Los efectos secundarios del turismo

Cruzar las fronteras acarrea notables efectos secundarios. Está totalmente demostrado que produce picos de tolerancia, mejora el entendimiento entre estados y hasta el aprendizaje de idiomas. Turistas y países anfitriones sufren una especie de simbiosis que los expertos llaman "aculturización" y que consiste en ver toros y peinetas en Pekín, y motivos chinos en el centro de Segovia por ejemplo.

Este jueves termina la temporada alta en la mitad norte de este planeta y empieza en la mitad sur. Por aquí a partir de este 27 de septiembre nos quedará el frío, dicen que lluvia y, con suerte, el turismo de congresos, las visitas con cata incluida a bodegas -litros de enoturismo-, y al aire libre, llueva, truene o haga sol, otros tipos de turismo más minoritarios pero con ánimo de despuntar como el ornitológico.

También durante el otoño-invierno se pueden visitar cementerios y hacer turismo funerario, o puestos a elevarse practicar turismo espiritual con parada en monasterios y cursos de filosofía oriental. Otra década, cuando sea asequible, hablaremos del turismo espacial, y mientras tanto, hay países como Méjico que proponen hacer turismo médico.

En un mundo empobrecido, el turismo sigue siendo un valor seguro y por eso todavía hay países que se suman al negocio. Este año lo ha hecho Mongolia, que ha colocado a quienes les visitan entre sus prioridades nacionales junto a la minería. Al margen de las bajas y las altas en el sector que las guerras, las crisis y otros avatares deparan, el planeta se prepara para un hito histórico: conseguir que mil millones de turistas cambien de país en un sólo año; éste 2012 que ya empieza a escaparse.