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ENTREVISTA

Carlos Iglesias: "No hay oficio en España con tanto paro como el de actor"

Entrevista con el actor de la serie 'B&B' que en unas semanas estrena su nueva película, '2 francos, 40 pesetas'

Carlos Iglesias en un momento de la serie 'B&B' con Neus Sanz al fondo, su pareja en la ficción de Telecinco

Carlos Iglesias viste como es, sencillo. Unos vaqueros tradicionales, polo negro liso y un blazer azul oscuro de corte informal. Sus 58 años esconden a un niño tímido que se siente más cómodo realizando la entrevista en un rincón del salón donde se presenta su nuevo trabajo, la serie de Telecinco 'B&B, de boca en boca'. Da vida a Carlos, un periodista veterano de deportes que, tras dos duros años en el paro deberá reconvertirse a redactor de moda.

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En la mano, se le enfría una mini hamburguesa del catering. No hace ademán de echársela a la boca. Tampoco mira el reloj ni deja la vista perdida al fondo como el que hace una entrevista porque es lo que toca. Carlos Iglesias muestra un respeto reverencial por el entrevistador. No por el oficio, sino por la persona.

Ese respeto se traduce en una sincera disposición a responder cada pregunta. No busca el titular, ni contentar a la cadena o a la productora. Como dice, en este oficio "todo pasa". La experiencia le aconseja no mostrar excesivo entusiasmo: de éxitos como 'Manos a la obra'-con aquel célebre albañil cañí, Benito Lopera- se pasa a fracasos como 'Las chicas de oro' (TVE). Lo uno y lo otro pasa. Queda la persona.

Una persona que se agarra a sus orígenes, a sus raíces. De padres y abuelos procedentes de un pueblo manchego, Carlos se crió en Suiza hasta bien entrada la adolescencia. Esa vida de emigrante la supo plasmar brillantemente en su primera película como director, 'Un franco, 14 pesetas' (2006). Después llegaría 'Ispansi'. El mes que viene (28 de marzo) estrena 'Dos francos, 40 pesetas'. Su ilusión, al hablar de este proyecto, vuelve a ser comedida, lo que no significa que no exista. Es escéptico con el triunfo y con el fracaso.

Carlos no hace ruido. Ni tan siquiera cuando se queja de lo discriminado del cine español con respecto a las superproducciones norteamericanas. Intenta desempeñar lo mejor posible su trabajo en el que pone todo su conocimiento, su talento y su saber. Esboza una retraída sonrisa al hablar de su niñez y de sus primeros pasos en la profesión. Él es así de sencillo.

¿Crees que puede recordar en algún momento Carlos, tu personaje en esta serie, al famoso Benito que dabas vida en 'Manos a la obra'?

Pues supongo que la gente se acordará de Benito porque aquella fue una serie que impactó mucho. Ha dejado muy buen recuerdo, mucho mejor del que yo creía.

Para mí, Benito Lopera Perrote es un ser adorable, aunque no haya existido nunca. Le quiero como si fuera un hermano [ríe]. Supongo que la gente sí se acordará, pero este personaje no tiene nada que ver, ni tampoco el tono.

El hecho de que en la televisión un personaje crezca semana a semana y se vaya metiendo durante meses en los hogares de los espectadores, ¿hace que este medio dé un cariño al actor que no existe en cine, por ejemplo?

Sí, el cine te da otra cosa. A veces, cuando el cariño es demasiado grande, también te asfixia. Eso ocurría durante la emisión de 'Manos a la obra'. Era imposible salir a la calle o ir con tu mujer al cine. Yo soy una persona muy normal y me acobardaba porque de pronto no podía salir a la calle.

El cine es una señora determinada que muy elegantemente te viene y te dice "me ha encantado tu película. Muchísimas gracias por haberla hecho". Y ahí se queda. Son cosas distintas, pero las dos son de agradecer.

¿Y cuál es tu hábitat natural? ¿Cine o tele? ¿Director o actor?

La verdad es que me muevo mejor como actor, aunque sólo sea porque llevo más años de oficio. Lo que ocurre es que la dirección es la novedad y es lo que me entusiasma especialmente en este momento.

Para mí es muy relajante rodar. Me gusta mucho el proceso de preparación de un rodaje, las localizaciones, el tocar el guion... Eso es un proceso que aquí [en televisión] no lo hueles. Puedes aportar algo, pero está ya todo decidido. En las películas que hago soy yo el que decido para lo bueno y lo malo.

Tu personaje en 'B&B' es entrañable. Es difícil no empatizar con él. En el primer capítulo, vimos cómo corría por todo un mercado al recibir la noticia de que volvía a tener trabajo. ¿Eres un actor con los pies en el suelo que entiendes lo valioso que puede ser para una persona cincuentona, como tu personaje, encontrar un trabajo dos años después?

Creo que eso, por desgracia, es una enseñanza que conocemos el 99% de los actores. Nosotros, cada cierto tiempo, estamos en un paro que no sabemos cuándo se va a terminar, si volverá a sonar el teléfono o no.

No hay oficio en este país que tenga tanto paro. Para alguien que tenga un poco de sensibilidad esto no le es ajeno. Para un actor, mucho menos. En ese sentido no ha sido nada difícil ponerse en la piel de Carlos.

'B&B' es una serie que, pese a todo, deja un poso de optimismo vital, como ha indicado Daniel Écija, productor ejecutivo de la misma. ¿Qué importancia tiene que la gente vea una serie con este espíritu en la que, por ejemplo, un señor de cincuenta años encuentra trabajo?

