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El corralito de los 'sin techo'

Michael, María y Dimitris son 'sin techo' en Atenas. La crisis griega, de una manera u otra, les expulsó de sus casas y de sus vidas

Un hombre camina sobre un mural pintado en una calle de la ciudad de Atenas. / YANNIS BEHRAKIS (Reuters)

Un hombre camina sobre un mural pintado en una calle de la ciudad de Atenas.

Atenas

Michael, María y Dimitris hacen teatro para mantener su cabeza ocupada y activa. Representan obras clásicas (Pluto o Moliere) en diferentes escenarios de Atenas. En una ciudad con muchas pequeñas salas, sólo hay una cosa que les hace diferentes: los tres son ‘sintecho’. La crisis griega, de una manera u otra, les expulsó de sus casas y de sus vidas y viven en un albergue municipal. Junto a otros compañeros de ese mismo albergue ensayan y representan ante pequeños auditorios.

Además de hacer teatro juntos, los tres se dedican a vender la revista ‘Shedia’ -la balsa-, que según insiste Michael, no es una revista de pobres sino una revista con historias diferentes sobre cómo ver el mundo. El suyo se vino abajo cuando, ya en plena crisis, le robaron el camión con el que se ganaba la vida y, sin dinero para remediarlo y demasiado mayor para que nadie le contratara, acabó en la calle.

Su perfecto inglés le viene de los cinco años que pasó en Nueva York, estudiando una carrera técnica. Ahora, cada mañana, se pone cerca de una estación de metro a vender la revista. “Con lo que saco, nos dice, me da para tener mi dinero de bolsillo. A lo mejor para ti 10 euros no son mucho, pero me siento vivo; al principio fue terrible verte con apenas unos céntimos”.

Michael es un observador privilegiado de la ciudad. “Cuando pasa algo, lo noto al día siguiente en la cara de la gente con total claridad. Ahora veo a todo el mundo deprimido, sin saber qué va a pasar con sus vidas”. La imagen de la desesperación en esta penúltima fase de la crisis griega es la de las colas en los cajeros, cosa que al él no le afecta: “Si los bancos van a la quiebra a mi me da lo mismo, no tengo nada en ninguno”.

Michael ve su vida en negro, como una carrera que empieza y acaba cada día sin más horizonte. María le responde que no se pueden rendir, “hay que luchar a diario”. Ella empezó esa misma carrera hace tres lustros. La empresa familiar de exportaciones en que trabajaba cerró, ella no encontraba trabajo, cuando agotó el paro pasó a depender de sus padres, y cuando ellos murieron, de los amigos. “Desde el 2000 he vivido primero en casas de amigos, luego en hoteles baratos del centro, luego en varios albergues, y desde hace dos años en el albergue municipal -un antiguo hotel acondicionado para gente sin casa-.

Dice que trabajar vendiendo la revista ha sido “un salvavidas”. Los tres se ríen, porque en la última obra que representaron, uno hacía de su marido y el otro de su amante (“Fue divertido, pero nunca lo haría en mi vida real”, dice María). Ella es además una de las personas de la revista que enseña la ciudad en los tours alternativos “Raices invisibles”, un intento por mostrar a turistas y propios las heridas de la crisis en la ciudad, dignificando a quienes la sufren. “A veces viene gente de la propia Atenas que nos dice sorprendida que no sabía que todo esto existía”.

Pero la realidad de María, Dimitris y Michael existe, en un país con casi un tercio de su población viviendo bajo el umbral de la pobreza. Dimitris, un exmilitar de 39 años, dice que reconocerse dentro de esa realidad es duro. “Decirte a ti mismo que eres un ‘sin techo’ es duro, porque te obliga a mirar de dónde vienes, y tu lo que quieres es seguir adelante”. Dice que el teatro le ha ayudado a autoreconocerse, “te expones ante los demás y ante ti mismo”.

Dimitris se licenció por una grave lesión de rodilla y deambuló primero de casa de sus padres en Tesalónica a la de un amigo y otro, hasta que llegó a Atenas. A él fue el desahucio del amigo con el que vivía el que le puso durmiendo en un coche abandonado. Recuerda lo que le costó acostumbrarse a que en la calle, sobretodo de noche, “siempre te tienes que estar moviendo, porque eres un objetivo”. Se refiere a las agresiones neonazis.

Los tres siguen con cierto cinismo las noticias del día. Ellos saben lo que significa “la austeridad” y se ven con pocas posibilidades de volver a ese sitio en la sociedad griega del que quedaron expulsados. Michael dice que sólo puede ver su vida en negro. Pero Dimitris, que nos dice que sin ser muy religioso conserva cierta fe, pide mandar un mensaje: “mientras a Grecia le quede el sol, este país no caerá, porque ese es el regalo de Dios para que fuéramos el hospedaje del resto del mundo”.

 
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