Madres y jubilados, los nuevos usuarios del comedor social en Portugal
Los comedores sociales de la ONG lusa AMI han doblado su asistencia en menos de cinco años
Los comedores sociales de la ONG lusa AMI han doblado su asistencia en menos de cinco años en Portugal debido al aumento de nuevos usuarios cada vez más frecuentes: jubilados y familias que, aún con salarios y pensiones, no llegan a fin de mes.
Margarida Mendes regenta uno de los centros del barrio de Olaias en Lisboa desde hace dieciocho años. Cuando empezó, abría la puerta a personas "sin techo", hoy ellos "son la minoría", dice.
"Personas mayores, familias a las que no les salen las cuentas, desempleados... Es el perfil más habitual", explica.
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En la sala principal, las sillas las ocupan, sobre todo, ancianos que vienen solos o en pareja. Pagan poco más de un euro por comida y muchos se rellenan las fiambreras para la noche.
Las madres llegan con sus hijos y prefieren ir a comer a casa. "Muchas familias llaman por teléfono porque sienten vergüenza de aparecer en el local", según Mendes. "Son familias que pierden un subsidio por reglas demasiado estrictas a veces. Se quedan sin trabajo de manera temporal. Una madre con muchos hijos. Y muchas personas mayores", describe.
En los primeros siete meses del año, la organización ha repartido las mismas cantidades que en todo 2012, unas 210.000 comidas, y espera llegar a las 240.000 antes de final de año. Aunque también distribuyen ropa y suministran servicios de lavandería, duchas, albergues y asistencia psicológica y legal, la comida sigue siendo su prioridad.
Para el presidente de AMI, Fernando Nobre, estos nuevos pobres muestran "la bomba aún por explotar" de la crisis social del país, que arrastra su tercer año de recesión.
Aunque se calcula que un 18% de la población portuguesa está bajo el umbral de la pobreza, otro 24% recibe algún tipo de subsidio que les hace escapar de esas estadísticas sin salir de las dificultades, según Nobre. "La verdadera pobreza estructural ya supera el 40% en Portugal", señala.
Esa pobreza estructural se ha visto agravada, además, por los recortes exigidos por la UE y el Fondo Monetario Internacional (FMI) como contrapartida del rescate de 78.000 millones de euros con el que se financia Portugal desde hace tres años.
Las ayudas a los más desfavorecidos, conocidas en Portugal como Rendimiento Social de Inserción (RSI) y que son de unos 178 euros mensuales, se han reducido un 30 por ciento desde 2010, por lo que más de 130.000 familias han quedado fuera, según datos de la Seguridad Social.
Nobre, médico de profesión, recurre a una metáfora clínica para explicar las consecuencias de esos recortes y afirma que es como quitar una muleta a un enfermo. "En el momento el que se mueven esas muletas, la persona cae".
Dentro de esa "pobreza estructural", incluye a los pensionistas: un 85% de los jubilados recibieron menos de 500 euros de pensión, según datos de la Seguridad Social de 2011.
Guilhermina Santos, de 74 años, es una de ellas. Recurre al servicio de AMI varias veces por semana para comer barato y porque de otra forma no puede pagar las consultas del médico a las que debe acudir para comprar los medicamentos, dice.
Pese a recibir una pensión de 246 euros por 36 años de cotización como limpiadora, no ha quedado exenta de pagar las tasas de copago sanitario, que se duplicaron en 2011 en el inicio de la crisis.
Para otros usuarios del comedor, los salarios tampoco son suficientes. Luis Fernandes, de 56 años y del sector servicios, recibe un sueldo de unos 600 euros por mes con el que debe hacer frente a dos préstamos.
Según explica, está "mentalizado" para afrontar los pagos con austeridad: come solo una vez al día y vive en un cuarto alquilado a una señora mayor por 160 euros al mes. Sin embargo, espera verse afectado por uno de los últimos recortes de gasto público presentados por el Gobierno, con el que prevé bajar los salarios de funcionarios y trabajadores públicos.
"Es un desastre. Nos cae encima esto, sin previo aviso, y las cuentas no salen. Y otra vez suben los intereses de los préstamos", lamenta.
Para el presidente de AMI, las soluciones de la pobreza pasan por una visión a medio y largo plazo: "Hay que atender a la urgencia, pero es necesario que las personas vean que el país tiene un camino, un futuro", concluye.