Washington ha abierto su nueva sede diplomática en Jerusalén, una imagen que rompe con la línea mantenida por Estados Unidos desde hace décadas y con la actitud de la inmensa mayoría de la comunidad internacional hacia la Ciudad Santa, ya que en los borradores de paz de los últimos 25 años siempre se ha considerado que Jerusalén debe ser la capital de dos Estados, uno israelí y otro palestino. «Los efectos prácticos serán pocos, los palestinos de Jerusalén seguirán viviendo igual de mal con o sin embajada estadounidense. Pero esto es algo así como un acto de terrorismo simbólico, un último clavo en el proceso de paz entre israelíes y palestinos», afirma el activista y exconcejal de Jerusalén, Meir Margalit, autor del libro Jerusalén, la ciudad imposible, recientemente publicado en España. La nueva embajada se sitúa en un barrio residencial de Jerusalén, donde ya funcionaba la sección consular estadounidense, en la frontera entre el oeste y el este de la ciudad, muy cerca de barrios palestinos como Sur Baher o Jabel Mukaber. De hecho una parte de la sede diplomática se alza sobre la «tierra de nadie» entre las dos partes de la ciudad decidida en el armisticio de 1949, tras la primera guerra entre Israel y varios países árabes. La ceremonia que concretará el traslado de la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén ha durado una hora y media aproximadamente y a a ella han asistido la hija de Trump, Ivanka, y su esposo y consejero del mandatario, Jared Kushner. El jefe de Estado norteamericano ha participado en la apertura mediante una conexión con la Casa Blanca. «Es un sueño hecho realidad», se felicitaba en estos días el alcalde de Jerusalén. Efectivamente, la apertura de esta embajada llena de entusiasmo y de un cierto triunfalismo a los dirigentes israelíes que celebran este año los 70 años de la proclamación de su Estado y los 50 años de la «reunificación» de Jerusalén, es decir, del inicio de la ocupación en la parte Este de la ciudad tras la guerra de 1967. «Sigan el camino abierto por Estados Unidos. Traigan sus embajadas a Jerusalén, vengan», decía hace algunos días el primer ministro Benjamin Netanyahu en una reunión con embajadores. Jerusalén es para los judíos su capital eterna e indivisible y los palestinos aspiran a convertir la parte oriental de la ciudad en la capital de su futuro Estado. Israel ocupó la parte Este de la ciudad en 1967 y aunque la comunidad internacional no ha reconocido su soberanía sobre esta parte de Jerusalén, Israel controla de facto al día de hoy gran parte de la existencia diaria del 37% de palestinos que viven en la ciudad, a los que considera únicamente residentes y no ciudadanos con plenos derechos. Estados Unidos, al reconocer Jerusalén como capital de Israel y abrir su embajada en la ciudad, avala la ocupación israelí y deja de ser un «mediador válido y creíble» en cualquier negociación de paz, opinan los responsables palestinos. «La prioridad de los palestinos va más allá de la embajada: es el fin de la ocupación, que los israelíes se vayan de Palestina, pero el hecho de que la embajada abra en Jerusalén es algo simbólico. Simboliza la violación de nuestros derechos como pueblo y de la ley internacional», explicaba esta semana a un grupo de periodistas Nabil Shaath, consejero del presidente palestino Mahmud Abbas. «Es un momento malo para las aspiraciones palestinas, pero llevamos 70 años luchando. Trump se irá y seguiremos manteniendo nuestras aspiraciones», afirmaba. Para los palestinos es especialmente desafortunado además que la apertura de la embajada coincida con el aniversario de la Nakba, la «catástrofe», literalmente en árabe, que cada 15 de mayor recuerda el éxodo forzado de 750.000 palestinos de sus casas en 1948 después de la creación del Estado de Israel. El martes habrá manifestaciones para recordar este aniversario «y el hecho de que decenas de miles de palestinos siguen esperando justicia y un retorno», recuerdan los líderes palestinos. Especialmente numerosas serán las protestas en Gaza, en torno a la barrera de separación con Israel , donde desde hace semanas miles de palestinos protestan contra el bloqueo que Israel impone a la franja desde hace más de 10 años y piden el retorno de los refugiados palestinos. Medio centenar de palestinos han perdido la vida tiroteados por el ejército israelí durante estas manifestaciones. Desde hace varios días en ciudades palestinas como Ramallah, ya ondean las banderas negras con la palabra «Retorno». Según cifras de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en el mundo hay casi siete millones de refugiados palestinos, la mayoría de los cuales viven muy cerca de su tierra ancestral. La agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) estima el número global en seis millones. Los palestinos habían pedido al cuerpo diplomático que no acuda a la ceremonia de inauguración de la embajada porque se convertirían en «cómplices» de la decisión de Donald Trump. «No creo que a ninguno les convenga participar. Porque saben que es ilegal, saben que es una violación de las resoluciones del Consejo de Seguridad y de la ley internacional. Y creo que es totalmente normal pedirles que no participen. Sobre todo en el aniversario de la Nakba, creo que es lo más decente y lo más respetuoso con la ley internacional», explicó Shaath. Un día después de la apertura de la embajada estadounidense, Guatemala también trasladara su embajada de Tel Aviv a Jerusalén y en las próximas semanas podrían imitarle Paraguay y Honduras. Los responsables palestinos no creen que haya más países que tomen esta decisión y atribuyen este movimiento de países latinoamericanos a la «presión que Washington ejerce contra ellos».