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Lotería Navidad

Del frutero al librero: así le ha cambiado la vida a los que llevaban el Gordo hace tres años

Un frutero, una trabajadora del sector de las renovables, un librero y un portero cuentan su experiencia como afortunados

Ángel González recuerda con emoción el día en el que le tocó el Gordo de la Lotería de Navidad. / ROBERTO CUADRADO

Madrid

La fecha del día de la boda. O la del divorcio. La final de una Champions ganadora o el artículo de la Constitución más famoso de aquel otoño de 2017: el 155. Conjuramos a la suerte de muchas formas con la ilusión de que funcione y compartimos los números con amigos, compañeros de trabajo y familiares.

Si tenemos en cuenta que la probabilidad de que nos toque con un décimo es de 0,000011, el caso de la familia de Ángel González es extraordinario. Dos veces les ha sonreído la suerte. Ocurrió el mismo año, el mismo día y con el mimo número. Ángel es portero desde hace tres lustros en una finca del centro de Madrid. Una conocida le regala cada año medio décimo. En 2014 fue el Gordo, el 13.437.

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Por otro lado, su hija había comprado idéntico número en una administración. Lo compartía con una compañera de trabajo. “Ahora sí que podría ser millonario, pero mi mujer no tuvo la misma suerte que mi hija. Fueron juntas a comprar a la administración de arriba el número que jugamos todos mis primos por parte de mi madre. Mi mujer compró 16 décimos. Y mi hija dice: qué número más feo has comprado, voy a coger otro para mí y para mi compañera Mercedes del trabajo; y pilló el Gordo”.

Ángel estaba en la portería cuando su mujer llegó corriendo con la noticia de que le había tocado el Gordo a su hija. Lo primero era asegurar que el décimo estuviera a buen recaudo. “Abrí el cajón de su mesita de noche y parecía que dios había puesto ahí el décimo. Me entró un frío tremendo por la columna. Me senté en su cama y dije, madre mía, que es verdad. A mi hija, además. Se lo merecerán las tres, pero esta hija mía se lo merece con creces”.

Cuando estaban celebrando el premio con un vino en el bar de la esquina, llamó la señora que le había regalado medio décimo para decirle que les había tocado. Alegría al cuadrado. “Quitando impuestos a mí me tocaron unos 160.200 euros. No hemos dejado de trabajar, pero ahora dormimos tranquilos. Lo hemos dedicado a pagar una casita que habíamos comprado en Aranjuez al principio de la crisis”. ¿El dinero da la felicidad? “Ayuda, claro que ayuda, pero la felicidad la tienes que traer tú de atrás. La felicidad, como no la tengas tú bien asentada, incluso te la puede complicar el dinero”.

José Antonio García (800.000 euros): “Duermo más tranquilo, pero no me ha cambiado la vida”

José Antonio García podría dejar de trabajar. No lo hace porque prefiere seguir al frente de una de sus dos fruterías en el barrio de Embajadores, en Madrid. “No valgo para estar sentado y me gusta el contacto con la gente. Además, el médico me dijo hace un par de años cuando me dio un ictus que me venía bien estar activo”. Le tocaron dos décimos, 800.000 euros. “Hemos comprado un piso un poquito mejor, un coche, tapado unos agujeritos y a vivir con más tranquilidad, duermes más a gusto, pero en sí no nos ha cambiado mucho la vida”.

Confiesa que ha perdido “muchísimos amigos” y que eso no le gusta porque “la amistad es mucho más que el dinero”. Algunos que pasaban por la frutería le decían, “¿qué haces ahí trabajando si no lo necesitas? Miserable”. A José Antonio le dolía. “Yo les sigo saludando, algunos no lo hacen, pero no es mi problema. Si no quieren que no me saluden. La envidia es muy mala, y yo sigo siendo la misma persona. He perdido unos amigos y he ganado otros. Gente que no conocía al venir a verme me saludan y se hacen clientas. Me gusta hablar con la gente el día a día. Una tienda de barrio es para eso”.

