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¿Por qué un restaurante dominicano sirve platos ucranianos en Madrid?

También se ha visto a chefs de Siria o Camerún trabajando (con éxito) en locales de cocina persa o francojaponesa

Ensalada ucraniana preparada por Mariana K. en el restaurante Keyaan's. / C. G. CANO

Ensalada ucraniana preparada por Mariana K. en el restaurante Keyaan's.

Madrid

Una cocinera ucraniana en un restaurante dominicano y otra siria en un francojaponés o un amazónico. Incluso un chef de Camerún preparando platos en un local de cocina persa... El Refugee Food Festival (RFF), también llamado Festival Gastronómico #PorLosRefugiados, que esta semana se celebra en Madrid (y otras 12 ciudades europeas), se está convirtiendo en una deliciosa muestra de fraternidad e intercambio cultural que, de paso, confirma el poder vertebrador de la gastronomía.

"La comida es un lenguaje universal que no conoce fronteras", dice María Jesús Vega, portavoz de Acnur en España. "No hace falta dominar un idioma para entenderte con una persona que está probando tu comida o cuya comida estás probando tú. Como ocurre con el fútbol, es un vehículo de comunicación muy importante, para romper prejuicios, poder disfrutar, dar a conocer la situación de estas personas y también favorecer su proceso de integración".

Y la teoría está muy bien, pero la práctica está aún mejor. La ucraniana Mariana K., por ejemplo, ofrece platos tradicionales de la cocina de su país, como el derun, la ensalada ucraniana o las bolitas de pollo. Bocados exquisitos que saben aún mejor cuando los ha cocinado alguien que, después de huir de situaciones extremas —guerra, pobreza o persecución— y de jugarse la vida en un largo viaje, sonríe ante la posibilidad de integrarse en una socidad que aprecia su talento culinario.

Mariana estudiaba Administración y Gestión en Ucrania, pero ya lleva un año y medio en España junto a su marido y su hijo, y ha sido aquí donde ha aprendido Pastelería y Repostería. "Me siento alegre en la cocina", dice sonriente. Su especialidad, de hecho, son las tartaletas de crema de lima con frutos del bosque...

"En la cocina me siento alegre".

"En la cocina me siento alegre". / C. G. CANO

"En la cocina me siento alegre".

"En la cocina me siento alegre". / C. G. CANO

La filipina Natalia Díaz, coordinadora del festival en Madrid, asegura que no le costó mucho dar con restaurantes que quisieran colaborar "porque creen en la causa" y, pasado el ecuador del festival, hace un balance más que positivo. "Nos dicen que están llenos y que el teléfono no para de sonar. Y además los cocineros están muy emocionados. ¡Se sienten celebebrity chefs! ¡Más cracks que los de MasterChef!".

Todos los cocineros participantes son ya refugiados reconocidos o, en algunos casos, solicitantes de asilo que llevan más de seis meses esperando la resolución de su expediente, lo cual, según la legislación española, ya les habilita para ser contratados con todas las garantías, como sucede en el Refugee Food Festival. Y es que, además de fomentar el placer gastronómico y mejorar la imagen de los refugiados, uno de los objetivos del certamen es fomentar la integración laboral.

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Natalia Díaz, responsable también de los eventos mensuales Chefugee (brunchs y clases de cocina, fundamentalmente), oganizados por los voluntarios de la Asociación Madrid For Refugees, señala que una vez finalizados estos siete días de festival, aún quedará mucho trabajo por hacer: "No todo consiste en aportar donaciones. Lo más importante es cambiar la percepción. Hay que leer y estar informados. Hay que comprender más para tener más compasión".

El hecho de que Madrid haya sido la única ciudad española participante obedece solo a razones de recursos técnicos y logística. María Jesús Vega no descarta que el año que viene se sumen otras y, de hecho, recuerda que "España es un país modélico por sus manifestaciones de solidaridad y por el impresionante apoyo de la sociedad civil, además del de muchas autoridades municipales y regionales".

El Gobierno de España se comprometió ante la Unión Europea a recibir a unos 17.000 refugiados. Una cifra que luego se rebajó a algo más de 10.000 y que, a estas alturas, solo se ha traducido en la acogida de 1.310. "Pero estamos hablando de cifras irrisorias, si tenemos en cuenta que hay más de 65 millones de personas desplazadas en el mundo", señala la portavoz de Acnur.

"La crisis no está en Europa. Lo que hace falta es compartir responsabilidades y buscar mecanismos legales para que la gente no siga jugándose la vida", señala María Jesús Vega. "En lo que va de año vamos por 1.900 personas ahogadas en el Mediterráneo, sumadas a las 5.000 de 2016, a las 3.700 de 2015 y a las 3.500 de 2015. Es hora de plantarse y tomar cartas en el asunto".

Carlos G. Cano

Carlos G. Cano

Periodista de Barcelona especializado en gastronomía y música. Responsable de 'Gastro SER' y parte del...

 

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