Hayat, la niña salvada
Hayat es la primera mujer de su familia que no ha sufrido la mutilación genital. Su madre, Asha Ismail, la salvó de ser mutilada
Hay 200 millones de mujeres y niñas que han sobrevivido a esta práctica. Cada año, 3 millones de niñas son mutiladas
Madrid
Hayat es la primera mujer de su familia a la que no le han cortado el clítoris. A su madre, Asha, se lo cortaron cuando tenía cinco años. Le practicaron uno de los peores tipos de mutilación genital: le cortaron el clítoris, los labios menores y mayores. Después la cosieron, dejando un pequeño orificio para sus necesidades básicas. A los 20 años la casaron con un hombre y, el día de su noche de bodas, se quedó embarazada. Cuando nació Hayat, Asha se prometió que su hija no iba a pasar por lo mismo. Y así ha sido. Asha salvó a Hayat y, con ella, a toda una generación.
Ahora las dos viven en Madrid y desde su ONG Save a Girl, Save a Generation, luchan por erradicar esta práctica, una de las peores formas de violencia contra las mujeres. Hayat y sus hijas son el ejemplo de que sí se puede acabar con la Mutilación Genital Femenina.
Hayat, tu nombre, significa vida... ¿Es casualidad?
No sé si alguna vez mi madre contó mi gran llegada al mundo... Ella no fue a ningún chequeo médico durante todo el embarazo, vivíamos en Mogadishu y todas las mujeres de la zona le decían: "Sabrás que estás de parto cuando mires al cielo y no veas estrellas". Una noche empezó a tener mucho dolor y salió a la calle para ver el cielo, pero seguía viendo estrellas. Pensó que no estaba de parto, pero sí lo estaba. Así que una vecina la metió en un taxi. El taxista llegó al hospital y corrió a buscar una enfermera. La enfermera dijo que mi madre no podía salir del taxi, que ya estaba de parto. Así que nací allí, en el taxi. Esa enfermera se llamaba Hayat y me salvó la vida.
Mi madre siempre me cuenta que cuando nací se echó a llorar porque sentía pena por mi. No quería que sufriera todo lo que ella sufrió: la forzaron a casarse, la mutilaron cuando tenía cinco años y nunca tuvo voz y voto hasta que fue adulta y dijo basta ya.
Ahora tú eres madre...
Tengo dos niñas y cuando me he quedado embarazada o he estado de parto, he revivido las historias que me contó mi madre. La entiendo, pero a mi me pasó todo lo contrario. Yo tengo una red de apoyo familiar muy grande, tengo una madre que vale por mil padres... Cuando me dijeron que mi hija era una niña me alegré porque sabía que podría tener todo el futuro que quisiera, porque yo lo he tenido. De hecho mi hija mayor se llama Maisha, que es una palabra suajili que también significa vida.
Para tu madre fuiste como su misión, ¿no? Se propuso luchar porque a ti no te pasara lo que le pasó a ella...
Sí, pero hay una parte que no sé si mi madre cuenta mucho porque igual se avergüenza o no quiere recordarlo. Varios meses después de que yo naciera, mi madre se dio cuenta de que no soportaba estar más en la especie de prisión en la que vivía, con un marido impuesto, una familia política que no la apoyaba y lejos de su familia, que vivía en Kenia. Entonces decidió que se quería marchar conmigo, se lo dijo a mi padre (lo llamo padre porque mi madre ha sido muy generosa y nunca ha hablado muy mal de él), pero él le dijo que no, que se podía ir, pero que su hija se quedaba ahí, en Somalia. Imagínate lo que debía estar sufriendo mi madre que se marchó. Se fue a Kenia y a las dos o tres semanas estalló la guerra en Somalia. Ella no sabía nada de mi, no había las tecnologías de ahora y había bombas por todas partes, la gente desplazándose... No sabía si me iba a volver a ver.
Para ella ese fue el momento clave y se prometió que si me volvía a recuperar, jamás me iba a dejar y que nunca dejaría que sufriera todo lo que ella había sufrido.
Y entonces te encontró...
Mi padre llegó conmigo al campo de Dadaab y se puso en contacto con ella porque sabía que vivía en Kenia. Le dijo: "Estamos aquí, estoy con tu hija. Si quieres recuperarla, ayúdame a salir de aquí".
