Se cumplen 60 años de la llegada de los primeros 'Gastarbeiter' a Alemania
En 1955 Alemania firmó el primer acuerdo de contratación de trabajadores con Italia. Posteriormente, se firmarían otros con Grecia, Turquía, Portugal y España. Unos 600.000 españoles emigraron al país centroeuropeo en los años 70 para trabajar en la industria germana
Berlín
Tras una devastadora II Guerra Mundial, Alemania impulsó a mediados del siglo XX políticas de empleo con países extranjeros. Se necesitaba mano de obra y reconstruir el país. En diciembre de 1955, la República Federal Alemana cerró el primer acuerdo de contratación de trabajadores extranjeros con Italia. Le seguirían otros con Grecia, Turquía, Portugal o España.
Alemania abría sus puertas a los llamados Gastarbeiter, los trabajadores invitados, la idea era que se quedaran en Alemania de forma temporal. “Se pensaba que venían y que regresarían a su país cuando ya no se les necesitase. El hecho de que después se quedasen en Alemania no era ni la intención, ni el deseo, ni se esperaba”, asegura Klaus Bade, investigador de emigración en la Universidad de Osnabrück.
Mientras que a la República Democrática Alemana llegaban trabajadores de Vietnam, Mozambique o Cuba, el oeste recibía ciudadanos de otros países europeos. Todas las semanas entre 1960 y 1973 una media de 800 españoles salía de sus casas con un contrato firmado con destino a Alemania. En total unos 600.000 se emplearon en el país centroeuropeo, trabajaban, sobre todo, en la industria del metal y las mujeres en el sector textil.
Las crónicas de la época describen una misma escena: los rostros cansados de los españoles que esperaban en fila india, con una etiqueta al cuello y cargados de maletas. Entre ellos, Antonia, que dejó Xinzo de Limia, en Ourense para empezar una nueva vida en Alemania.
“El viaje en tren era largo pero veníamos varias chicas de la misma edad. Un rato te reías y otro rato llorabas. Llegué y fui a trabajar a una fábrica en la que había más españolas. Era lo que había, o te arriesgabas a salir o tenías que vivir en España con lo que había, que en los años 70 no era mucho”, declara a la SER.
La estación de tren de Colonia se convirtió en un punto central para la recepción de los Gastarbeiter. En el imaginario colectivo todavía está viva la imagen del portugués Armando Rodrigues de Sá, el trabajador invitado un millón que a su llegada a Alemania, al son de una banda, fue obsequiado con un ramo de flores y una motocicleta.
Sesenta años después, el país centroeuropeo agradece la contribución de los inmigrantes, cuyo trabajo fue clave para lograr el llamado milagro económico de Alemania. La propia canciller Angela Merkel reconocía recientemente en Berlín que no debió ser fácil para los trabajadores invitados integrarse en Alemania en aquellos años.
“El trabajo fue y sigue siendo la mejor forma de integración pero sé que para ellos no fue fácil. ¿Cómo se sentirían a veces cuando los mirábamos mal por hablar alto o por mostrar más sus emociones? Y pensarían, ¡oh, no!, los alemanes, siempre tan estrictos. Pero hemos aprendido de ellos, a ser más relajados y más abiertos. Gracias de todo corazón por lo que habéis hecho por nuestro país”, declaró en un acto homenaje a los Gastarbeiter celebrado este mes de diciembre en la Cancillería Federal.
Alemania sería hoy un país muy diferente de no haber recibido a cientos de miles de trabajadores extranjeros. Buena parte de ellos, después de trabajar durante en años, regresaron a sus países de origen. Antonia y su marido Carlos, a pesar de la morriña, decidieron quedarse en un país que sienten como propio. Aquí se han convertido en abuelos y dicen sentir mucha rabia cuando van a España y allí se acusa a los alemanes o a Merkel de todos los males que sufre el país.