“Quería seguir alquilando y acabé claudicando y rindiéndome ante lo que no quería: bancos e hipotecas”. Con este testimonio en Twitter, el actor Daniel Pérez Prada alertaba hace unos meses de cómo se sentía empujado a comprar por el alto precio de los alquileres. Un debate que resurge entre muchos inquilinos con ahorros o un ‘colchón familiar’: ¿me compensa comprar? Finalmente, Daniel, con ahorros y ayuda de sus padres, se metió en un piso en el barrio de los Austrias de Madrid. Defensor de la cultura del alquiler, le escandalizó todo el proceso. Propietarios e inmobiliarias se extrañaban de que quisiera un piso para residir y no para alquiler turístico. Su entorno también le animaba: «Me decían que ya tengo el futuro arreglado porque en este barrio puedo alquilarlo a extranjeros al precio que a mí me dé la gana. Es decir, especular. Es la especulación y este tipo de prácticas las que me han llevado a tener que hipotecarme. Me niego a especular con mi propiedad para que otros que no tienen mi suerte no puedan vivir donde ellos decidan». El caso de Laura —nombre ficticio— es similar al de Daniel. Prácticamente acaba de terminar la mudanza, espera que ésta sí sea la última. Llevaba 17 años viviendo de alquiler en Madrid, pero este diciembre decidió, junto a su pareja, meterse en una hipoteca a 20 años. «Mi contrato de alquiler iba a cumplir tres años en primavera y estoy segura de que me habrían intentado subir el precio, la sensación que tengo es que me he librado de una buena. Mi opción de vida siempre ha sido el alquiler pero viendo cómo está el mercado me alegro de tener una hipoteca a tipo fijo”. La nueva LAU (Ley de Arrendamientos Urbanos) modificó la duración de los contratos de alquiler. Se redujo de cinco años con posible prórroga de tres a tres años con ampliación de uno más. El contrato de Laura estaba a punto de llegar a la negociación para una posible ampliación. En 2015, ella, su pareja y su hija se vieron forzados a abandonar su casa en Recoletos. «El casero nos dijo que su hijo se casaba y que se iba a quedar con la vivienda. De un día para otro nos vimos en la calle y con una niña de 4 años». Volvieron al barrio de Lista, donde habían residido antes, en una vivienda de 90 metros cuadrados que en principio tenía un precio de 1.500 euros y que consiguieron rebajar en la negociación hasta los 1.350 euros. Ahí han vivido hasta este año. «Si en 2015 conseguimos rebajar esa vivienda hasta 1.350 euros, ahora ya valía 1.700 euros. En solo una semana ha encontrado inquilinos. Yo le dije que no encontraría inquilinos como nosotros. Su respuesta fue que probablemente sería así, pero que los nuevos pagaban más». La situación de Héctor es más compleja. Está en la fase de echar cuentas. Tiene 36 años y una hija de 8. Está separado, la custodia de su hija la tiene su expareja, pero pasa con él los fines de semana y varios días alternos. Comparte piso en Vallecas desde 2015 con un amigo. «Meterme solo en piso de alquiler en Madrid está complicado, son bastante caros». El piso en el que vive ahora tiene dos dormitorios y una habitación más donde han acordado colocar una cama para su hija. Por ahora, esta solución es suficiente. Cuando su hija sea mayor necesitará un dormitorio propio. «El problema es que un piso de alquiler de dos habitaciones para mí está imposible, encontrar algo sería una gran suerte». Este mes de junio tendrá que renegociar la ampliación de su contrato. Ahora pagan cerca de 450 euros entre dos. «Es un chollo que encontramos, no es normal pagar esto por tres habitaciones. Este precio en Vallecas era más de un piso de dos dormitorios», admite. Cree que sus caseros intentarán incrementar la renta ante el auge de precios en el barrio, pero confía en que la mensualidad sea asumible. Aun así, desea a medio plazo poder vivir solo con su hija. «Dejé de mirar pisos de alquiler hace tiempo. Lo que he visto de dos habitaciones está mínimo a 600 euros en esta zona, son 200 más que hace tres años». Es una subida de casi el 30%. Esto le ha llevado a pensar en comprar una vivienda en Vallecas pensando en un espacio propio para él y su hija. «Nunca he querido comprar, siempre me ha gustado alquilar, pero es que es cuestión de necesidad de aquí a cinco años», dice. «Me planteo una hipoteca de 90.000 o 100.000 euros. A 30 años, serían unos 250 o 300 euros al mes en esta misma zona. El alquiler está a 500 o 600. Mis padres no es que tengan dinero, pero me podrían dejar algo para la entrada. Se lo puedo plantear porque me pueden dejar dinero de la venta de la casa de mi madre, sino tampoco podría», lamenta. Casos como el de Daniel, Laura o Héctor coinciden con un aumento de la compraventa de vivienda en España. Las