La animadversión contra los musulmanes se palpa en las calles de Mánchester

Mánchester

Hay una pequeña línea invisible que separa el último barrio 'blanco' de la zona musulmana de Manchester. Empieza donde acaban los campos universitarios de la ciudad y los últimos jardines de la Royal Infirmary, donde están ingresados muchos de los menores heridos en el atentado terrorista del lunes por la noche. Aquí comienzan a proliferar los comercios con rótulos en árabe, los pañuelos y un descenso en el escalafón del nivel de vida.

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Amina es una joven universitaria musulmana que no lleva pañuelo, pero que va del brazo de su madre que sí lo lleva. Dice que habla con nosotros encantada, que se siente hundida por el atentado del lunes, que nadie tiene derecho a segar la vida de nadie y mucho menos menores. Que el islam no manda eso, que ninguna religión ordena matar, solo la versión más extremista de las religiones, como son los que llevan a cabo esto atentados, los más extremistas del islam. "Aunque lo disimulan, como buenos británicos, yo sí siento animadversión a mi alrededor. Y más desde lo que ha ocurrido. Por un lado trato de justificarlo diciendo que es normal, por otro me rebelo: ¿Por qué nos tienen que meter a todos en el mismo saco?".

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Pero lo que cuenta Amina, no se aplica solo a los british blancos, sino a personas dentro de su propio entorno. En las inmediaciones de la Gran Mezquita de Mánchester, a la que se accede después la de pasar dos grandes hospitales y varios campus universitarios, nos encontramos con un vecino de origen saudí, que huyó de su país perseguido y vive aquí hace más de 15 años. No trabaja, vive de las ayudas sociales. Son las 10 de la mañana, lleva un crucifijo colgado al cuello, cascos para escuchar música y un cigarrillo en la mano.

"Es un asco este barrio, está lleno de extremistas musulmanes. Sí. Vienen aquí a la mezquita a dar golpes de pecho ante su Dios y luego van y matan a gente. ¿Qué quiere que le diga? A mí no me gustan un comino y procuro quitarme de su camino". La pregunto si metía a todos los musulmanes en el mismo saco y nos dice "afortunadamente no", que la mayoría del os musulmanes no lleva el islam hasta sus últimas consecuencias. Sadum Al Shamari se llama.

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En el barrio, es la hora en que las mujeres bajan a hacer sus compras, el peluquero árabe saca su silla a la puerta de su establecimiento y las tiendas de productos árabes e hindúes están en pleno apogeo en una día que hace 26 grados y que promete ser de auténtico disfrute para los ciudadanos que comienzan poco a poco, a retomar su normalidad.