Es positivo. No estamos haciendo un cine de autor donde el mensaje tenga que ser excesivamente profundo. Eso si consideramos que es más profundo estar en negativo que en positivo.

Creo que necesitamos todos los días renacer, resucitar, ponernos a andar y buscarnos la vida. Yo me acuesto mucho más tranquilo si en la tele me cuentan que hay un señor de mi edad que ha tenido la posibilidad de encontrar trabajo después de mucho tiempo a si me dicen que se ha suicidado.

Lo que te propongo con esta serie es que lo intentes cada día, aunque cada día vuelvas a caer.

¿Ha cambiado mucho el medio conforme lo dejaste?

[Piensa] No, lo que cambia son las personas y su forma de hacer o el tono y el estilo que se quiera dar. Aquí hay gente más joven que yo, en la dirección hay gente bastante más joven que yo y por expreso deseo quieren que haya más ritmo, visualmente más movidita. Quizá para mi madre es demasiado, pero en general, es más adecuado así.

Esto, en 'Manos a la obra' no se contaba así, se contaba de una forma más tradicional porque también los personajes lo eran. El tono y la forma en la que se narre tienen que ir a la par, de la mano.

Cuando te dicen que Carlos es el "Valle-Inclán del periodismo deportivo", como ocurre en la serie, ¿cómo piensas en ese personaje?

Nunca te crees que vayas a ser el Valle-Inclán de nada. Mi gracia, en particular, está en la humanidad que le doy a los temas y el enfoque que le doy. Muy humano, muy personal.

Esa parte, como actor que interpreta un personaje, me halaga. Si me dijeran que mi personaje es la leche por hacer un daño brutal, ya sería otra forma de verlo. Pero eso de saber ver la parte más humana de la noticia es lo que me gustaría leer a la hora de coger un periódico o una revista.

Si tuviéramos la oportunidad de ver esa parte personal de tuya, si pudiéramos irnos a tomar un café con Carlos Iglesias, ¿cómo diríamos que eres?

Uno tiene una idea de sí mismo, posiblemente, muy distinta a la que tienen los demás de uno. Yo creo que Carlos [habla de sí mismo en tercera persona] es un buen tipo que, para bien o para mal, lo de la fama y todo lo que conlleva le llegó lo suficientemente tarde para saber que todo es una mentira. Siempre está tocando el suelo.

Cuando había grandes éxitos como con Pepelu o 'Manos a la obra', siempre ha tocado el suelo. Quizá, si eso me llega a ocurrir con 19 0 20 años hubiera sido distinto, no lo sé. Me ocurrió en una edad donde ya te crees todo de una manera más relativa.

¿Por qué te llegó tan tarde esa fama? ¿Tenías vocación de actor?

Me podía no haber llegado nunca, a la inmensa mayoría de los actores no le llega jamás. Tenía una vocación que yo no me la reconocía, pero sí los demás.

Yo soy hijo único y cuando mi tía de Roma venía a vernos a Suiza, donde éramos emigrantes, y me veía hacer de indio y soldado americano a la vez, le decía a mi padre: "en cuanto el chaval sea un poco mayor, me lo voy a llevar a Roma para meterlo en una academia de interpretación". Eso me ha pasado con distinta gente. Hay otros que lo han visto más claro de lo que lo veía yo.

Has comentado que detrás de todo esto hay una gran mentira, ¿qué es lo que más te rechina de este mundillo en el que, en cierto modo, hay mucha parafernalia e hipocresía?

Este mundillo del cine, del teatro, de la tele es hijo de la sociedad de la que mama. Todos somos un poco falsetes, todo es relativo. Todo pasa. Es lo primero que aprendí del oficio: que todo pasa; los grandes éxitos y los grandes fracasos.

Ese disgusto de puta madre que te pegas cuando la cosa no ha funcionado en absoluto... también pasa. Y muchas más cosas.

Todo eso te va a valer para el futuro pero, sobre todo, queda una esencia que es tu familia y aquellos 3 ó 4 amigos - no más- que están muy cercanos a ti y con los que compartes muchas cosas y punto. Todo lo demás es pasajero.

Ahora estamos aquí. Si tenemos un éxito será maravilloso. Si no lo tenemos, aquellos que nos han sonreído no nos sonreirán tanto... pero ellos también pasarán.

Ahora que vas a estrenar película te pregunto por la industria del cine. Una industria y un sector muy crítico con las políticas gubernamentales -no sin falta de razón-, pero ¿crees que el cine español debería atizar también a las grandes distribuidoras que priorizan la exhibición en salas de cine comercial extranjero?

Cuando estrenamos 'Un franco, 14 pesetas' lo hicimos con 195 copias -número muy alto para hoy- y 'Misión imposible 3', que se estrenaba el mismo día, salió con 770. A partir de ahí, figúrate: apaga y vámonos. No sé quién me dijo que ellos gastaron en cartelería en España más que nosotros en hacer la película.

Esas barbaridades, esas diferencias brutales, existen y es muy difícil echar un pulso al cine americano. También es cierto que el 80% del cine americano que hemos visto, lo hemos visto 80 veces. La misma película contada mil veces. Pero tienen espectáculo porque el dinero, lo que sí te da es espectáculo.

Desde ese punto de vista, el cine europeo ha estado por debajo del americano. Los franceses se salvan porque se quieren muchísimo a sí mismos: quieren su cine, sus coches, sus quesos... Se quieren y eso es muy de puta madre para cualquiera que sea francés y tenga un producto francés. Nosotros, de alguna forma, siempre hemos envidiado ser anglosajones.

 
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