transacciones superaron el año pasado las 450.000 operaciones. Al cierre de 2017, se registraron un total de 464.423 compraventas, según datos del INE. No se vendían tantas casas desde 2008. Las adquisiciones subieron además un 14,6% interanual, el mayor aumento de la serie histórica que arrancó en el año 2007. En cuatro años, el incremento roza el 50%. «Lo que está pasando ahora es que la gente de alquiler te cuenta que la echan de sus casas. Que se disponen a ir a ver un piso nuevo y cuando se dan cuenta ya han quitado el anuncio. Que te citan para ver un piso y te encuentras con otras 30 personas. La competitividad para encontrar pisos ahora mismo es enorme y la gente, ante esta dificultad, decide hipotecarse. Piensa. Un padre soltero necesita dos habitaciones para vivir con su hija en Vallecas. A estos precios no puede alquilar y, sin embargo, si compra una vivienda le sale un precio bueno de hipoteca», detecta Javier Gil situando como ejemplo el citado caso de Héctor. Para este joven profesor de Sociología en la UNED e investigador experto en Airbnb, el resurgir del mercado de la compraventa de vivienda es un efecto más de una nueva burbuja inmobiliaria con las mismas desigualdades. «Para pedir una hipoteca tienes que tener acceso a crédito, algo que todo el mundo tiene. No a todo el mundo le conceden una hipoteca. Tampoco todo el mundo tiene un aval, que como vemos en muchas ocasiones es familiar, ni seguridad laboral», denuncia. Además, aprecia un efecto rebote en la compraventa en España. «En 2014 se disparó el precio de los alquileres y en tres años ya se ha reactivado otra burbuja, la de la compraventa de vivienda. Ahora sería más difícil que esta burbuja activase otra, la de la construcción», alerta. Esta idea de que los altos precios del alquiler incentivan la compra de vivienda no es compartida por Julio Rodríguez, miembro de «Economistas Frente a la Crisis». Niega una causa-efecto entre los precios del alquiler y la compra de vivienda, aunque reconoce que este factor anima y empuja a la compra. «En este momento, la gente se empieza a inclinar por comprar cuando observa que lo que tiene que pagar por el alquiler es muy equivalente a lo que tiene que pagar por una vivienda a plazos», apunta. También cree que influye el nivel de los tipos de interés. «De acuerdo con los datos del Banco de España, el tipo de interés medio en un crédito para compra de vivienda no llega al 2% en el año 2017. Esto estimula bastante la compraventa de vivienda para gente que entra en ese umbral donde la mensualidad para pagar un crédito por compra de vivienda es equivalente o incluso inferior a lo que hay que pagar por el alquiler”, explica Rodríguez, que insiste en que »nunca habrá un divorcio muy fuerte entre precio de la vivienda o el alquiler, porque van de la mano. Desde el portal de vivienda Fotocasa también rechazan esta causa-efecto. «¿Me compensa comprar o alquilar? Esa pregunta vuelve. Parece que la subida del alquiler está provocando un aumento de las compraventas y yo no creo que esto sea lo que está ocurriendo. Lo que pasa es que se está reactivando el mercado de la compra de vivienda por otros factores como la mejora de la situación económica o el crecimiento de empleo, pero todavía seguimos detectando fuertes tensiones en el mercado de alquiler”, dice su portavoz Beatriz Toribio, que insiste en poner en contexto los datos de compraventa de viviendas para desterrar la idea de una nueva burbuja inmobiliaria. »El mercado del alquiler sigue muy caliente, y esto es consecuencia de que hay gente que, aunque quiera, no puede comprar. Según nuestros datos, y son de junio, el esfuerzo que tiene que hacer una persona para alquilar una vivienda en Cataluña o Madrid es superior al 40% de sus ingresos. Eso es brutal, pero en la compra es igual. Son siete años de tus ingresos totales brutos para comprar una vivienda, cuando se recomienda que como máximo sean cuatro. Esto, desde el punto de vista de la compraventa, todavía es animar a vivir de alquiler, concluye. David Herencia, director comercial de Idealista, admite un posible trasvase de demanda desde el mercado del alquiler al de la compraventa, pero apunta a la capacidad de ahorrar, a la entrada, como elemento clave en este debate. «Ese cambio de inquilino a comprador puede ser así, no sabemos los datos para cuantificar en qué medida, llega un momento en que si el precio del alquiler es excesivamente alto, esa persona se plantea la compra. El principal obstáculo es la necesidad de ahorro inicial, pero hay gente que busca alternativas para financiar ese desembolso inicial. Indudablemente unas cuotas de alquiler muy altas empujan a querer ser propietario de vivienda», sentencia.