El editorial de Pepa Bueno: "Un nuevo tiempo"

El gobierno se reúne en Consejo de Ministros a mediodía para aprobar el proyecto de ley orgánica con la abdicación del rey y la sucesión de la corona en el príncipe de Asturias, que después deberán aprobar las Cortes Generales. Un acontecimiento histórico que marca un cambio de época y que puede convertirse en el icono del revulsivo que desde prácticamente todos los sectores de la sociedad española se viene reclamando. Una nueva transición, que hoy como entonces debe facilitar y puede impulsar la jefatura del Estado, pero cuyo protagonismo y responsabilidad última corresponde a todos los españoles. El príncipe se convertirá en rey con un país exhausto por la gestión de la crisis, distanciado y muy crítico con la forma tradicional de hacer política, donde crece la desigualdad y se cuestiona el modelo territorial.

Al príncipe le tocará ganarse a unos ciudadanos que han ido perdiendo también la confianza en la institución monárquica, lastrada por el caso Urdangarin o los errores de última hora del reinado de don Juan Carlos.

Pero no lo tuvo más fácil su padre, que recibió la corona en los años 70 apadrinado por el franquismo y supo concertar a su alrededor el respeto y el apoyo de izquierdas y derechas, y que reinó desde la neutralidad, protegiendo a la institución de las peleas partidistas y representando a los españoles en pos de un proyecto común. Entonces era la democracia. A su nacimiento y consolidación contribuyó decididamente don Juan Carlos. Los retos del país en el que reinará Felipe VI son diferentes -España afortunadamente ha mejorado mucho en estas cuatro décadas, pero no son retos menos importantes-: la reforma y actualización de la Constitución, la regeneración de la vida pública y lo más urgente, contribuir a evitar que la brecha entre la ciudadanía y las elites se siga agrandando en pensamiento, sentimiento y calidad de vida.