El fundador de la mayor organización humanitaria murió arruinado y en el olvido

Quizá era el único que atravesaba el campo de batalla sin ser parte de aquella guerra entre franceses y austriacos en pleno siglo XIX. Henry Dunant, un hombre de negocios de Ginebra quedó horrorizado al ver decenas de miles de heridos abandonados a su suerte. Era la Batalla de Solferino, una de tantas...

Dunant paró su viaje e improvisó un hospital junto a los vecinos de este lugar del norte de Italia. Un año más tarde Dunant consiguió que 16 países se comprometieran a permitir la evacuación de los militares heridos en la Primera Convención de Ginebra. De aquella barbarie había nacido la necesidad de asistir a las personas más vulnerables, heridos de guerra a los que con el paso de los años se le sumarían esos daños colaterales llamados también "civiles" y las víctimas del hambre o los desastres naturales. Había nacido la Cruz Roja.

Con el tiempo aquella Cruz, adaptaría las formas de Media Luna y de Cristal Rojo para acallar a quienes veían símbolos religiosos en su bandera.

150 años más tarde, del grado de enfermedad de este planeta da cuenta la presencia hoy de la Cruz Roja en 80 países, 80 conflictos de este mundo que nos empeñamos en romper. Siria y Mali son los penúltimos escenarios de la barbarie humana.

Cerca de 100 millones de personas, gran parte de ellos voluntarios sostienen esta organización. El primero, aquel hombre de negocios suizo que dejó su acomodada vida ante el horror de la guerra, murió arruinado, perseguido por los acreedores y... olvidado.

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