«Acabáis de ver Operación Palace. Sé que, en este momento, habrá espectadores que estarán contentos con lo que han visto porque se lo habrán pasado bien y otros que se sentirán engañados y me querrán matar. A los primeros, les querría decir que gracias por jugar con nosotros». Así aparecía Évole tras la emisión, este domingo, de su ficticio documental sobre lo acontecido en el golpe del 23F y que ha arrasado en audiencia. Un juego. Eso fue para Évole su falso documental. Lo dijo tras la emisión de este en las líneas arriba citadas y lo ha vuelto a decir este lunes en «Hoy por hoy»: «El programa planteaba un juego con el espectador». Un juego que, sin embargo, ha levantado ampollas y aplausos dividiendo a la audiencia que lo siguió con gran interés: 5.229.000 espectadores con una cuota del 23,9% es lo que marcó el espacio en La Sexta. En redes sociales también arrasó (según datos de Tuitele.tv) con 1486 comentarios por minuto, llegando a un total de 267.505 durante la emisión triplicando al segundo programa del ranking social. Huelga decir que esto supera considerablemente cualquier buena marca hecha en el pasado por «Salvados». Entre los palmeros de la ocurrencia de Évole, no faltaron los que lo compararon con Orson Welles y su «Guerra de los mundos». A la vez que se analiza «Operación Palace» es sencillo desterrar esa comparación con Welles por varios e importantes factores. Para empezar, el relato de Welles causó conmoción y pánico en los oyentes de la CBS, la emisora desde la que Welles se dirigió al mundo ese 30 de octubre de 1938. El documental de Évole ha conseguido hacer que unos cuantos se diviertan y valoren su apuesta, que otros se indignen y que otro grupo cambie de canal al percatarse de todo. Welles asumió un reto mayor: contar una historia de marcianos. Una historia contada 40 años antes en la novela «La guerra de los mundos» de H.G. Welles. Además, la propia cadena advirtió al comienzo que se trataba de una dramatización. Y volvió a advertirse en el transcurso de la misma. Évole apostó por un tema de interés público y esperó al final para su confesión, a la conclusión, cuando ya habría gente que se estaría mondando de risa o cuando, alguno habría, que estaría pensando que acaba de asistir a un documento de investigación periodística sin precedentes. Las trampas de Évole, la astucia de Welles. Si bien es cierto que tanto Évole como Welles han jugado con su público, Welles se valió más de su talento creativo. La gente creyó la marcianada de Welles porque el célebre director estadounidense midió perfectamente cada segundo del show. Detalles como elegir el inicio de la dramatización y casi el final para avisar de que todo era falso presuponiendo que al comienzo, la audiencia sería mucho menor y que, cerca de la finalización, todo el mundo habría corrido ya despavorido, demuestran el sumo talento de Welles. También fue singular la manera en la que Welles dio entrada a su historia. Tras el aviso previo de que todo era dramatizado, la emisión cortó bruscamente y se oyó: «Señoras y señores, interrumpimos nuestro programa de baile para comunicarles una noticia de último minuto procedente de la agencia Intercontinental Radio. El profesor Farrel del Observatorio de Mount Jennings de Chicago reporta que se ha observado en el planeta Marte algunas explosiones que se dirigen a la Tierra con enorme rapidez... Continuaremos informando». Después, siguió la emisión del baile, con una orquesta, unos segundos más, para romper el ritmo, para atraer al oyente. Nuevo corte y voz del narrador: «damas y caballeros, tengo que anunciarles una grave noticia. Por increíble que parezca, tanto las observaciones científicas como la más palpable realidad nos obligan a creer que los extraños seres que han aterrizado esta noche en una zona rural de Jersey son la vanguardia de un ejército invasor procedente del planeta Marte...» Jordi Évole mantuvo la misma estructura que un documental al uso. Visualmente bastante pobre. Basado en entrevistas a personajes y no demasiadas incursiones de imágenes de archivo que darían mayor atractivo a «Operación Palace», cuya duración se alarga en exceso. Si Welles aprovechó la radio como el mejor medio para llegar al mayor número de personas en directo, Évole se ha valido de su credibilidad y de la de los participantes en la farsa como Leguina, Mayor Zaragoza, Gabilondo, Ónega... Sin dar demasiadas referencias durante la semana, Évole y su equipo jugaron con la presunción del espectador de que un programa de declaraciones, con Évole en la noche del domingo en La Sexta y que verse sobre política, necesariamente sería un «Salvados». Un «Salvados» que pasa por ser uno de los oasis del periodismo en televisión y cuya credibilidad -otra cosa son los enfoques- está fuera de toda duda. Por tanto, Évole no solo aprovechó el poder del medio (con la gran ventaja de poder usar imágenes), como Welles, sino que traicionó -para bien o para mal- la confianza de los espectadores que creen hasta la última palabra de lo que él les muestra. Guion flojo, inteligente montaje Si rápidamente empezaron las redes sociales a echar humo con la emisión de «Operación Palace» fue por lo tremendamente inverosímil que resultaba desde sus primeros. «Operación Palace» muestra un guion flojo, basado en una idea que agradaría a buena parte de su audiencia fiel (que el golpe fuera un montaje para encumbrar la figura del rey) y que, desde hace años, flota en el ambiente en según qué sectores. Un guion que obliga al espectador a creerse, entre otras perlas, que Suárez dimitió como presidente del Gobierno para que así se pudiera llevar a cabo un golpe de Estado teatral o que Felipe González accedió a la entrada de España en la OTAN a cambio de que EEUU apoyara el montaje. Y la joya suprema del documental: decir al público que Garci se encargó de dirigir aquella obra de teatro en varios actos, proeza recompensada con el Oscar, años después, con la película «Volver a empezar». El ficticio documental tiene pretendidos momentos de gracia que son de agradecer, como cuando Fernando Ónega confiesa que mientas escribía el discurso que leyó el rey, todos los partidos políticos metidos en el ajo presionaban para que ese discurso incluyeran sus consignas políticas. Tras estas declaraciones, imágenes de los políticos participantes en el documental como Leguina o Jorge Verstrynge, afirmando todo lo contrario. Vamos, lo que es la política: decir «no» y hacer «sí». Y es uno de los aciertos de Évole, el montaje. Ágil, con la esperada música de tensión, primeros planos a unos invitados que siendo ex políticos, ex diputados, periodistas, realizadores o catedráticos, debían interpretar como el mejor de los actores. Para conseguir unas interpretaciones decentes (no siempre lo fueron), en «Operación Palace» ninguno de los entrevistados deja grandes intervenciones. Son todo frases cortas y directas. Se puede decir que los cómplices de Évole hablan a modo de titulares. Tampoco miran a cámara. Aparecen en una postura semi-girada, en la que conversan con tranquilidad con, supuestamente, Jordi Évole que está tras el objetivo. Así al espectador le resulta imposible discernir por un gesto o por la mirada si está mintiendo en lo que esa persona asegura. Y si elogiable es ese montaje y esas pautas de dirección que ayudan a dejar un documental medianamente decente, es totalmente plausible y de mérito la producción de este espacio. La cantidad de personas y personalidades que logra reunir Évole para su particular marcianada están al alcance de muy pocos. Fabuloso en este sentido. «Operación Palace», gran noticia y gran debate Es comprensible que haya quien se sienta molesto porque se juegue con un episodio tan delicado. Esto no es como la novelita de Wells o la llegada del hombre a la luna que se ficcionó en el documental «Operación Luna» (documental francés ficticio del año 2002 en el que se basa la idea de Évole). Muchas personas lo pasaron mal ese 23F. Tampoco vale de excusa eso de que aún exista un secreto de sumario que impida desclasificar todos los documentos que arrojarían luz al misterio del 23F. Ni vale de excusa que «Operación Palace» está bien poque, como dice Évole, «Como mínimo, nosotros, hemos reconocido que era mentira lo que hemos contado. Seguramente, otras veces, también les han contado mentiras y nadie se lo ha dicho». Sin embargo, la dimensión televisiva de «Operación Palace» es brutal. En apenas 50 minutos, este espacio ha dado la vuelta al panorama televiso español como un calcetín. Ha demostrado que el público puede reflexionar a partir de una fábula y sin necesidad de que los mismos tertulianos de siempre expongan sus teorías. El debate ha renacido. El gran logro de Évole con «Operación Palace», ha sido que la discusión entre los espectadores no es si el 23F fue un montaje o no, sino que se discute si este documental debió emitirse o no, si faltó al respeto a alguien o no... Jordi Évole le ha insuflado aire fresco, de nuevo, a la televisión de este país y ha vuelto a levantar a los espectadores. Es todo un experto en hacer de estos seres activos frente a un televisor frente a la pasividad que proponen muchos otros programas. La audiencia le premia con su seguimiento. «Operación Palace» no es comparable a lo de Orson Welles. Ni tan siquiera es una idea demasiado original ni brillante. Sencillamente, es algo que debía ocurrir en nuestra televisión y que Jordi Évole y La Sexta han hecho que ocurriera.