Quizá por eso son pocos los que confiesan públicamente que han sido agraciados con una buena cantidad de euros. Cuentan en el barrio que el 22 de diciembre de 2017 no se veía ni un alma por las aceras. Tocaron muchos millones. Nadie quería exponerse. Lo que sí se notó fue una subida del precio de los pisos en esta zona por el aumento de la demanda.

María (400.00 euros): “Me puse a gritar en medio del trabajo: ¡me ha tocado, me ha tocado!”

María vive en el mismo barrio de Embajadores que José Antonio y también le tocó el Gordo la pasada Navidad. Aún conserva en el móvil la fotografía del décimo premiado que compartió por WhatsApp con sus padres y hermanas. Llevaban un boleto cada uno. “El día de la Lotería estaba de reuniones de trabajo -en una empresa del sector de renovables- y no pendiente del móvil. Cuando lo miré, vi ocho llamadas perdidas de mi hermana, mi madre y dije, ¡bah!, luego las llamo. Ni me di cuenta que era 22 de diciembre”. La madre de María insistió hasta que su hija le cogió el teléfono a regañadientes.

La fotografía del décimo ganador que María compartió por WhatsApp con la familia.

La fotografía del décimo ganador que María compartió por WhatsApp con la familia. / Cedida

“Luego un compañero me contó que me vio sacar del bolso una ristra de cuatro décimos. Todos eran del número del Gordo. Me puse a gritar en medio del trabajo: ¡me ha tocado, me ha tocado! Fue muy emocionante”. María no pudo seguir trabajando ese día. “Sentí una alegría nunca experimentada antes. Brutal. Inmensa. Desmesurada. No sé explicarlo. Mezclada con sensación de irrealidad. Por eso grité aunque estuviera en el trabajo, tenía que sacarlo”.

Junto a su marido, decidió dedicar el dinero, 400.000 euros, a una vivienda a las afueras de Madrid. Tienen una hija de dos años y siguen viviendo de alquiler, a la espera de que les entreguen la llave para mudarse. “Sigo viviendo igual, pero ya sin el problema de comprar una casa. La gente se ha alegrado mucho por mí. Sí he notado envidia en algunos amigos y otros me han pedido dinero”.

Lo de la suerte viene de familia. “A mi padre le tocó en 2006 un segundo premio. Nos hicimos todos juntos un viaje a Argentina”.

El Gordo de la Lotería que cambió la vida de Cristóbal en 1984 con 20 millones de pesetas 

Hace 35 años que la vida de la familia de Cristóbal González cambió para siempre. Pasó de ser empleado de la librería madrileña la Casa del Libro, antigua Espasa Calpe, a montar la suya propia, Librería Gaztambide. Le tocaron 20 millones de pesetas. “Ese día fue de locura, llegó la prensa y los de la Cadena SER que están enfrente. Todo lleno de cámaras y preguntando. El trabajo fue poco más de nada. La Lotería de Navidad se celebraba el 21, no el 22. Nos tocó a todos los compañeros. Fue una experiencia muy bonita. Vivíamos de un sueldo, que siempre andaba escaso. Yo tenía en la cabeza la comunión de mis hijas, que no podía celebrarla como quería, hasta que me tocó la lotería”.

Echando la vista atrás, Cristóbal no está seguro de si volvería a montar una librería. “Económicamente no es interesante. Tal y como está la situación ahora, no lo haría. Menos mal que la Gaztambide se conoce en todo Madrid porque llevo muchos años, pero la cosa no funciona. El problema de las librerías en España la tiene esa empresa tan grande que se llama Amazon y se carga el comercio. Ofrecen cosas que nosotros no podemos. Nos está machacando”.

Cristóbal tiene 73 años y, por ahora, no tiene planes de jubilación. “Sigo trabajando 12 o 14 horas todos los días. Me gusta lo que hago, pero si este año me toca el Gordo, dejo la librería a los trabajadores, si quieren, y yo me voy a viajar por todo el mundo”. Es fácil y gratis soñar. Lo mejor es que hasta el 22 de diciembre nos puede tocar a cualquiera. Suerte.

Maika Ávila

Maika Ávila

Periodista y autora de 'Conciliaqué. Del engaño de la conciliación al cambio real'. Ha formado parte...

 
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