¿Está preparado el Gobierno para hacer política?
Tras dos años concentrado en la economía, los populares piden a Rajoy que recupere su discurso político para llegar a los votantes. Pero muchos dudan de si dará resultado por el marcado perfil técnico que impera en la Moncloa
Dentro del PP y del Ejecutivo critican a Soraya Sáenz de Santamaría porque creen que es una coordinadora eficaz pero que no imprime ninguna carga política a la acción de Gobierno. Los que rodean a la vicepresidenta recuerdan que su papel tiene "un alto coste político" y que su estilo es diferente. "Prefiere hacer política con medidas y no de tertulia", dicen sus colaboradores.
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Muchos dirigentes populares piensan que al Gobierno le ha llegado el momento de "hacer política". Mariano Rajoy lleva más de dos años centrado en la economía. Durante la primera parte de la legislatura, hasta algunos ministros echaron en falta que, en determinadas situaciones, empleara otro tipo de discurso. Pero, al final, siempre lo terminaban por disculpar recordando que no podía hablar de otra cosa porque su único interés era evitar el rescate total de España. Sin embargo, pasó la tormenta y nada cambió.
Hasta ahora, cuando el resultado de las europeas ha hecho saltar la alarma en La Moncloa. El PP ha ganado las elecciones pero en el camino se ha dejado más de dos millones y medio de votos. Y se impone un giro. Es lo que piensan dentro del Ejecutivo y del Partido Popular. Sobre todo porque 2015 está a la vuelta de la esquina, hay varias citas con las urnas, muchos feudos peligran y hay que recuperar la confianza de los ciudadanos.
Pero dentro del PP no las tienen todas consigo. Ven que Rajoy anuncia medidas, cambios, debate, acuerdos pero muchos asuntos no se concretan. Y, encima, creen que no ayuda nada que esté rodeado por un grupo de marcado perfil técnico.
La mayoría de las críticas recaen sobre Soraya Sáenz de Santamaría. Muchos de sus compañeros de partido la ven como una coordinadora eficaz pero, a su juicio, no imprime ninguna carga política a la acción de Gobierno. Y los reproches alcanzan también a los que la rodean. Dentro del PP algunos, de forma despectiva, llaman a sus colaboradores "los sorayos o los hombres grises".
Hace unos meses, cuestionaban su labor desde Génova, 13. Pero desde el 25 de mayo se han ido elevando otras voces, tanto parlamentarias como territoriales, que ponen en duda su gestión. También desde dentro del Ejecutivo, donde hay una serie de ministros, muy cercanos a Rajoy, que piensan que les hace falta ganar peso político. En este grupo están la titular de Fomento, Ana Pastor; el de Interior, Jorge Fernández Díaz; el de Exteriores, José Manuel García Margallo; el de Industria, José Manuel Soria y hasta hace nada también el de Agricultura, Miguel Arias Cañete. Los habían bautizado como el G-5 pero con la marcha de Cañete a Bruselas pierden un efectivo. Son amigos, comparten momentos familiares, hacen piña y se ayudan mucho. Llevan toda la vida en el PP y miran con recelo a los nuevos, a los que tan solo llevan unos años y han ascendido muy rápido. No son los únicos. También hay quien echa en falta "animales políticos de talla como los del pasado" y quien considera que a los veteranos se les tiene abandonados sin valorar su experiencia.
Los que rodean a la vicepresidenta son conscientes de los comentarios que provocan. Y se defienden diciendo que ella lleva dos años trabajando en "una situación muy complicada, afrontando y explicando todos los ajustes y reformas polémicas". Ante las acusaciones de que no sabe hacer política, los suyos responden que "su papel tiene un alto coste político". "Conlleva un desgaste importante y de eso nadie se acuerda", comentan. Estos defienden que "es ella quien da la cara" dos veces por semana, en rueda tras el consejo de ministros y en la sesión de control en el Congreso.
Los suyos creen que hay envidias porque es muy cercana a Rajoy y acumula un gran poder. Y aseguran que hay distintas formas de hacer política. "Por un lado está la de los hechos, la de ofrecer resultados. Por otra, la de las tertulias. Y si hay que elegir entre cargar contra el PSOE o anunciar medidas, nosotros lo entendemos de otra forma y apostamos por la segunda", defienden desde su círculo. Además señalan que "algunos de los sorayos" tienen su estilo propio, como el portavoz del Congreso, Alfonso Alonso; el secretario de Estado para las Relaciones con las Cortes, José Luis Ayllón o la ministra de Trabajo, Fátima Báñez.
Dos grandes temas
En plena guerra de guerrillas, en la Moncloa planean cómo pueden ser más cercanos y llegar a la gente. Para ello, Rajoy se sirve de la reforma fiscal y enarbola la bandera de la regeneración democrática. Tras años zafándose del 'caso Bárcenas', el presidente del Gobierno 'revende' sus medidas anticorrupción y de reforma de la administración. Para algunos conservadores tiene su peligro. Primero, porque las palabras no se conviertan en hechos y los españoles piensen que se les está tomando el pelo. Algo, que, de ser así, creen que ya nadie les perdonaría. Segundo, porque temen que la sociedad lo interprete como un gesto oportunista. Que la mayoría de la gente considere que el PP reacciona cuando ve que puede perder poder territorial y que solo entonces es cuando realmente le interesa dar con fórmulas que perpetúen a sus dirigentes en el cargo, como por ejemplo que gobierne el alcalde más votado.
En cuanto a la reforma fiscal, son cada vez más los que opinan que les ha salido "el tiro por la culata". Muchos regidores y barones habían puesto en ella todas sus esperanzas y no comprenden cómo se ha podido gestionar tan mal desde el ministerio de Hacienda. Cuando todo parecía estar controlado, saltó el gravamen por las indemnizaciones por despido y se desató la polémica. Algunos aprovechan para señalar que esto es lo que pasa cuando una medida no se vende políticamente sino que se deja en manos de los tecnócratas. En el PP están convencidos de que terminará desapareciendo del texto pero, admiten, que el daño ya está hecho. Creen que con ello se tiró por tierra, de un plumazo, la idea de que esta es la reforma "más social" de cuantas se han hecho. "Dos años esperando la bajada de impuestos para esto", reconoce un dirigente regional que confiaba todas sus cartas a esta baza. Muchos, de los que estaban seguros de que con ello iban a recuperar sus esencias y que iban a cumplir por primera vez su programa electoral, ahora prefieren no sacar el tema.
En toda esta situación también influye mucho la falta de comunicación. Rajoy habla con todos. Pero no todos hablan entre ellos. Hay facciones, familias y enemistades que complican el entendimiento y entre el Gobierno y el PP se abre una brecha cada vez mayor. La relación entre Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal es gélida. Muchas veces se ha hablado de buscar una persona que sirva de correa de transmisión entre ellas, pero no es fácil dar con un nombre. Y de momento el presidente del Gobierno es el que se ocupa de despachar con ambas. Lo que ocurre es que a veces el partido no sabe hasta el último minuto lo que va a salir y habla a ciegas. Sin directrices, sin conocer el contenido de una ley... Y es que la Moncloa se ha convertido en un bunker hasta para los suyos a los que tampoco provee de información.