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Crítica | 'Élite' (T2): la fantasía juvenil de Netflix cae en su propia trampa...y consigue arrastrarse con ella

La serie regresa al gigante del streaming el viernes 6 de septiembre

Reparto principal de la T2 de 'Élite' / Netflix

Reparto principal de la T2 de 'Élite'

Madrid

Si algo quedó claro en la primera temporada de 'Élite' es que cualquier parecido con la realidad era pura coincidencia. 'Élite' es una serie juvenil, sí. De problemas de instituto, también. Pero llevado todo a un extremo, a un universo paralelo, que funciona a la perfección entendido como lo que es: una realidad alternativa.

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Esa realidad regresa a Netflix con una segunda temporada en la que se ha tirado de la fórmula inicial para alimentar su universo de nuevas tramas llevadas al extremo. Cambiamos un asesinato por una desaparición, los porros por la cocaína, un pez fuera del agua como Christian (Miguel Herrán) por otra igual de directa, desinhibida y sin complejos como la debutante Rebeca (Claudia Salas). Y a todo esto le añadimos las altas dosis de sexo, drama adolescente y opulencia desmedida marca de la casa. El resultado, más de lo mismo… O, al menos, nada nuevo.

En honor a la verdad, quien, como yo, devoró la primera temporada sin pestañear, no espera de repente que la serie se vuelva trascendental o que haga una disertación profunda sobre la atormentada Generación Z. Ni mucho menos. Cuando un espectador se sienta a ver 'Élite', quiere ver a jóvenes merendando con champán en una impresionante mansión con vistas a un lago, con la naturalidad de quien se come unas pipas con sus colegas en el parque de su barrio. Quiere ver esa competitividad desmedida más propia de un culebrón de instituto americano, y quiere, de alguna manera, fantasear con formar por un día parte de ese desestructurado grupo de "amigos" que aparenta tenerlo todo, pero que no es feliz con nada. Y, todo ello, construido sobre un crimen sin resolver, por si no hubiese suficiente drama. En definitiva, quiere poner el piloto automático y dejarse deslumbrar por esa fantasía adolescente llena de clichés y sobredosis de emociones.

Un fórmula que funciona pero que, a estas alturas, no sorprende. Y ahí radica, precisamente, uno de los puntos débiles de esta segunda temporada. Después de una primera parte en la que pudimos conocer el exclusivo y elitista mundo de Las Encinas con la muerte de Marina como hilo conductor, ahora se ha vuelto a tirar de un misterio para encauzar y guiar al resto de tramas. Sin embargo, la desaparición que conocerá el espectador al poco de comenzar la temporada ya no causa el mismo efecto. Tampoco la manera en la que se juega con los saltos temporales para mostrar al mismo tiempo cómo llegó a desaparecer el personaje y cómo se intenta dar con él. Falta intensidad, falta tensión, falta algo.

El atracón no sacia igual, pero te lo vas a pegar de todos modos

Pero no os dejéis desanimar por esto que digo. Si la primera temporada la consumimos de manera compulsiva por la efectiva combinación de todos los elementos que mencionaba más arriba, en esta segunda tanda volveremos a pegarnos un atracón. Más por inercia y por no darnos demasiado tiempo a analizar o profundizar sobre lo que estamos viendo que por otra cosa, pero atracón al fin y al cabo. Y ahí sí que no podemos echarle nada en cara a la serie. ¿Cuántos abandonamos espantados 'Por 13 razones' (por poner un ejemplo) tras ver el decepcionante arranque de su segunda temporada?

Aquí esto no pasa. No, no te va a sorprender igual, pero la vas a querer seguir viendo, y eso es que algo sigue funcionando. Parte de culpa tienen también los nuevos fichajes de la serie (Jorge López, Georgina Amoros y Claudia Salas) que vienen con sus correspondientes tormentos y mentiras a cuestas para conseguir poner patas arriba el ya de por si turbulento mundo de Las Encinas. Fichajes que intentarán cubrir las bajas de Jaime Lorente y Miguel Herrán y, de paso, que no te fijes en otras carencias de la serie, que aún así no podrás dejar pasar por alto: por mucha mansión y mucho cochazo que veamos, no esperes en esta segunda temporada la resultona producción de la primera.

En resumen, en su intento por reatroalimentar su fórmula de éxito, la segunda temporada de 'Elite' peca de falta de sorpresa, de una producción menos ambiciosa y de un hilo conductor menos potente. Sin embargo, todos esos 'peros' no impedirán que vuelvas a caer rendido ante la explosión de hormonas, lujo y mentiras que marcan la vida de sus intensos protagonistas. Lo que no sabemos aún, a falta de ver hacia dónde se precipitan las tramas, es si en esta ocasión sí nos acabaremos arrepintiendo de haber pecado de más.

 
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