El 'carnicero' de Kabul
Centenares de antiguos combatientes fundamentalistas, algunos con heridas visibles sufridas en viejas guerras afganas, esperan impacientes la llegada del líder del partido "Hezbi Islami" y candidato presidencial, Gulbuddin Hekmatyar, uno de los personajes más controvertidos y odiados de la historia de Afganistán
Un resumen de un mitin del líder del partido 'Hezbi Islami' y candidato presidencial, Gulbuddin Hekmatyar / GERVASIO SÁNCHEZ
Kabul
Conocido como “El Carnicero de Kabul”, su biografía está sobradamente unida desde hace más de un cuarto de siglo a la violencia más descarnada y los crímenes de guerra más execrables y sus víctimas civiles se cuentan por decenas de miles.
Sus combatientes tenían fama de degollar vivos a los prisioneros y arrojar ácido a la cara de aquellas mujeres que paseaban sin burka, una prenda tradicional que cubre de cabeza a pies, y por la que sólo es posible mirar a través de una celdilla a la altura de los ojos.
Banderas verdes islamistas son repartidas entre los simpatizantes de este señor de la guerra, que lideró la resistencia contra la invasores soviéticos en los años ochenta, que fue favorito de la CIA hasta que cayó en desgracia y entró a formar parte de la lista de terroristas en Estados Unidos, hasta que hace tres años decidió firmar la paz con el gobierno afgano, abandonar las armas y regresar a Kabul tras veinte años de exilio.
Lo primero que sorprende es que haya mujeres en el mitin de uno de los partidos más radicales afganos. Una mujer pide a los periodistas extranjeros que fotografíen al centenar de mujeres presentes “para demostrar que también apoyamos a Hekmatyar”.
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El mitin se celebra en un gran patio aledaño a la mansión-fortaleza del líder fundamentalista. El miedo a los atentados de los talibanes, que han anunciado que boicotearan las elecciones presidenciales con ataques a los centros electorales, ha limitado los actos públicos durante los últimos dos meses. Antes de acceder al lugar del acto todas las personas tienen que pasar varios filtros de seguridad formados por decenas de paramilitares fuertemente armados.
La llegada de Hekmatyar, rodeado de decenas de guardaespaldas, enciende los ánimos entre sus simpatizantes. Hay gritos a favor del señor de la guerra y en contra de los demás candidatos. “Somos muyaidines (combatientes de la yihad) y estamos en contra de los estadounidenses”, grita un exaltado. Otro recuerda que “somos los proyectiles de Hekmatyar”.
El líder fundamentalista, que ya ha cumplido los 71 años, escucha con atención los discursos de los miembros de su candidatura y toma notas. Se mantiene muy pendiente de las cámaras, aunque evita mirar fijamente. Varias veces se ajusta su shalwar kameez, el traje tradicional afgano, y plancha las arrugas con la mano.
Su discurso empieza con duras palabras contra el gobierno afgano al que acusa de “matar inocentes” y de “no ser suficientemente islámico”. Advierte a los extranjeros que eviten manipular el resultado electoral para beneficiar a sus aliados afganos. Sin levantar la voz afirma, y suena a amenaza seria, que “hay que evitar el fraude o la guerra regresará al país”.
En tono mitinero pregunta a los presentes, unas 2.000 personas entre los que hay pocos jóvenes: “¿Estaréis dispuestos a reaccionar si hay fraude?” Centenares de gargantas gritan que sí.
Posteriormente, su hijo Habibullah asegurará en una entrevista con la Cadena Ser que “mi padre no está pensando en regresar a la lucha armada sino en organizar manifestaciones de protesta que impidan que triunfe un nuevo fraude como ocurrió en las elecciones presidenciales anteriores y en las parlamentarias”.
El hijo más político del señor de la guerra, que nació en el exilio pakistaní hace 33 años, es rotundo al afirmar que “la presencia extranjera impide la pacificación del país y que es necesario planificar una salida ordenada de todos las tropas extranjeras”.
Hijo de la segunda esposa de su padre, que se casó con la mujer de su hermano tras ser detenido por los soviéticos y desaparecido en los años ochenta, Habibullah cree que su padre podría ser fundamental en una nueva ronda de negociaciones con los talibanes. “Nuestro partido mantiene grandes diferencias con los talibanes, pero mi padre es respetado por muchos comandantes que lo conocen desde hace décadas”, afirma el joven político que ha estudiado ingeniería en la universidad.
Cuando se le pregunta por las atrocidades cometidas por su padre en el pasado y las acusaciones que penden sobre él por genocida y criminal de guerra, Habibullah recuerda que los bombardeos indiscriminados durante la guerra civil fueron responsabilidad de todos los grupos armados que lucharon en combates encarnizados en los que los civiles fueron utilizados como escudos humanos.
El hijo de Hekmatyar asegura que su familia también fue diezmada. Su abuelo paterno y dos hermanos de su padre desaparecieron durante la invasión soviética y otros dos familiares muy cercanos murieron en bombardeos de los años noventa.
Durante la campaña electoral su madre y una de sus hermanas han acompañado al señor de la guerra, algo muy poco habitual entre los fundamentalistas afganos. El ex presidente Hamid Karzai jamás en sus cinco años como gobernante se presentó a un acto público acompañado de su esposa. Y eso que se suponía que era un liberal prooccidental.
El mitin de “Hezbi Islami” finaliza con una gran caravana de coches y centenares de simpatizantes ondeando las banderas del partido. Tres jinetes a caballo y algunos motoristas encabezan la manifestación más colorida que ha recorrido las calles de Kabul en el último día de campaña.