O sea que lo hacía por su bien...
Sí, era una especie de trueque. Pero mi madre siempre cuenta que yo estaba en perfecto estado, con una ropa muy limpia... Y por eso nunca le ha tenido rencor, porque me cuidó y me trajo a salvo con ella. Así es como recuperé a mi madre y, desde entonces, jamás nos hemos separado.
Y después, ¿cómo llegáis a España?
Bueno, eso ya da para una novela... Vivimos en Kenia un tiempo, luego mi madre trabajaba en Médicos Sin Fronteras y ahí conoció a mi otro padre, a Pablo. Se enamoraron, se casaron y luego los destinaron a distintos países. Vivimos una temporada en Ecuador, otra en Tanzania y luego llegamos aquí, a España.
Durante ese tiempo que vivistéis en Kenia, tu madre tuvo que protegerte para que no te mutilaran a ti también, ¿no?
Mi madre hizo desde siempre una campaña de sensibilización... De estas veces que estábamos en casa con las mujeres de la familia y mi abuela siempre preguntaba: "¿Cúando vas a mutilar a la niña?". Pero mi madre siempre dijo que no, que no lo iba a hacer. De hecho esa también es la razón por la que no nos hemos quedado en Kenia, porque era la manera más fácil de cortar: poner distancia. Mi madre adora a su madre, la quiere muchísimo, pero la educación que ella recibió es muy diferente a la que recibí yo... Entonces pusimos distancia, viajamos y eso lo ha hecho mucho más fácil. No sé qué hubiera pasado si nos hubiéramos quedado ahí y mi madre se hubiera mantenido firme. A veces tienes que elegir: o cedes o no te hablas con tus familiares. Y no todo el mundo tiene la oportunidad de alejarse.
Y habéis llegado a entender a tu abuela, a no tenerle rencor y no juzgarla por hacer lo que hizo...
Claro, muchas veces cuando se denuncia el tema de la Mutilación Genital Femenina pensamos que son personas salvajes, que no quieren a sus hijas, pero es precisamente eso lo que les lleva a hacerlo: el amor. No quieren que su hija sea excluida, no quieren que sea distinta y de verdad creen que es bueno para ellas.
¿Qué crees que es lo que hace que mujeres como tu madre den ese cambio y se nieguen a seguir practicando la mutilación a sus hijas, cuando han recibido esa educación?
Creo que mi madre no se planteó cambiar las cosas, sino solo que yo no sufriera la Mutilación Genital Femenina y eso hizo que mi tía, que es hermana mayor de mi madre, no se la practicase a mi prima pequeña. Mi madre se empoderó a si misma, sin ayuda. Ha estudiado, ha viajado y ha abierto su mente. No es como yo, yo he tenido el respaldo de mi madre, ella no ha tenido el respaldo de nadie.
Ahora hay cada vez más mujeres como tu madre...
Hay muchas mujeres que están uniéndose en la misma lucha, pero el trabajo no está hecho. Yo tengo una hermana, por parte de padre, de 11 años y le han practicado la mutilación. Hoy, 28 años después de que yo naciera, hay sitios en el mundo, en Somalia, en Kenia, en los que la gente sigue llorando porque su hija ha nacido niña.
Pero sí, las cosas están cambiando... El otro día leía que en Somaliland han prohibido la mutilación. Es una alegría... No van a parar de la noche a la mañana de practicarla, pero por lo menos hay una ley. Está penado y es un paso adelante. Cualquier cosa que sea luchar en contra o educar para que la gente sea consciente de las razones por las cuales esa práctica es dañina para sus hijas, sus hermanas, sus mujeres... Todo eso siempre suma. El otro día cuando me lo comentaron me alegré, pero también dije: "No es suficiente, necesitamos mucho más".
Hay muchos países en los que la mutilación está prohibida por ley pero se sigue practicando...
Claro, en Kenia mismo. Está prohibda pero si yo voy ahora con mi hija, con Maisha y busco a una persona y le digo que quiero practicar la mutilación a mi hija, estoy convencida de que lo podría hacer y además sin las condiciones propias de higiene... Hay que trabajar mucho.
¿Cómo?
