólico a África, en 2009. En el avión, Ratzinger mostró su preocupación por las alarmantes cifras del VIH en el continente. Sin embargo, aseguró que el sida no se podía resolver "con eslóganes publicitarios ni con la distribución de los preservativos, los cuáles sólo aumentan los problemas", y que las únicas maneras efectivas de luchar contra la enfermedad son la oración y la abstinencia. No era la primera vez que realizaba unas declaraciones de este tipo. Cuatro años antes, Benedicto XVI afirmó que la enseñanza tradicional de la Iglesia, basada en el matrimonio cristiano, la fidelidad y la castidad, había demostrado ser "el único mecanismo de seguridad para prevenir la difusión del sida".

Pero sin lugar a dudas, la peor situación por la que ha pasado Benedicto XVI fue la aparición de centenares de casos de pederastia perpetrados por miembros de la Iglesia en todo el planeta. Él mismo se vio implicado al ser acusado de haber ocultado alguno de esos casos en su etapa de cardenal. Sin embargo desde El Vaticano se negó rotundamente la acusación, y Benedicto XVI afirmó que estos casos eran "una vergüenza que no se debe repetir".

El Papa afirmaba no comprender cómo había ocurrido aquello y decía ser incapaz de entender que había llevado a los sacerdotas a traicionar su misión de dar aliento y el amor de Dios a los niños. De por sí, Ratzinger señaló directamente a los pederastas como el motivo de la "humillación" y el "polvo que cubre el rostro de la Iglesia". El 11 de junio de 2010, el Pontífice pidió perdón públicamente a Dios y a las víctimas de los sacerdotes, y se comprometió a hacer todo lo posible para que semejantes abusos "no vuelvan a suceder jamás".

 
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