Primero haciendo entender a las personas, a las comunidades, que no tienen que tener miedo, que no pasa nada si dices que no quieres mutilar a tus hijas... Y si tu comunidad te excluye, que existan redes de apoyo, refugios a los que esa gente pueda acudir...
Y para eso es fundamental la educación, ¿no?
Para todo. Todo se basa en la educación, el conocimiento y la libertad. Si no tienes los conocimientos necesarios, no sabes que hay opciones, que esa no es la única vida que te espera, que tú eliges la vida que quieres. Yo animo a todas las mujeres que no han sido mutiladas a que vuelvan a su país y digan: "Mira, no he sido mutilada y nadie me ha excluido, no me ha pasado nada y soy feliz". Hablar con mujeres y hacerles ver que es un error, que se puede cambiar y que tienen voz y voto.
Mi abuela sabe que no estoy mutilada, que mi prima no ha sido mutilada y que mis hijas no van a ser mutiladas jamás y sé que mi abuela nos quiere. A su modo ella se ha reeducado. Si eso es posible, si mi abuela, que vive en un mundo distinto al nuestro, es capaz de querer, de entender y de no rechazarnos, creo que sí hay esperanza. Ninguna madre quiere el mal para sus hijas. Hay que hacerles entender que eso no es bueno para ellas y cuando lo comprendan de verdad no creo que lo hagan.
Y esa educación también es necesaria aquí, en España...
Sí, porque tenemos que entender que no es algo lejano. Que pase en Somalia, en Kenia o en Senegal no quiere decir que no te afecte a ti, porque es un ataque contra la mujer y, como mujer, debes sentirlo como algo propio. No es mi lucha, tu lucha. Es nuestra lucha. No pongamos barreras, no pongamos distancias... Siéntete afortunado porque a ti no te haya tocado, pero siéntete responsable para que no le toque a más gente.
De hecho, en España y en Europa hay miles de niñas que están en riesgo de ser mutiladas...
Sí, hay familias en España que vienen de países en los que se practica y que igual no han podido decir que no o no están todavía en ese punto de querer decir que no.
¿Crees que tienen que ser mujeres africanas las que impartan esa formación?
Sí, es muy importante que sean las africanas las que estén como cara visible de la lucha, porque van a ser referentes de otras niñas... Y también que sean supervivientes, mujeres que hayan pasado por eso... Mujeres como mi madre, que tiene la gran capacidad de llegar a la gente. Eso es lo que necesitamos. Ella comprende las dos realidades y gracias a eso es capaz de ayudar a más gente.
¿Cómo te contó ella que había sido mutilada?, ¿te acuerdas?
No recuerdo que nos sentáramos y me hablara de la mutilación, pero siempre ha sido muy abierta conmigo y con mis hermanos. No ha habido ese antes y después, yo siempre he sido consciente de que a mi madre la habían mutilado. Cuando tenía 12 años no entendía bien lo que era, ni entrábamos en detalles... Solo sabía que le habían hecho algo, que ella lo había pasado muy mal y que a mi no me había pasado. Según iba creciendo, según iba concienciándome, sabía que era algo que se seguía practicando y empecé a preguntarme si a mis amigas somalíes también las habrían mutilado...
¿Y tú se lo vas a contar a tus hijas?
Sí, de hecho organizamos una marcha todos los años y el año pasado, cuando mi hija mayor no había cumplido aún ni dos años, me decía: "MGF no, pupa nenas". Ella en su mundo sabe que es algo malo y que hace pupa a las nenas y cuando sea más mayor lo va a ver porque mi madre no para de hacer cosas. Espero que cuando tenga 15 años sepa que es una mujer que puede cambiar las cosas, porque ha tenido referentes. Ella va a ser una generación que, espero, consiga erradicar la mutilación. Porque sí es posible. Si en mi rama familiar ya no va a haber más mujeres mutiladas, ¿por qué no se puede hacer eso con otras familias? No es fácil, pero eso no quiere decir que sea imposible.
Tú y tus hijas sois el nombre de la ONG que fundó tu madre... Save a Girl, Save a Generation...
Sí, yo soy la niña salvada y mis hijas son la generación salvada. Y ya da igual las hijas que vengan que mi familia no va a volver a pasar por eso.
Sara Selva Ortiz
Redactora de la sección de Nacional. Antes trabajó en el equipo de Hoy por Hoy, en Economía, en Informativos...